Capítulo 42: Ruptura

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Lydia

Eran pasadas las diez de la noche. La sala de estar estaba casi a oscuras, solo iluminada por la televisión, mis dedos bailaban cambiando de un canal a otro. Nada llamaba mi atención hasta que decidí simplemente ponerlo en silencio. Recosté mi cabeza al borde del sofá y dejé caer el control a mi lado.
Mi mente viajaba repetidamente a lo que había ocurrido en la tarde.
Había llegado a casa sobre las cuatro. Decidí que primero debía comer algo, la conversación que le debía a Bruno iba a ser larga. Me comencé a preparar unos huevos con queso. Tomé mi teléfono y busqué su contacto. Me percaté de que había recibido un mensaje suyo preguntándome si ya había llegado. Lo llamé y descolgó al segundo timbre.
—¡Hola! ¿Amor, ya estás en la casa? —su voz se escuchó al otro lado.
—Sí, ven cuanto antes.
—En una hora termino y voy para allá. Te quiero.
No respondí, simplemente colgué. Suspiré. Al cabo de una hora y poco más, el intercomunicador sonó. Fui hasta él y lo presioné.
—Sube —dije sin más al ver la figura de Bruno asomándose con las manos en los bolsillos de su chaqueta.
Me senté en el sofá. Dejé la puerta del apartamento abierta para facilitarle el acceso. En un minuto su silueta apareció. Cuando me vio esbozó una sonrisa amplia. Cerró la puerta tras de sí y se acercó a besarme. Me quedé inmóvil, no quité mi rostro, pero tampoco correspondí.
—¿Qué pasa, Lydia? —se sentó a mi lado y me miraba preocupado —. ¿Hice algo malo?
—Ese es el problema. Que no hiciste nada.
Me miró interrogante.
—Voy a ser clara —suspiré y me giré de forma tal que quedé de frente a él en el sofá —. Ese es el problema, que no has hecho nada, nos conocemos desde hace cuánto ¿Tres años? Y he sido tu amante todo ese tiempo. No has demostrado en ningún momento que quieras avanzar conmigo —fue a decir algo y lo interrumpí —. Déjame hablar —asintió —.  Sé que todo tu matrimonio fue consensuado, que ella pasa su vida viajando y casi nunca está contigo, pero a pesar de todo sigue existiendo. Me encantaría que en algún momento hubieses pensado que estar conmigo era más importante que cualquier otra cosa. Lo siento si ahora mismo es la excusa que estoy usando para terminar contigo.
—¿Qué dices? —su voz pasó de calmada a eufórica en segundos —. No me puedes hacer eso. ¿Cómo puedes decir algo así?
—Y siento que estoy siendo falsa — continué sin dejar que su comentario me afectara —. Cuando el verdadero motivo por el que estoy haciendo esto es porque quiero encontrar a alguien para quien yo sea prioridad.
Su rostro estaba descompuesto, sus ojos estaban inundados en lágrimas y sus manos temblorosas atraparon las mías. No pude evitar llorar yo también.
—Esa persona ya apareció ¿verdad? — dijo entre hipidos, mirándome, tratando de leer mis pensamientos —. Es ese actorcillo que representas...
—No lo hagas más difícil. Vuelve a casa y olvida todo lo que tuvimos —y liberé mis manos de las suyas. Me coloqué de frente al televisor.
—Sabes bien que nunca podría olvidarme de ti y en cuanto a...mi esposa, sabes bien la historia detrás de este matrimonio.
—No me corresponde a mí sufrir por una promesa que no hice.
Se puso de pie aún tembloroso y se dirigió hasta la puerta, no podía mirarlo. Antes de salir giró su cabeza y me dijo por encima del hombro:
—Espero que él pueda darte todo lo que yo no pude...aunque lo dudo. Sólo es un crío arrogante —sin más salió del departamento y tiró la puerta tras de sí.
Apoyé mi cabeza en las manos y comencé a llorar. A pesar de todo me dolió la forma en que terminaron las cosas, pero no podía vivir una doble vida. No entendía cómo había tenido el valor de hacer esto, la única explicación sería que de verdad estaba enamorada de Jordan. Ahora lo sabía.
Cinco horas habían pasado desde el incidente y volví a aterrizar en mi sala de estar, en la oscuridad. Pensando en todo a la vez, pero convencida de que había sido la decisión correcta.

Los días siguientes fueron una especie de limbo. No tenía deseos de hacer nada. Solo concentrarme en adelantar mi maestría. Decidí continuar con ella a pesar de que me habían pedido que me concentrara solo en Jordan. Me gustaba obtener méritos por mis propias acciones. Odiaba que me regalaran las cosas. Las podía obtener por mí misma, siempre lo había hecho.
Una noche, estaba en mi rutina de sentarme frente al ordenador, cuando un e-mail entró a mi cuenta. Cabe decir que desde que llegué ignoré por completo el celular. Ni llamadas ni mensajes inoportunos, solo me comunicaba a través del e-mail.
Hola, mi amor. Buenas noches. Disculpa molestar a esta hora, pero algo ha pasado. Necesitamos que vuelvas de inmediato. Es Jordan. Te necesitamos.
De inmediato encendí mi celular y marqué el contacto de Grace. Ella descolgó luego del primer timbre.
—¿Qué pasó? ¿Él está bien?
—Será mejor que tomes un vuelo hasta aquí.
Y me colgó. De inmediato obedecí y me dispuse a buscar un vuelo lo más pronto posible. Estaba temblando, no entendía el porqué de tanto misterio y comencé a sospechar que algo terrible había ocurrido.
Para mi alivio, pude encontrar un vuelo a las seis de la mañana y sin pensarlo lo tomé.

Horas más tarde

Mi pulso estaba tan acelerado que casi podía escucharlo a través de mi piel. El camino hasta el ayuntamiento parecía eterno y apenas llegamos bajamos casi corriendo del auto. La comisaría estaba sospechosamente tranquila. Seguro nadie había descubierto aun lo que ocurría. Fue un alivio. Nos presentamos en la recepción y dijimos el motivo por el que estábamos allí e inmediatamente un oficial nos condujo hasta la celda provisional donde se hallaba Jordan.
—El chico está en problemas. Sabemos que es una celebridad y por eso intentamos que esto no fuera de dominio público, pero no creo que sea por mucho más tiempo.
Todos estábamos en silencio, nadie sabía que decir. Dan estaba a mi lado y tomando a Grace de la mano. Por un segundo, me tomó de sorpresa, al parecer había algo más entre los dos. Pero la realidad es que en ese momento no pensaba cuestionar nada. Cuando llegamos hasta Jordan reprimí un quejido al ver su estado. Su rostro estaba extremadamente pálido, con ojeras bien marcadas, su ropa magullada por todos los lugares. Corrí hacia él y choqué mis manos con las barras de metal.
—Amigo, estás terrible —le dijo Dan observando tan horrorizado como yo su estado.
—J ¿Qué pasó? ¿Estás herido? — pregunté. 
Él también corrió hacia mí, tomando mis manos a través del frío metal.
—Escúchame, yo puedo explicarlo —me dijo ignorando la pregunta que le habíamos formulado —. No sé que sucedió. Estaba en ese club y ella se acercó a mí…
—¿Ella? —esta vez fue Grace la que habló.
—El chico está acusado de agresión e intento de abuso sexual —la voz del oficial se escuchó detrás de nosotros.
Un ruidoso ¡¿Qué?! Salió de nuestras tres bocas, acompañado del asombro de una cosa a la otra. Volteamos el rostro hacia el aludido a la vez. Separé mi mano de la suya.
—Yo lo puedo explicar —comenzó él, casi llorando —. No fue así como sucedió.
—¿Cuánto sería la fianza? —inquirió Dan.
—Cinco mil —fue la respuesta del oficial.
—Bien —intercedí yo —. Los pagaremos y saldremos de aquí antes de que alguien más descubra esto.

Esa era nuestra prioridad, las explicaciones vendrían después.
Logramos sacar a Jordan de allí sin levantar sospechas. Pagamos la fianza y nos dirigimos hasta la mansión, cuando recibo una llamada del señor Dorian por una de las líneas y la de Geidy por la otra.
<<Mierda, esto no puede ser bueno.>>
—Lydia —me llamó Grace sosteniendo su teléfono en la mano —. Mira esto.
En ese momento estábamos dentro del auto. Jordan, con sus dedos sobre la sien, acostado en los asientos de la tercera fila. Dan, Grace y yo en la segunda, temblando y mirando por turnos hacia atrás para comprobar que estuviese vivo aún.
Las noticias corrían muy rápido. Era un reportaje de una chica con hematomas en el rostro dando una entrevista a un reportero sobre como Golden J, el famoso actor que muchos respetaban había abusado sexualmente de ella y agredido.
Creo que nunca en mi vida me había puesto tan pálida como en ese instante, todos nos quedamos boquiabiertos. De repente J salió de su comodidad y extendió su mano para quitarme el teléfono que descansaba en mis temblorosas manos. Una vez lo tuvo, lo lanzó por la ventana del auto.
—¿Qué carajos crees que haces? –
—le grité colocándome de rodillas sobre el asiento y girándome hacia él.
—Yo te compraré uno nuevo, Grace. Eso es todo mentira. Está mintiendo.
—¿En serio? Porque sus hematomas parecen bastante reales para mí.
—Te juro que no estaba así cuando la dejé en su apartamento.
No podía creer lo que estaba escuchando. El dolor en mi pecho era insoportable. Me sentí como una completa estúpida. De verdad creí que se había enamorado de mí, me rendí ante sus palabras como una adolescente inmadura. Él solo esperó que despegara el avión y ya estaba revolcándose con otra.
—¿Sí? —pude decir al fin —. Veremos si este revolcón casual no hace mierda tu carrera una vez más —sentencié dejándome caer sobre el asiento.
—Lydia … —intentó decir cuando la voz de Dan resonó dentro del auto.
—¿Quieres callarte de una puta vez? Es suficiente —Dan tenía su rostro rojo de la rabia —. Chofer, vaya hacia el Motel más cercano. Vamos a pasar el resto del día allí, a estas alturas será imposible regresar a la mansión. Temo que una horda de reporteros debe estar ya en los alrededores.
Jordan suspiró y volvió a su posición inicial.
Tenía deseos de golpearlo hasta cansarme, preguntarle por qué había hecho eso, patearlo. En lugar de eso decidí apagar mis emociones como solía hacer cuando algo me afectaba más de la cuenta.
La Lydia de la cabeza fría, que escondía su desagrado e incomodidades para no mostrar ninguna emoción era la que necesitaba esta situación, la que me había mantenido a flote dentro de las mareas de tiburones que nadan dentro de nuestra industria.
Ahora mismo la jodida chica que se había enamorado de una causa perdida, pensando que podía cambiarlo, no servía para nada.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora