Capítulo 54: Hecha para tí

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Jordan

-Déjame hacer el desayuno a mí -pedí saltando de la cama -. Quiero mostrarte que además de todas mis cualidades, soy material de novio.
-¿Tú? ¿Golden Jay material de novio? -dijo riendo y levantando la ceja -. Ni viéndolo me lo creo.
-Por ti podría... -y me acerqué para dejar un beso sobre la comisura de su labio -. Sería cualquier cosa por ti.
Ella se sonrojó y empujó su lengua contra su mejilla.
-Vale, vamos a ver lo que sabes hacer. Pero te supervisaré, no quiero tener que pagar una cabaña porque la incendiaste.
-¡Que poca fe!
Diez minutos después ambos estábamos de pie en esta. Lydia descansaba sobre le meseta supervisando mis movimientos, con un vaso de jugo en la mano. Decidí preparar unos panqueques de cereza y banana. Increíblemente, los cociné sin mucho problema. Bueno, ella me indicaba cada paso que tenía que dar, pero la intención es la que cuenta ¿no?
-Huelen bien -me celebró desde su esquina. Me dio la espalda para colocar el vaso que estaba usando sobre el borde de la isla -. Ahora ve a por el sirope.
Obediente, tomé de la nevera el frasco de sirope de caramelo para esparcirlo sobre los panqueques. Al ver que no salía nada de este, comencé a agitarlo con violencia. Antes de darme cuenta, la tapa de este salió disparada, salpicando en el plato y llenándome de sirope. Lydia se asustó por el sonido ensordecedor y se acercó a asegurarse que nada había pasado.
-¿Ves? Por estas cosas no puedes cocinar semidesnudo. Imagina que hubiese sido aceite hirviendo. Deja ver con qué puedo limpiarte.
Tomé una de sus manos y tiré de ella. Usé dos dedos para tomar un poco del líquido viscoso y los introduje en su boca. Receptiva comenzó a chuparlos sensualmente.
-No creo que haga falta.
Sonrió en respuesta, empujó mi cuerpo hasta que me apoyé en el borde de la isla y me hizo inclinarme hacia atrás. Bajó mis pantalones cortos hasta el suelo. Tomé el frasco de sirope y esparcí otro poco del líquido, haciendo que me resbalara desde el pecho hasta mi erección.
-Sé buena y limpia este desastre -le exigí -. Prometo pagarte bien después.
Sus labios comenzaron el recorrido por todo mi torso, chupando cada gota que resbalaba, sin dejar una sola. Se colocó de rodillas y cuando se acercó a mi parte baja, ya estaba tan duro que dolía. Su rostro se detuvo allí, con la punta de su lengua acariciaba los lugares sensibles alrededor, sus manos ahuecaban mis bolas juguetonamente.
Todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaron esperando que esa pequeña boquita engullera mi masculinidad por completo. Temblaba solo de imaginar la sensación.
-Tal vez no quepa por completo. Creo...que es demasiado... -dijo sin dejar de mirarla.
-Claro que puedes -la tranquilicé mientras acariciaba su cabello -. Está hecha para ti.
Primero comenzó a lamer la punta con delicadeza, acostumbrándose a la invasión. Succionaba y lamía poco a poco, pero ya mis sentidos se iban desordenando. No podía imaginar que algo tan simple como un oral suyo me hiciera sentir tan vulnerable. Ahora mismo podía pedirme lo que fuese y no me negaría.
De golpe, introdujo todo el miembro dentro de su boca, logrando sacarse una arcada. Pero no se detuvo, continuaba llevándolo una y otra vez hasta lo más profundo, sin detenerse y succionando como toda una pro. Con sus manos continuaba acariciando mis bolas. Mi cuerpo se arqueó en respuesta y solté una maldición.
-¡Mierda!
-¿Hice algo mal? -preguntó. Levantando la mirada.
-No, en lo absoluto. Vas muy, muy bien -y enredé mis dedos en su pelo.
Unos minutos más continuó con la incesante destrucción de mi cordura, hasta que sentía debía parar o me iba a correr. Tiré de ella para ponerla de pie y con una mano la senté sobre la isla. Introduje una de mis manos en sus bragas. Gemí y mordí mis labios al percatarme de la humedad casi imposible que tenía.
-Siempre estoy lista para ti -dijo con su frente apoyada en la mía.
Aparté sus bragas a un lado y alineé mi pene en su entrada. Lo introduje con fuerza hasta la empuñadura. Ambos rodamos los ojos hacia arriba por la sensación incomparable. Como si fuese la primera vez, o como si lleváramos meses sin contacto sexual de ningún tipo. Mientras más lo hacíamos, más necesitados estábamos. ¿Era posible algo así? No lo creía... hasta ahora. Desear tanto a una persona no podía ser sano.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora