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Liessen tenía mucho que perder.

Puede que mucho más que todos los que estaban allí. Quizás por eso no le tembló el paso mientras caminaba hacia el frente, ante la atenta mirada de los presentes y por lo mismo había estado dispuesta a obligar a mi madre a marcharse. En su mirada vi a la mujer fuerte que siempre supe que era, dispuesta a lo que fuera por defender lo que quería. Unos metros más arriba, su hijo luchaba por su propia libertad. Y ella lo sabía; Liessen no estaba dispuesta a fallarnos a ninguno.

Ni a Kaiden ni a mí.

—¿Es usted consciente de que todo lo que diga en este estrado será bajo juramento de verdad absoluta y, de no hacerlo, tendrá que atenerse a la ley del estado de Nebraska? —repitió el juez.

—Lo soy.

—¿Jura decir la verdad?

—Lo juro.

Llegó el turno de Linda.

—Díganos, señora Walls, usted conoció a Samantha casi desde el primer día que llegó a Nebraska, ¿cómo ha sido?

—Verá, yo dirijo una floristería cerca del centro de la ciudad. Había hablado con Samantha un par de veces por internet. Mi hijo me ayudó a colgar la oferta de trabajo en una página web. Ella estaba interesada en el trabajo, así que teníamos acordada una entrevista. Apareció a la hora justa; estaba tan delgada y parecía tan cansada que me sorprendí, además era muy joven. Mintió sobre por qué estaba en Nebraska, no mencionó quién era realmente y yo no la reconocí. No recuerdo muy bien qué dijo, algo sobre que necesitaba un cambio de aires. Sospeché que había algo más detrás, pero parecía tan fuera de lugar en la ciudad, que decidí no preguntar. Soy madre, una acaba desarrollando un sexto sentido para esas cosas... Le entregué mi número y el de Kaiden, por si alguna vez necesitaba ayuda.

—¿Por qué creyó que podría necesitar ayuda?

—Una víctima reconoce la mirada de otra. Sam tenía dibujado en el rostro que era alguien que estaba huyendo con la esperanza de que nada la alcanzara. Huir es duro, desde el primer paso hasta el último, pero muchas veces es el único camino correcto.

—¿Cómo es su relación con Samantha?

—Hemos pasado muchas horas juntas en la floristería. La vi llegar como una chica pequeña, en un mundo que no entendía y convertirse en una flor salvaje y libre. Nos hicimos amigas, ¿cómo no serlo? Ha hecho tanto bien a mi familia que se ha vuelto parte de ella. —Esta vez Liessen habló mirándome directamente a mí— La quiero como a una hija, lo es para mí.

Fue sanador.

Sabía que había perdido la oportunidad de tener una madre con Josephine, pero Liessen siempre me ofrecería la mano para ser lo que nunca había tenido. Yo también había aprendido a quererla como una madre.

—¿Usted le presentó a Kaiden, su hijo?

—Sí, cuando coincidieron en la floristería, les hice una pequeña encerrona para obligar a Kaiden a llevarla con él, Lily y sus amigos de fiesta. Estaba completamente segura de que se llevaría bien con Lily y tenía la esperanza de que ocurriera lo mismo con él. Aunque más tarde me enteré de que en realidad ya se conocían, son vecinos. Lo importante es que a partir de ahí Lily y ella se volvieron muy amigas y empezó a salir con Kaiden.

—¿Qué cambió a raíz de la relación que empezó con Kaiden?

—Todo. Nunca había visto a mi hijo tan feliz. Al principio se intentó hacer el duro, pero se le escapaban los gestos. Canturreaba mientras me ayudaba a descargar cajas para la floristería, se presentaba antes de tiempo para acompañar a Sam a casa, sonreía más... Preguntaba mucho por ella, muchísimo. Se comportaba como un chiquillo enamorado.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora