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¡Feliz nochebuena a todas! ¡Para celebrar las fiestas habrá capítulo nuevo en nochebuena, navidad, nochevieja y año nuevo!

Con Kaiden las cosas encajaban como un puzzle perfecto. Sus manos envolvían las mías, su cuerpo abrazaba el mío. Me gustaba pensar que éramos algo destinado a ser. Ahora, mientras nos balanceábamos por el salón tranquilamente, al ritmo de una canción que no conocía, mientras esperábamos a que dieran las doce, estaba más segura de ello que nunca.

—Tengo un millón de planes que tenemos que hacer. Quizás incluso escriba una lista —murmuró.

—¿Qué planes?

—Más cosas que aún no has tenido tiempo de hacer. Como ir al cine, llevarte a bucear, hacer esquí, ira un acuario, a un zoo, un parque de atracciones...

—Ya estamos haciendo una: nunca había bailado con alguien con quien quisiera hacerlo.

—Lo tacharé, supongo. Pero obligarte a hacer cosas nuevas es mi proyecto personal.

—¿Soy tu proyecto?

—Hacerte feliz lo es.

—Hay algo que todavía no entiendo.

—Pregunta.

—¿Cómo has conseguido rentar el restaurante entero?

Ni siquiera sabía que algo así pudiera hacerse en el Madison, sobre todo teniendo en cuenta que costaba mucho conseguir una mesa.

—Soy compositor.

—Lo sé.

—Te sorprenderías de la cantidad de cantantes famosos que puedes encontrarte por los pasillos de una discográfica. Y resulta que el dueño estaba dispuesto a matar a alguien con tal de conseguir un autógrafo de Justin Bieber.

No pude contener la risa, que vibró en mi garganta sobre el cuerpo de Kaiden.

—¿Así fue como conseguiste que dejaran entrar a Elvis al hotel?

—Exacto. El gerente era fan de Ed Sheeran.

—Increíble. ¿Puedes conseguirme uno de Shakira?

—Quizás.

—Oh, eso sería genial. Es genial, ¿sabes? Creo que si me gustaran las mujeres me casaría con ella. Es tan...

—Oye... oye... si sigues así vas a conseguir que me ponga celoso.

Le clavé un dedo en las costillas.

—Tú no eres del tipo celoso.

—Podría serlo.

Iba a decir algo, pero una suave alarma, que apenas duró unos segundos, me detuvo. Kaiden se separó ligeramente de mí, y me observó, inclinándose hacia mí, como si pidiera permiso. Me acerqué un poco a él hasta que nuestros labios se fundieron.

Esta vez era un beso muy distinto a todos los demás. Quizás porque por primera vez éramos algo que podía definirse, porque solo estábamos él y yo.

Ese beso sabía a una promesa, a un susurro al oído y a un corazón que se escucha latir con suavidad.

Cuando nos separamos lo primero que dijo fue:

—Feliz año nuevo, Samantha.

—Feliz año nuevo, Kaiden.

Retrocedió un paso y buscó en sus bolsillos. Sacó de uno de ellos el... el colgante que me había regalado.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora