Prólogo

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Lydia
La luz del amanecer se filtra a través de las cortinas de satín que adornan las paredes de cristal de mi habitación. Por unos minutos me niego a levantarme. Es domingo, mi único día libre en meses.

Hasta que un delicado olor a beicon y huevos revueltos me hace querer abandonar mi cama. Observo la hora en mi teléfono y veo que son las nueve y media. Sí, en efectivo es hora de despertar.

Con pasos perezosos bajo las escaleras que conducen hasta el comedor. Una música inunda todo el apartamento.

Al terminar las escaleras puedo observar la figura responsable de preparar mi desayuno: Grace, mi mejor amiga, lo más cercano a una familia que tengo.

Llevaba casi un mes fuera del país y había regresado en la noche.

Me acerco lentamente para que no me escuche y la asusto por detrás, se sobresalta un poco, pero sonríe por el contacto. Nos abrazamos.

—Madre mía —dice tocando su frente —. No puedo creer que a esta hora aún estés en la cama.

—Oye, dame una pausa, ¿quieres? Es la primera vez que me dedico un día en meses.

—Sí, yo imagino. Deberíamos ir a la peluquería, a la manicura y de compras. Llevamos tiempo sin hacer esas cosas juntas.

—Claro, deja que me vista y nos vamos —me dispuse a irme y ella se aclaró la garganta para llamar mi atención. Me giré y señaló el desayuno con su índice.

—No llevo una hora preparando esto por gusto, siéntate y cuando desayunemos nos vamos. Tenemos mucho que contarnos.

Asentí y obedecí.

Al cabo de una hora después ambas salimos hasta el estacionamiento para buscar mi auto y emprender nuestro día de chicas.

Logramos completar nuestro itinerario y nos dirigimos hacia un restaurante chino para almorzar.

—Y cuéntame ¿cómo va todo con Bruno? —dijo tomando un sorbo de su bebida.

— Todo es…complicado —confieso sin apartar mi vista de la mesa.

Bruno es la persona con la que estoy “saliendo” aunque en realidad él es casado.

Así que creo que lo más correcto sería decir la persona que estoy viendo.

Llevamos tres años en esta historia. Se casó hace dos años por obligación de ambas familias para mantener un contrato millonario. Ella es bióloga marina. Pasa la mayor parte del año viajando, lo que nos ha dado más libertad a la hora de vernos, pero esto no hace que me sienta menos mal.

—Hace una semana dije que necesitaba un tiempo. No le he vuelto a escribir, aunque sabes que es un poco difícil ignorarlo. Empezando por el hecho de que es mi jefe y tengo que interactuar de forma obligatoria con él diariamente.

—¿Por qué no valoras la posibilidad de cambiar de trabajo?

—Ni muerta.

Cuando me gradué de la universidad de Relaciones Públicas fui el primer expediente en mi año y hablo 3 idiomas, además logré conseguirme muchos contactos gracias a mi padre, que era un reconocido compositor.

Así fue como me reclutaron los “Premiun Buddy” una agencia de managers muy reconocida para la que mi padre trabajó toda su vida hasta que murió hace años atrás de cáncer.

Representamos todo tipo de celebridades desde modelos hasta cantantes de alto rango. Los padres de Bruno son los dueños de esta, y por supuesto él es el jefe de todo.

Así fue como nos conocimos. Como empleada y superior. Es cierto que al principio todo fue admiración de ambas partes, y al final surgió algo más.

Nuestra relación (o lo que sea que tenemos) aún es un secreto para muchos.

—Necesito la experiencia que me brinda ese lugar, Grace —le comenté moviendo la pajita dentro de mi bebida —. Todos me admiran y respetan, además, no te imaginas todas las celebridades que conozco a diario y piden que sea su mánager. Es algo muy reconfortante.

—Sí, aunque siempre dices que no a estas peticiones. El día que llegue Robert Downey Junior me haces saber, a ese no le puedes decir que no o terminarás muerta, chica —dijo riendo —. Yo te entiendo. Pero te admiran y respetan por quien eres. Lo harán en cualquier otro lugar porque la clave eres tú.

Negué con la cabeza.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora