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Creo que no fui realmente consciente de la forma en que Kaiden se había colado en todos y cada uno de los rincones de mi vida después de volver de Seattle hasta ese momento. Ahora que no estaba todo era... silencio. Mi piso estaba lleno de sus cosas, Elvis de vez en cuando cacareaba su nombre y la almohada olía a él.

Era como si siguiera ahí, pero sin estarlo.

Como si en cualquier momento fuera a abrir la puerta y abrazarme.

Leí su libreta un millón de veces; cada vez que echarlo de menos se volvía insoportable y cuando no quedaban más letras que leer, pasaba horas preguntándome dónde estaría y si estaría componiendo una nueva canción. Si hablaría de nosotros, de él, de mí o de cómo había cruzado esa puerta.

Y esperaba. Esperaba muchísimo.

Me aprendí de memoria sus canciones, los tachones y todas las marcas de tinta.

Escribí y borré el mismo mensaje un centenar de veces. Había días en los que sentía que no tenía derecho a nada. Que era una impostora. Y después pensaba en lo último que me había dicho, en si tenía razón, en si lo era. Leí muchos artículos sobre el TEI, intenté entenderle.

No sé cuánto tiempo tardé en dejar de culpabilizarme y comprendí que la última vez que había hablado con Kaiden el TEI había formado parte de la conversación. Dejé que todas nuestras conversaciones volvieran a tener sentido.

Kaiden intentaba protegerme a mí, porque no había podido protegerse a sí mismo de su padre. Porque para él, después de años de maltrato, el TEI lo había convertido en un monstruo, pero también lo había salvado.

Por eso decía que yo era su redención; creía que tenía la oportunidad de protegerme como querría que alguien lo hubiera hecho por él. Había dicho que yo estaba demasiado asustada para denunciar a Sean, pero él lo estaba mucho más. Le aterraba convertirse en su padre tanto como no poder proteger lo que quería de nuevo. Aún ahora, seguía creyendo que no era suficiente.

El teléfono vibró en uno de mis bolsillos. Seguramente sería Liessen, avisándome de que hoy tampoco habían conseguido hablar con él. Dejé el portátil a un lado en el sofá y agarré el móvil.

¿Podemos hablar?

Estoy en la cafetería que te gusta.

Kaiden. Pasé varios minutos leyendo una y otra vez el mensaje, como si en cualquier momento fuera a desaparecer. Pero no, realmente era Kaiden.

Por favor

Los dedos me temblaron cuando tecleé.

Voy.

No me importó en lo más mínimo ir en pijama. Me puse un abrigo y las botas y salí corriendo de casa. Durante todo el camino a pie, recé por que siguiera ahí cuando llegara, que no hubiera cambiado de opinión.

Ahí estaba, encorvado en la silla, golpeaba el pie contra el suelo nervioso. Tenía los ojos hinchados y ojerosos, me pareció más pálido que nunca. Ya había pedido dos cafés y las magdalenas que me gustaban. Nuestras miradas conectaron cuando estaba a unos metros de él.

Sentí que me quitaban el aliento y que, al mismo tiempo, volvía a poder respirar.

Inevitablemente, su nombre escapó de mis labios como un suspiro. No dejó de mirarme en ningún momento y, cuando me senté frente a él, habló, como si llevara horas ensayando lo que diría.

Quizás si que lo había hecho.

—Lo siento. Por todo, no pensaba nada de lo que dije. Jamás podría creer algo así de ti. Dejarte ir ese día siempre será uno de los mayores errores de mi vida. No mereces nada de lo que te dije. El TEI no justifica nada, no debería de hacerlo, pero es lo único con lo que puedo justificarlo. Estabas... sé que estabas dispuesta a entenderme, y ni siquiera te di la oportunidad de hacerlo. No te escuché y preferí echarte, cuando... lo peor que he hecho nunca ha sido vivir sin ti, Samantha. Y sé que pedir perdón no lo arregla, tampoco quiero que lo haga, pero joder, quiero ser egoísta... si me aceptas de vuelta, si me das una oportunidad, haré lo que sea con tal de volver a tenerte a mi lado. No concibo un mundo en el que no lo estás. Así que si quieres tiempo, te daré todo el tiempo del mundo, si quieres que vuelva a tomar la medicación, lo haré. Estoy dispuesto a enfrentarme a todos mis miedos si eso significa que te quedes. Cualquier cosa vale la pena si es por ti. Sé que puedes elegir marcharte y dejarme, pero por favor, no lo hagas.

Suplicaba como si supiera que ya me había perdido. Un intento desesperado por recuperar algo que creía que ya no le pertenecía.

Porque yo nunca le había pertenecido, pero había elegido quedarme.

—Estabas asustado —afirmé.

No sé qué esperaba que dijera, pero eso fue lo único que salió de mi boca.

—Lo estoy. Al menos ahora tienes el derecho que siempre te perteneció: puedes decidir que quieres hacer. Y si te vas, lo entenderé, por mucho que duela, por mucho que quiera rogarte que te quedes. Eres libre de irte.

Curiosamente, una de las cosas que se me pasó por la cabeza en ese momento fue Lily; ella y Kaiden tenían mucho en común, los dos creían que nadie era capaz de quedarse con ellos. Que, o bien nunca serían suficiente, o siempre eran demasiado.

—¿Volverías a tomar la medicación?

—Sí —respondió sin dudar.

—¿Por qué? No puedes hacerlo por mí, Kaiden, las cosas no funcionan así. Tienes que querer hacerlo por ti. No necesito un noble caballero vestido de armadura que venga a salvarme. Quiero que me quieras, no que me protejas a pesar de todo. Nos salvamos juntos, Kaiden, por eso te quiero. Tú me enseñaste a ser quien siempre quise ser, me enseñaste a andar para poder correr. Así que déjame hacer lo mismo por ti, si estás asustado, nos asustamos juntos. Pero no me prives de hacer por ti lo que tú hiciste por mí. Sé que estabas asustado, que creías que tenías que protegerme y que esa era la única forma. Pero si realmente quieres ayudarme, solo tienes que estar a mi lado, Kaiden. Y no me importa lo que hicieras antes de conocerte, no me importa lo que hayas hecho, porque yo me enamoré del chico que quería ser mejor persona, del que quería hacer las cosas bien. Yo también quiero ser egoísta; sigue siendo ese chico.

—Quiero serlo, Samantha. Es la única persona que quiero ser.

—No puedo culparte por estar asustado. —recordé.

—¿Qué?

Sabía que me había escuchado, pero lo repetí de nuevo.

—No puedo culparte por estar asustado. Me lo dijiste tú cuando te conté quién era.

Todavía recuerdo llorar y la forma en que sus palabras consiguieron hacer que me aleteara el corazón. Yo quería hacer lo mismo por él. Tardó unos segundos en volver a hablar.

—¿Qué decides, Samantha?

—Este es mi sitio, Kaiden. Tú formas parte de él.

Sus ojitos hinchados y rojizos brillaron de esperanza. Kaiden se levantó de la silla y se lanzó sobre mí, sin apenas darme tiempo a reaccionar. Me estrechó entre sus brazos casi hasta sacarme el aire de los pulmones. Ese abrazo sabía a añoranza y perdón.

—Gracias —susurró junto a mi oído.

Cuando le devolví el abrazo sentí que me devolvían una parte de mí.

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Hola holaaaaaaaaaa. Creo que nunca lo he dicho por aquí, pero si os apetece... SOLO SI OS APETECE *Si no lo hacéis os quedáis castigadas sin actualización. Nah, es bromita*, podéis seguirme en mis otras redes sociales, Instagram y Tiktok. ¡Podéis encontrarme con el mismo nombre!

Ahora sí, una vez ya terminado el momento spam. ¿¡QUÉ OS ESTÁ PARECIENDO LA HISTORIA!? Han pasado muchas cositas en los últimos capítulooooos. ¿Alguien se esperaba el secretito de Kaiden o lo he escondido bien? Nuestro bad badboy tenía muchas cosas que contar, ¿eh?

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora