Cap 11: Medidas extremas

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Lydia

Cuando Jordan había desaparecido dentro de la ducha volví a entrar en su habitación.

La humillación debía ser completa. Tenía que hacer que usara el traje de colores, pero no sabía cómo.

Faltaba poco antes de que tuviese que subirse a la carroza. En ese momento mi lado demoníaco salió a relucir.

Busqué en los cajones algo que me ayudara con mi cometido y encontré unas tijeras.

Me dirigí hasta su armario y tomé todos sus trajes colocándolos sobre la cama. Los recorté uno a uno.

Después de eso de seguro me mataría, pero por lo menos le había demostrado que conmigo no se jugaba y lo pensaría mejor antes de hacerme otra broma estúpida.

Al cabo de unos minutos se abrió la puerta del baño y una nube de vapor inundó la habitación.

Traía una toalla en la mano secándose el cabello y al tener este en los ojos no se había dado cuenta de que yo seguía allí… y menos del desastre que había provocado.

Se dirigió hacia el armario sin mirar aún. Tenía una toalla alrededor de su cintura y pequeñas gotas de agua resbalaban por su espalda delgada, pero tonificada.

Los músculos de sus brazos se tensaban al subir y bajar las manos secándose. Su piel blanca brillaba bajo las luces de la habitación. Era un espectáculo digno de admirar excepto por el propietario, un completo idiota.

Cuando introdujo su mano en el armario y no alcanzó nada, levantó la mirada. Se despojó de la toalla que tenía en la mano y comenzó a rebuscar.

—Pero ¿qué mierda……? —gritó enojado.

Mi risa me delató y se volteó para verme de pie en el centro de la habitación. Tijeras en una mano y algunos pedazos de tela en la otra.

— ¿Qué has hecho, maldita loca? —y fue rápido hacia mí. Sus manos se cerraron sobre mis hombros y me pegó a la pared.

—Demostrarte quién manda aquí.

—Estás completamente fuera de ti. Me dan ganas de estrangularte ahora mismo —y sus manos se cerraron en mi cuello. Pero no era un agarre fuerte, más bien estaba como tanteando mi piel —. Te odio.

En ese instante la toalla que estaba colgando de su cintura cayó al suelo, dejándolo completamente desnudo ante mí. Su miembro apareció en la escena semi-erecto. 

—Parece que él no —y señalé abajo riéndome. Rápidamente se agachó y se recolocó la toalla —. Vístete de una vez. En minutos debes desfilar. —Sin más le di la espalda y salí de allí

Una vez fuera, alisé mi cabello y respiré profundo, esperando que el rubor de mi rostro desapareciera pronto.

Esa imagen iba a ser difícil de borrar. En parte por la sensación de poder que me invadió al saber que ahora él sí tenía que usar el puto traje de colores como había querido. Y por otra parte darme cuenta de que Jordan (o bueno, una parte de él) se vio visiblemente afectado al tenerme acorralada entre su cuerpo y la pared.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora