Jordan
El repicar de la lluvia en las ventanas de cristal me hizo despertar. Abrí los ojos para percatarme de que estaba solo en la cama. Por un momento, me asusté hasta que pude ver a Lydia de pie en el centro de la habitación, con mi camisa puesta y mirando hacia fuera. Mi corazón dio un vuelco al imaginar que se podría arrepentir de lo que había ocurrido.
Lentamente, me levanté y acercándome a ella contuve el aliento. Al darse cuenta de mi presencia, giró un poco el rostro y me sonrió. Por algún motivo eso me alivió.
-¿La lluvia despertó a mi bello durmiente? -dijo cuando la abracé por detrás.
-Sí -respondí haciendo pucheros y enterrando mi rostro en su cuello para sentir su olor -. Hubiese querido despertar de otra manera, ahora estaré de mal humor todo el día.
-Ah, ¿sí? -dijo girándose para quedar frente a mí y colocó sus manos sobre mis hombros -. A lo mejor puedo cambiar eso.
-Esperaba que lo hicieras -la besé sin poder resistirme más.
Mi mano acarició con delicadeza por debajo de la camisa, solo para descubrir que estaba completamente desnuda. Mi erección se hizo presente, inevitable.
-No llevo nada -confirmó.
-No lo necesitas.
La tomé en mis brazos, sin separarme de sus labios, llevándola hasta la cama y dejándola caer debajo de mí. Abrí la camisa que usaba y comencé a besar con delicadeza su piel.
Ahora que había recuperado el control sobre mí mismo... iba a aprovecharlo al máximo.
Sus vellos se ponían de punta cada vez que recorría con mi lengua la línea desde la mandíbula hasta su cuello. Me deleité con esta zona, divirtiéndome viendo como su respiración se agitaba cada vez más. Bajé hasta sus pechos, lamiendo con suavidad y dejando pequeñas mordidas sobre ellos. Su cuerpo comenzó a retorcerse e intentó apartarme. Tomé sus manos y las apresé a ambos lados de su cuerpo.
-Dijiste que querías mejorar mi día - continué chupando sus bonitos pezones -. ¿Lo harás?
Ella asintió, levantó sus manos para sostenerse del respaldo de la cama y se mordió los labios.
Mi boca siguió un lento recorrido por todo su abdomen, lamiendo cada centímetro de este. A medida que bajaba, su cuerpo se tensaba cada vez más.
Hasta que llegué hasta su parte más íntima. Un gemido casi doloroso salió de sus labios cuando sintió mi respiración sobre esta. Levanté mi cabeza para asegurarme de que estaba bien.
-No tienes que hacerlo...ya estoy lista.
-Y, ¿quién dice que lo hago para prepararte? Quiero mostrarte todo lo que mejor sé hacer.
-Presumido -dijo y volvió a sostenerse más fuerte del respaldo, abriendo las piernas -. Muéstrame entonces.
Sonreí, levantando mi ceja.
Mi lengua inició el recorrido a su interior. Lamiendo y succionando con suavidad. Así estuve unos minutos, explorando sin detenerme, con una de mis manos comencé a acariciar el punto de placer (que las mujeres creen que no conocemos). Ella emitió un gritito cuando tracé círculos sobre él, mientras que con mi lengua continuaba incesante.
-Eso...me gusta...mucho -dijo en un suspiro ahogado. Una capa de sudor se extendía sobre todo su cuerpo.
-Lo sé -aceleré los movimientos en mi afán por llevarla al límite.
Mi erección dolía, mi mano libre la acariciaba, y aunque no podía prestarle atención, sentía que iba a correrme solo de ver el cuadro sobre mí. Ella no sentía vergüenza de sus gemidos, al contrario, cada vez eran más sonoros, se escuchaba como una jodida estrella porno. Sus mejillas estaban coloreadas, sus labios entreabiertos me hicieron saber que no le quedaba mucho.
Algunos movimientos de mi mano después, atrapó mi cabeza entre sus muslos temblorosos cuando alcanzó el clímax.
-Eso se sintió...uff...lo máximo.
Una sonrisa petulante se dibujó en mi rostro, me subí encima suyo. Sin preámbulos, la penetré de forma violenta. Su cuerpo convulsionó en sorpresa.
-¿Cómo puedes estar tan húmeda y estrecha a la vez? -dije en su oído.
Las embestidas eran fuertes y profundas, sosteniéndome de sus caderas para mantenerla inmóvil. Me había excitado tanto verla correrse que ya no tenía control. Ella levantó sus piernas y las enredó alrededor de mi cintura, dándome un mejor ángulo de profundidad.
-Más fuerte -demandó.
Obediente, continué acelerando mis movimientos hasta que sentía que no podría detener más mi orgasmo. Su jadeo final me hizo liberarme por completo. Antes de que ocurriera salí de su interior y liberé mi esencia sobre su tembloroso estómago.
Nos quedamos mirándonos fijamente, con nuestras respiraciones agitadas.
-Nana ¿Qué has hecho conmigo? Nunca me había sentido así con nadie -le confesé cuando su imagen debajo de mí me hizo querer quedarme ahí para siempre -. Te lo juro.
-Supongo que ya somos dos -respondió sonriendo -. Pero antes de seguir con las confesiones creo que necesito una ducha.
Asentí.
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La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...