Epílogo

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Llegó el día de dejar de esperar. Solo necesité tenerlo delante para saber que había valido la pena. A través del cristal de la puerta, vi cómo los guardas de seguridad dejaban a Kaiden y él recuperaba algunas de sus cosas.

Lo vi cerrar los ojos y suspirar cuando se puso la cazadora negra con las flores cosidas.

Cuando abrió la puerta, nos miramos por unos segundos. No sé que veía en mí, pero yo estaba descubriendo todas las cosas que habían cambiado en él durante los últimos tres meses.

Llevaba una ligera barba, tenía el pelo más largo, había estado haciendo ejercicio, porque podía notar sus músculos más marcados a través de la camiseta blanca. Pero en sus ojos seguían viendo al mismo Kaiden que me había cerrado la puerta en las narices el primer día.

La persona de la que me había enamorado.

Kaiden corrió hacia mí, enroscando los brazos en mi cintura y abrazándome, sujetando mi peso mientras dábamos vueltas. Corrí a entrelazar las manos detrás de su nuca.

—Siempre me haces dar vueltas —dije cuando me posó en el suelo, apoyando mi frente sobre la suya.

—Es tu precio a pagar por haber puesto mi vida patas arriba. Tú haces dar vueltas mi mundo, yo te hago dar vueltas a ti.

—Me parece justo.

—¿Sabes que no me parece justo a mí?

—¿El qué?

—Que no estés besándome ahora mismo.

Sonreí sobre sus labios antes de tirar un poco de su camisa para que se inclinara y terminar con la distancia que nos separaba. La barba me pinchó ligeramente contra la piel, pero ni siquiera un huracán podría haber detenido ese beso.

Sus labios reconocieron los míos y fue como volver a estar en casa después de un largo viaje.

Los besos de Kaiden solían saber a tabaco y menta.

Este sabía a principios y promesas. A para siempre. A que tres meses no eran nada comparados con una vida entera.

—¿Estás lista? —preguntó cuando nos separamos. con los labios ligeramente hinchados.

—¿Para qué?

—Para empezar, Samantha.

—Sí, siempre sí si es contigo.

—No sabes bien lo que me gusta escuchar eso.

Antes de que pudiéramos salir de la salita de espera, uno de los hombres que lo había acompañado a recoger sus cosas se acercó a nosotros con uan bolsa en la mano. Se la entregó al pelinegro.

—Aquí tienes, Kaiden —Entonces reparó en mi presencia—. ¿Es ella? —preguntó.

—Sí, Samantha, te presento a Bob, el guarda de la sección en la que estaba mi celda. Bob, ella es Samantha, el indudable amor de mi vida. Este hombre ha estado tres meses escuchándome hablar sobre ti. Al pobre deberían darle una medalla a la paciencia.

Enrojecí al escucharlo decir esas palabras. ¿En serio había hecho es?

Bob negó con la cabeza.

—La verdad es que ha sido interesante. Hacéis una muy buena pareja —replicó—. No quiero volver a verte por aquí, chico.

—Gracias, Bob. Te invitaré a nuestra boda algún día.

¿Podía ponerme más roja? ¿No? ¿Ya había alcanzado el nivel luz de semáforo? Me incliné ligeramente para ver el contenido de la bolsa, pero Kaiden fue más rápido y lo apartó de mi vista.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora