Capítulo 40: Debo irme

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Lydia

Gracias a todas las veces que le pedí a dios porque todo saliera bien, así fue. Solo quedaba esperar que la película se editara correctamente y no hubiese más problemas. Para mi total asombro recibí una llamada del productor de la serie Royal, en la que Jordan era protagonista, pidiendo para hacer una adaptación a película de la serie. No podía creer lo que estaba logrando. Mis ojos se llenaron de lágrimas y la emoción se dibujó por todo mi rostro.
Tuve que marcharme de la fiesta o iba a perder mi vuelo. No podía ni siquiera mirar a Jordan, me sentía terrible por haberle mentido sobre adónde iba, pero no podía explicar más.
Aprovechando que teníamos unos días de vacaciones necesitaba arreglar todos mis pendientes, descansar en la soledad de mi apartamento y tratar mis asuntos con Bruno sin presiones ni sugestiones.
Aunque al parecer alguien tenía otros planes.
Jordan apareció casi sin aliento en el momento que iba a abordar el avión. Se detuvo un segundo y me acerqué para evitar que tuviese que levantar la voz.
Mi expresión era una incógnita.
—No vas a ver a tu mamá ¿cierto? — comenzó diciendo y pude distinguir el dolor en su voz.
—J, perdona, yo…
—Te vas con él.
—Las cosas no son como piensas, necesito tiempo.
—Está bien, pero antes déjame decirte algo… –se acercó y sus manos temblaban —. Quiero que sepas que no me importa nadie ni nada más que tú. Estoy enamorado de ti, completamente. Te amo tanto, tanto que si el escándalo que casi me hace perder mi carrera fue lo que me hizo encontrarme contigo no me importa. Lo repetiría mil veces más. Mi vida comenzó a tener sentido por ti. Y tenerte en mis brazos ha sido lo mejor que he vivido en toda mi puta existencia.  Quédate conmigo, por favor.
Estábamos de pie en medio del pasillo. Él tembloroso, con su nariz roja y humo saliendo de sus labios.  Yo con mi maleta en una mano y mi chaqueta de cuero en la otra. No podía moverme, ni hablar. Estaba sin aliento y creía que me iba a desmoronar.
—Debo irme, J —fue lo único que salió de mis labios. Di la vuelta y arrastré mi maleta por todo el asfalto hasta llegar a la escalerilla del avión. Sin mirar atrás subí por ellas y me dejé caer en uno de los asientos con la cara entre las manos. Comencé a llorar hasta que dolía. Tenía que aclarar todo lo que estaba ocurriendo en mi vida.
Sin dudas su declaración me tomó de sorpresa, pero agradecí en el fondo por facilitarme las decisiones que debía tomar.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora