8- Tranquilidad

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Barcelona

Al día siguiente, Adrián no fue al colegio, así que se quedó solo en casa.

Pasadas las horas, llamaron a su puerta. Él fue torpemente con las muletas.

- ¿Quién es?- preguntó antes de llegar a la puerta.

- Soy Leire.- dijo ella desde el otro lado, haciendo que el chico cogiera el pomo con odio y desagrado.

- ¿Qué quieres?

- Me mandó la profesora a tu casa para explicarte lo que dimos.

- ¿Por qué tú y no Jack?

- Porque soy tu compañera de mesa.- pasó y le preguntó.- ¿Qué tal te encuentras?

- Bien hasta que llegaste tú.

- Mira tío, he venido con toda la intención del mundo a ayudarte dejando de lado el odio que te tengo. Así que como sigas por ese camino me voy y dejo que suspendas todas las asignaturas.

- Vale, vale. Perdón.

- ¿Te lo explico en tu habitación o en el comedor?

- Mejor en el comedor porque no llevo bien lo de subir las escaleras.

- Vale.

- ¿Y mi hermana?

- Va a comer con Alba y Alejandro en su casa. ¿Y tus padres? ¿Aún no llegaron?

- No, van a comer con el equipo porque es el último entreno de mi padre.

- Oh, pobre. ¿Lo lleva bien?

- Bueno... Tiene días buenos y días malos.

- Bueno, cuando vuelva ya hablaré con él.

- ¿Eres psicóloga ahora de repente?

- Sabes perfectamente que quiero estudiar bioquímica, no psicología.

- ¿Tú bioquímica?

- Sí, ¿vale? A tí tampoco te veo haciendo ingeniería industrial y no me quejo.

- Te acabas de quejar.

- Lo hice porque tú lo hiciste.

- Pero lo has hecho.

- Agh. No te aguanto.

- Hay un problema.- dijo cambiando de tema.

- ¿Qué?- gritó estresada.

- Tengo arriba las cosas del colegio.

- ¿Estás de coña?

- No.

- Voy a buscarlas. Quédate aquí.- se levantó de la silla.- ¿En qué parte de la habitación está tu mochila?

- No entres en mi habitación. Voy yo.

- Adrián, te han operado ayer. No te voy a dejar subir las escaleras. Tienes que estar en absoluto reposo. Subo yo.

- Que no. No quiero que estés en mi habitación.

- ¿Por qué?

- Porque sí.

- No me lo puedes impedir, así que voy a entrar.

- Que no.- gritó levantándose de la silla.

- Quieto ahí. Te vas a hacer daño.

- Joder. Ya me lo he hecho.- dijo sentándose de nuevo cerrando fuertemente los ojos.
- Te pasa por tocapelotas. Vengo ahora.

La chica subió y al entrar a la habitación fue al escritorio para coger la mochila que estaba encima de la silla. Al acercarse se fijó en un cuadro que había en el estante que había encima de la mesa. El cuadro tenía una foto de ellos dos juntos con 4 años vestidos con la ropa de los padres de Adrián. Sonrió con ternura, lo dejó en su sitio, cogió la mochila y bajó las escaleras. Cuando llegó al comedor se acercó a él.

El padre de mi hijo- Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora