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Miré a mi alrededor boquiabierta. Ese lugar no parecía el restaurante Madison. Pestañeé varias veces para contener las lágrimas. Solo quedaba una mesa en todo el salón, ya puesta, con algunos platos humeantes sobre ella. Todo estaba decorado como una fiesta de fin de año; guirnaldas, luces e incluso un árbol de Navidad. Y al fondo un enorme reloj se proyectaba en la pared. Kaiden incluso se había puesto un traje y mocasines.
—Kaiden has... has...
En cuanto abrí la boca las lágrimas saltaron de mis ojos; no encontraba palabras, así que en su lugar me colgué de su cuello , obligándole a inclinarse, y lo abracé con todas mis fuerzas, llorando sobre su camisa. Kaiden me envolvió contra su cuerpo con cariño y secó las lágrimas, aunque no dejaban de llegar más y más.
—Se supone que no he hecho todo esto para hacerte llorar.
Sollocé aún más fuerte, entre balbuceos.
—Son... son de alegría.
—¿Significa que te ha gustado?
¿Cómo podía preguntar algo así?
—Tú... cuando... cu-cuando... todo... mal. Tú... siempre... siempre bien.
Ni siquiera estaba segura de si lo que decía tenía alguna lógica. Kaiden me acunó ligeramente entre sus brazos.
—¿Co-cómo? ¿Por qué?
Dejó un beso en mi cabeza y apoyó la barbilla sobre ella.
—Me has devuelto algo que creía haber perdido, Sam. Te mereces el mundo entero, y quiero dártelo.
Sorbí por la nariz.
—Eres... eres luz, Kaiden.
El silencio se interpuso entre nosotros durante unos segundos. Miré hacia arriba, buscando su mirada; Kaiden me contemplaba con los ojos brillosos.
Me encantaba cuando se le iluminaban los ojos.
—¿De verdad? —preguntó.
—Completamente.
—Nunca me habían descrito así.
—Siempre he pensado que es la forma más adecuada de definirte —admití.
Me observó durante unos segundos más antes de asentir con la cabeza y soltarme. Añoré el calor de su cuerpo al instante.
—Los platos van a enfriarse y tú y yo tenemos mucho que hablar.
Esta vez fue mi turno de asentir; le seguí hacia la mesa y nos sentamos uno frente al otro. Había mucho de lo que hablar.
Pero yo solo quería seguir contemplándolo.
Cuando estaba alrededor de Kaiden todo parecía desaparecer. Todo parecía cobrar sentido y perderlo.
—Escuché los mensajes que me enviaste —admití.
Kaiden apartó la mirada, ligeramente avergonzado.
—No debí decirlo en un mensaje. Tendría que habértelo dicho mucho antes, en persona. Y nada de esto hubiera ocurrido. Lily me enseñó el vídeo de la entrevista, esa mujer...
—Hizo lo que sabía que conseguiría hacerme volver, pero no volverá a hacerlo. Su manipulación ha terminado.
—¿Por qué no me lo enseñaste? —cuestionó.
—Porque... decírtelo habría significado que era importante. Y me negaba a que lo fuera.
—Lo era. Lo es.
—Lo siento.
—Creo que yo tengo muchas más cosas por las que pedir perdón.
—Cuando escuché lo que le dijiste a Lily, yo... creí que te referías a Sean. Que ibas a apartarme porque era demasiado para ti.
—Escúchame bien, Sam. Jamás serás demasiado para mí, porque eres todo lo que necesito.
Kaiden siempre ponía tiritas en cada grieta. En todas y cada una de ellas.
—Tienes que dejar de decir esas cosas.
Frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Me confundes.
—Escuchaste los mensajes que te mandé. No creo que haya nada que confundir; te quiero, estoy enamorado de ti y puedo repetírtelo hasta que te lo creas.
Suspiré. Habría preferido no pronunciar lo que estaba apunto de decir, pero tenía que hacerlo.
—Creo que ambos tenemos demasiados problemas —admití.
No me atreví a mirar a Kaiden cuando lo dije.
—Pero me gusta lo que somos cuando estamos juntos, Samantha. Me gusta mucho.
No lo había admitido, pero tampoco lo había negado. Sabía que tenía razón.
—No va a ser fácil —seguí—. Aún menos ahora.
—No necesito que lo sea. Sería mucho más difícil aprender a volver a vivir sin ti.
Fue como un golpe directo al corazón y como un abrazo.
—Quiero poner normas —respondí.
Kaiden sonrió. Sabía en qué estaba pensando; en otras normas muy distintas que ya habían fracasado.
—Creo que esto me suena de algo.
—Esta vez no vamos a saltárnoslas —añadí.
—Adelante. Empieza tú.
Cogí aire.
—Si te... si te cansas de esto, si decides que no vale la pena, me lo dirás.
—No ocurrirá —respondió rotundo.
—Pero si lo hace, me lo dirás.
Pasar toda tu vida sin amor, lo quisiera o no, traía sus consecuencias. Una de ellas
era que costaba creer que alguien pudiera creerte.
—Vale. Ahora me toca a mí: tienes que dejarme apoyarte, si Sean es tu problema ahora también es el mío.
—Pero... —intenté replicar.
—Tú pones tus normas y yo las mías.
A regañadientes, no me quedó otra que aceptar.
—Se acabaron las mentiras.
Para él y para mí.
—Se acabó salir corriendo.
Aparté la mirada de Kaiden, con las mejillas encendidas de vergüenza. Él ignoró mi reacción y entrelazó su mano con la mía sobre la mesa. Su tacto seguía siendo suave y delicado, como... como volver a casa.
—Trato hecho —concluí.
Pero había una última cosa que preguntar, aunque a estas alturas ya debería tener bastante clara la respuesta.
—Entonces... ¿Qué somos ahora?
—Dos idiotas enamorados.
—Esa no es una respuesta, Kaiden.
—¿Tantas ganas tienes de que te llame mi novia?
Sí, claro que sí.
—No sé de qué me hablas.
—Claro que sí. Eres mi novia, minion ladrón. Ya no puedes huir de mí.
Rodeé los ojos en un gesto exagerado.
—Uff, que miedo. Creo que he cambiado de opinión.
Me miró con una de sus habituales sonrisas socarronas. Dios, las había echado
tanto de menos.
—Ahora vamos a disfrutar de tu nochevieja.
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A Bad Badboy || EN CORRECCIÓN
Любовные романыSamantha ha huido de sus padres, sus amigas, su antigua vida, de sí misma y su ex novio. Sean. Pero Nebraska no puede esconderla de todo, sobre todo porque Sean es un encantador agente de policía que no entiende un no por respuesta. Así que cuando a...