50

382 28 0
                                    


Miré por encima de mi hombro, asegurándome de que Kaiden estaba entretenido en otras cosas, antes de escabullirme por uno de los largos pasillos. Llevábamos horas dando vueltas por el centro comercial, pero me estaba resultando imposible encontrar un regalo para él, hacía un buen rato que había elegido los de Lily y Liessen, pero aún no los había comprado para tener una excusa para seguir buscando.

Su idea de los 19 regalos había dejado el listón demasiado alto.

De verdad, con las agujas de punto no había hecho más que empezar. Ya

me había regalado un pijama del Grinch, películas Disney, un disfraz de Papá Noel para Elvis, una bola de nieve de Nebraska... y la lista podía seguir.

¿Por qué se le tenía que dar tan bien hacer regalos?

No había forma de que pudiera superar algo así.

Tenía que ser algo bueno de verdad. Que supiera que realmente había pasado tiempo pensando en él. Eso era lo que Kaiden estaba haciendo; los regalos no tenían que ser caros, ni grandes, ni ostentosos. Simplemente personales, por eso me gustaban tanto.

—¿Qué buscas, minion?

Salté en mi sitio, sorprendida al escuchar su voz pegada a mi oreja. ¿Cuándo había aparecido? Me llevé una mano al pecho, intentando tranquilizarme.

—Algo para Lily y Liessen.

Se inclinó, mirando por encima de mi hombro. Envolvió mi cintura con uno de sus brazos, pegándome a su pecho, y agarró con la otra mano lo que estaba mirando.

—¿Tazas con insultos?

Ni siquiera sabía lo que estaba mirando, así que tuve que improvisar como pude:

—Me dijiste que a Liessen le gustaban las tazas con frases.

Eso sonaba muy convincente, pero no lo suficiente para Kaiden.

—Creo que prefiere las motivadoras.

ALERTAAAAAAA. ALERTAAAAAA. RETIRADAAAAAA. NINONINONINONINO.

Le quité la taza de las manos y la devolví a su sitio.

—Supongo que tendremos que seguir buscando.

—¿Ahora te dedicas a esconderte por los pasillos?

No necesité mirarlo para saber que estaba sonriendo con malicia; Kaiden sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pero se divertía poniéndome entre la espada y la pared.

—No me escondía. Soy bajita, me pierdo rápido.

—Eso no te lo crees ni tú. Es la peor excusa de la historia.

—No es una excusa —mentí descaradamente.

Kaiden sujetó mis hombros y me obligó a girar para mirarle.

—Mientes fatal y finges aún peor.

—¿En serio? Pues llevo meses fingiendo aguantarte —murmuré pegada a sus labios.

—Mentirosa.

Como demostrándolo, terminó con la distancia que nos separaba y me besó con ansia. Sus labios se movían urgentes, llenos de deseo, sobre los míos. Sus manos frías no tardaron en acariciar la piel de mi estómago, dejándome la carne de gallina a su paso.

Primero el olor a menta y luego... nada.

¿Nada?

Me separé de él, sorprendida y aún recuperando el aliento que me había robado.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora