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Observé mi dedo, aún manchado con la tinta negra después de que me pidieran las huellas dactilares. ¿Cuánto tiempo llevaba en esa habitación? El policía que me había traído me había ordenado que esperara.

¿Pero cuánto hacía ya de eso?

Se suponía que tenía derecho a una llamada, ¿no? Ya había dicho varias veces que quería hacerla, Liessen era la única que podía sacarnos de ahí. También había insistio en ver a Kaiden, pero había ignorado ambas cosas.

—¿Por fin empiezas a echarme de menos? Ya iba siendo hora de que aprendieras a valorar lo que tienes. Después de todo, mira lo que te ha traído ese chico. Al menos ahora está justo donde debe; en la cárcel.

La sangre se me congeló cuando vi a Sean entrando por la puerta. Tenía el pelo más largo y la barba desarreglada. Me sonrió con cinismo, acomodándose en la silla frente a mí. Me obligué a no temblar, a recordar que había decidido que él ya no tenía ningún efecto sobre mí.

—¿Tú vas a tomarme declaración?

—No es necesario. ¿Sabes lo que es la presunción de veracidad, cariño?

Cuando lo escuché llamarme así, no pude más que sentir verdadero asco. Negué con la cabeza, sin apartar la mirada de él.

—Significa que la palabra de un policía vale mucho más que la de un ciudadano. No necesitamos tu declaración porque la del agente al que tu... amiguito ha agredido es suficiente. Le ha costado un poco pronunciarlo, le ha roto un par de dientes, pero ya está todo transcrito y enviado.

No. No podía ser tan fácil, ¿verdad? Solo estaba mintiendo para conseguir asustarme. Eso era lo que Sean hacía siempre; controlar a la gente mediante el encanto o el miedo. Era imposible que pudieran hacerle eso a Kaiden...

—¿Te apetece que lo lea? —No esperó a que respondiera. Se inclinó sobre unos papeles en los que no me había fijado hasta ese momento— Me crucé con Samantha, la exnovia de Sean, iba a acompañada de ese chico. Los reconocí, por lo que sé, él tiene varias denuncias por violencia y conducta agresiva, es un manipulador en potencia. Sabía que había dejado a Sean por ese chico, porque él la había manipulado para que lo hiciera y la había apartado de su familia. No pude quedarme de brazos cruzados, así que intenté acercarme a ella para pedirle que me acompañara a comisaría y poder explicárselo todo, pero él se abalanzó sobre mí. Ni siquiera tuve tiempo de defenderme.

Abrí los ojos como platos e intenté alcanzar los papeles, pero Sean los apartó de mi alcance más rápido. Era... mentira, toda la declaración. ¿Eso valía más que mi palabra? ¿Que la de Kaiden?

—Eso es mentira. ¡Nada de eso ha pasado! ¡Él nunca ha...!

—Presunción de veracidad, mi amor. Claro que es legal, eso es lo que pasó. ¿Sabes qué le ha hecho a George? También he leído su parte de lesiones, tiene varios dientes rotos, la mandíbula desencajada, una muñeca torcida y le ha rebentado tres costillas. Y tu amigo solo se ha llevado un esguince de muñeca. ¿Qué crees que va a pensar todo el mundo?

Intenté golpearlo por debajo de la mesa, pero consiguió esquivar mis patadas.

—Eres un cabrón hijo de puta, y espero que te pudras en el infierno. Estás mintiendo, todo lo que estás diciendo no es verdad.

Aparté mis manos cuando hizo el amago de agarrarlas. Podía haberle escupidoa

la cara en ese mismo momento. Me miró, cabreado, y esta vez, cuando me agarró, consiguió inmovilizarse ambas manos.

Dejó una caricia venenosa sobre mi piel.

—No pasa nada, cariño. Sé que ahora lo ves así, pero ese hombre se pudrirá en la cárcel y pronto todo volverá a estar bien entre tú y yo, volverás a ver las cosas como son. Puede que aún estemos a tiempo de darle una alegría a tu madre y decirle que al final sí habrá boda.

Entonces me di cuenta.

Dejé de forcejear para soltarme y solo lo miré.

Sean se había creído sus propias mentiras. Tanto, que él realmente pensaba que estaba ayudándome. Se veía a sí mismo como un caballero con una damisela a la que salvar.

Pero yo no era una puta princesa.

—Te lo dije una vez, Sean, preferiría estar muerta antes que malgastar un solo segundo más de mi vida contigo. Puedes alejarme de todo el mundo, encerrar a Kaiden y quemar toda esta puta ciudad si quieres, pero yo jamás volveré a Seattle contigo. Hagas lo que hagas, tú ya has perdido. Así que ahora, si no vas a tomarme declaración, suéltame y abre esa puta puerta para que pueda salir de una jodida vez.

Su gesto de ternura daba miedo. Estaba completamente desquiciado.

—Cariño, ahora lo ves así, pero pronto te darás cuenta de todo lo que te ha hecho ese chico. Tranquila, estaré aquí esperando a que eso pase. De todas formas, está en prisión preventiva y no saldrá de ahí en un tiempo, hasta que llegue el juicio oficial. Él ya no puede hacerte daño.

Se levantó de la silla metálica y abrió la puerta. No necesité ni un segundo para levantarme. Al cruzar la puerta, dejó una caricia en mi espalda que me detuvo en seco. Me giré a mirarle una última vez.

—Si vuelves a ponerme una mano encima seré yo quien te golpee hasta que solo puedes comer papilla durante el resto de tu sucia y mediocre vida.

Salí, rezando en silencio por tener razón y que todo lo que había dicho no fuera más que otro de sus intentos de achantarme. Porque si no lo era, no tenía ninguna idea que pudiera sacar a Kaiden de allí.

*****

Bueno... eeeeeeeeh, la paz ha durado ¿cuánto? ¿Medio capítulo? JAJAJAJJAJA Además, creo que ha llegado la hora de avisaros de que (aunque todavía quedan unos cuantos capítulos), empezamos a acercarnos a la recta final. ¡Pero como he dicho,  todavía tenemos Sam y Kaiden para rato!

Pdt: No sé que voy a hacer con mi vida el dia en que termine esta historia.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora