Jordan
Sus piernas estaban entrelazadas a mi alrededor desde atrás. Sus manos se aferraban a mi cuello, sollozos salían de sus labios y todo su cuerpo temblaba como una hoja.
Juro que si no me sacan de allí a la fuerza y encuentro al imbécil que hizo esto lo hubiese dejado muy mal.
Llegamos a mi apartamento unos minutos después. Encendí las luces y aparté con el pie algunas de las cajas de cartón de la mudanza, que aún estaban dispersas, para poder subir hasta la habitación.
Senté a Lydia en el borde de la cama y me agaché a sus pies para retirar los zapatos. Debía meterla en la ducha.
Colocó una de sus manos sobre la frente, presionándola.Estaba un poco nervioso cuando tomé su vestido y lo deslicé por encima de su cabeza. Una mano torpe (pero firme) chocó con mi mejilla.
—Ni se te ocurra pasarte —me dijo apenas sin abrir los ojos.
—No lo haré, tranquila. Solo quiero ayudarte —y tuve que reprimir una risa.
Aún drogada seguía siendo ella.
Pareció relajarse luego de mi respuesta y empujaba su pie con el contrario para quitarse los zapatos (que por supuesto no tenía).
Le tomé el brazo y lo pasé por encima de mis hombros para llevarla hasta la ducha.
Sabía que bañarla sin mojarme era imposible. Me deshice del saco y camisa que usaba para entrar junto a ella.
Apoyé su cuerpo a la pared de azulejo para evitar que cayera mientras encendía la ducha.
Se sobresaltó por el contacto con la pared y se pegó a mi espalda. Sus manos abrazaban mi cintura.
No pude evitar tensarme por un segundo. Su cuerpo semidesnudo se aferraba a mí. El agua caliente caía sobre nosotros.
—Lástima que no pueda disfrutar de esto —confesó, depositando un beso húmedo en mi espalda.
Tragué grueso.
Control, Jordan, control. Está drogada, no sabe lo que hace…ni lo que dice.
¿O será que no tiene inhibiciones ahora mismo y está confesando lo que siente de verdad?Mi batalla interna entre la consciencia y el deseo.
Claro, en este momento podría tomarla y demostrarle todo lo que nos estábamos perdiendo.
Viajar con mi boca por todo su cuerpo, hacerla gemir y gritar mi nombre hasta quedarse sin voz. Pero por otro lado sabía que en la mañana cuando despertara, sobria, y se diera cuenta de lo que había ocurrido, estaría horrorizada.
Me odiaría por aprovecharme de su estado. Y se odiaría a sí misma por permitir que algo así pasara.
De seguro se marcharía sin mirar atrás y jamás volvería a dirigirme la palabra.
Por un segundo perdí el aliento. ¿Qué pasaba conmigo?
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La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...