Diez años antes.
—Señorita Raid, ya miré debajo de la cama —respondió Oliver.
Me tapé con las sábanas hasta la barbilla, asegurándome que toda mis extremidades estuvieran cubiertas y ningún monstruo pudiera llevarme con él.
—Por favor, Oliver. Compruébalo otra vez —supliqué.
—Solo una última. Debe ir a dormir.
Suspiré, agradecida, y apoyé la cabeza en la almohada mientras Oliver terminaba de revisar. Ya lo había obligado a mirarte detrás de la puerta, en la ventana, bajo la cama y en el armario.
—No hay ni un solo monstruo.
Se levantó del suelo y caminó hasta la puerta. Habló una última vez antes de apagar la luz.
—Buenas noches, señorita Raid.
—Puedes llamarme Sam.
Conocía a Oliver desde siempre, que se dirigiera a mí por el apellido me parecía impropio e impersonal. Yo nunca lo hacía con él. El hombre suspiró, con la mano sobre el interruptor.
—Buenas noches, Sam.
—Buenas noches, Oliver.
Permanecí en silencio, acostada envuelta en la oscuridad. El viento del exterior arañaba las paredes y la lluvia golpeaba los cristales.
¿Y si era un monstruo intentando entrar por la ventana?
Pero Oliver ya la había revisado. No podía pedirle que volviera, ni siquiera me escucharía llamarlo. La casa era demasiado grande y su cuarto estaba bastante lejos.
Temblé cuando un trueno cayó cerca de la casa.
—Los monstruos no existen, Sam —dije para mí misma intentando convencerme.
No sirvió de nada.
De pronto, un golpe sordo sonó contra la ventana. Grité, saltando en mi lugar.
Contuve las ganas de llorar.
Ese monstruo iba a comerme y nadie lo escucharía.
De pronto, entre la lluvia, el viento y los truenos, escuché otra cosa. Un gorjeo.
Ignorando a cualquier monstruo me levanté de golpe y corrí de puntillas hasta la ventana. En cuando la abrí el agua empezó a mojar el suelo.
Ahí estaba. Era un... polluelo. Apenas tenía una plumita y ni siquiera se movió cuando lo cogí. Cerré la ventana con él en mis manos.
—Hola —murmuré.
Lo dejé en el suelo unos segundos antes de salir corriendo a encender la luz y coger una caja de zapatos que llené de tela. Deposité al animal con cuidado dentro.
—No pareces ningún monstruo, ¿sabes?
Por primera vez, esa sensación de vacío me pareció un poco más pequeña. Aunque ese animalito no pudiera salvarme de ningún monstruo.
Ya no estaba sola.
Desde la caja, el pájaro intentó volar. Apenas avanzó lo suficiente para salir de la caja antes de volver a caer estrepitosamente al suelo. Lo recogí y lo devolví al interior; tenía un ala rota. Seguramente por el golpe contra el cristal.
—Tranquilo, ¿vale? A partir de ahora vamos a ser amigos. Me encargaré de que vuelvas a volar.

ESTÁS LEYENDO
A Bad Badboy || EN CORRECCIÓN
RomansaSamantha ha huido de sus padres, sus amigas, su antigua vida, de sí misma y su ex novio. Sean. Pero Nebraska no puede esconderla de todo, sobre todo porque Sean es un encantador agente de policía que no entiende un no por respuesta. Así que cuando a...