Lydia
Agradecí que a Jordan no se le ocurriera cubrirme los ojos como la última vez. Temía tropezar, caer y arruinar mis zapatos. Todo debía salir perfecto.
Entramos en el enorme vestíbulo, que se hallaba vacío. Solamente un empleado de traje nos recibió y se introdujo en el ascensor con nosotros.
—Este hotel siempre tiene huéspedes. No me digas que lo rentaste por completo.
—No lo hice... —suspiré aliviada —. Fue mi padre —abrí mi boca para reclamar, pero habíamos llegado al lugar que aparentemente era el objetivo.
La belleza del lugar, la decoración y el ambiente eran suficientes para dejarme inmóvil.
—¡Feliz cumpleaños! —gritaron al unísono todas las personas de la fiesta. Se acercaron a mí uno a uno a saludarme.
Cuando terminó la hora de los saludos, Jordan me llevó hasta la mesa que compartíamos con nuestra familia y amigos más cercanos. El lugar era perfecto. Todos reíamos y charlábamos en voz alta. A medianoche, trajeron un enorme pastel, decorado con flores, de color blanco y azul. Como mi vestido.
—¿Cómo sabías que iba a venir así? —le pregunté a J mientras cortaba el pastel.
—Tengo mis métodos...y tal vez amistades que harían lo posible por verte feliz. Levanté mi vista y ahí estaba Grace junto a Dan sonriendo.
Bailamos, bebimos, nos reímos de las anécdotas de nuestras madres avergonzándonos delante de nuestras amistades y compañeros de trabajo. Los regalos estaban en una gran montaña al lado de la piscina que adornaba el centro del lugar. Decidí que los abriría más tarde. Hasta que decidimos ir a las habitaciones sobre las cuatro de la mañana.
Este lugar era otra parte increíble del hotel. Las vistas a las luces de la bahía eran increíbles. Todo era hermoso.
Apenas entramos en esta, un Jordan travieso me arrastró hasta el enorme ventanal de cristal. Abrazándome por detrás, comenzó a besar mi cuello.
—Tu olor es la parte más adictiva de ti — me dijo al oído en su susurro, que me hizo estremecer —. ¿Puedo romper este vestido? Te prometo que te compraré diez exactamente iguales.
—No, pero puedes quitármelo y te buscaré algo que si puedas romper.
Él pareció satisfecho por mi oferta y comenzó a bajar la cremallera trasera de mi vestido. Se aclaró la garganta y se quedó inmóvil. Tal vez por el hecho de que no usaba nada excepto una prenda interior que prácticamente era invisible, solo un triángulo de tres listas de tela.
—¿Quieres que muera?
Sonreí y estiré los brazos hacia delante y retiré el vestido completamente.
Pasó sus manos desde atrás hasta que llegó a mis pechos, comenzó a masajearlos suavemente, mientras besaba mi cuello. Bajó hasta mi espalda, dejando besos y mordidas delicadas. Se colocó de rodillas debajo de mi para acariciar mis nalgas y ahí también mordió.
Me hizo girarme hasta quedar de frente. Deslizó su mano hasta mi entrepierna y comenzó a acariciar mi entrada a través de la tanga. Acercó sus labios hasta allí. Comenzó a besar por encima de la tela. Tomé de su cabello para mirarlo y hablarle.
—Escuché que cada habitación tiene su propio jacuzzi.
Mordió sus labios con fuerza.
—Definitivamente, me vas a matar — sonreí y le lancé un beso.
Tomó la parte posterior de mis muslos y me cargó. Llevándome hasta el lugar que pedí. Me sentó en este, mientras dejaba su ropa en el suelo. Mis brazos apoyados en el borde del jacuzzi y Jordan se colocó sobre mí, besándome. Su cuerpo me apresaba y sus manos inquietas no dejaban de succionar mis pechos Tiré la cabeza hacia atrás por la sensación. Abrió mis piernas y me penetró de un poderoso empujón.
—¡Mierda! Estás tan estrecha que es increíble.
Gemí y me abracé a su cuerpo, comenzó a embestirme con fuerza y profundo. Clavé mis uñas en su espalda hasta que sentí que jadeó de dolor. Me dio la vuelta, tomó mis manos y me hizo apoyarlas sobre el borde. Tomó mis caderas por detrás y comenzó a embestirme. Sus movimientos eran bruscos, aunque precisos. Sentía el sudor correr por mi frente. El sonido del agua salpicando y sus muslos con los míos, además de nuestros sonoros gemidos, eran excitantes.
—Me voy a... venir —le dije cuando sentía que estaba al borde.
—Yo también ¡Feliz cumpleaños!
Cuando me recuperé, J se corrió temblando.
ESTÁS LEYENDO
La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...