Capítulo 51: Castigos

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Lydia

—¡El agua está helada, idiota! —grité por encima del sonido del viento —. De aquí saldré con una neumonía como mínimo.
—¡Lo hubieras pensado antes de retarme! Tienes que aprender a ser más humilde —respondió gritando desde la orilla. Le enseñé el dedo del medio.
Respiré profundo y me dispuse a cumplir con el castigo completamente. Metí mi cabeza en el agua y mojé el resto del cuerpo. Estaba fría como si hubiese hielo por algún lugar del lago. Salí con un grito y temblando.
—Debes durar por lo menos cinco minutos debajo. Ese era el castigo -le lancé una mirada asesina —. No tendré compasión porque tú no la hubieses tenido conmigo.
—Eso es imposible. Aguantaré un minuto y ya.
Efectivamente, me conocía bien.
Tuve que reprimir mis espasmos y volver a zambullirme. Esperé un tiempo debajo del agua hasta que se cumpliera un pequeño período para dejar satisfecho a mi verdugo. Cuando saqué mi cabeza del agua pegué un brinco: Jordan estaba a unos centímetros de mí. En algún momento había entrado y estaba riendo a carcajadas. Su cuerpo estaba sumergido completamente, solo la cabeza sobresalía del agua.
—Pareces un hámster mojado.
Fingí estar molesta, pero comencé a reír. Con una mano alcancé una rama del fondo y se la lancé. Él sacó su cuerpo del agua para tomarla en el aire.
Los shorts y pullover que usaba estaban empapados y se pegaban a su cuerpo. Su bien trabajado y estructurado cuerpo.

Entonces, dejé de reír.

Soy una mujer fuerte. Suelo lidiar con cualquier situación que se me presente, pero definitivamente no estoy hecha para permanecer impasible ante la imagen de Jordan ahora mismo. Creo que nadie podría.
Ya he dicho que es delgado pero la definición que tienen sus músculos es insana. Sus abdominales se marcaban por encima de la tela. Los muslos meticulosamente trabajados, amenazaban con hacer jirones los shorts. Su piel nívea, se tornaba casi morada debido al frío. Su cabello parcialmente mojado descansaba en su frente. Como un puto cuadro de erotismo humano. Imposible resistirse.
Mi conciencia me pide que deje de mirar, que me concentre en otra cosa, mas no puedo. Se me olvidó el frío y todo lo demás. No puedo…no quiero pensar nada. Solo deleitarme con la figura delante de mí.
Cuando su mirada se posa en mí, pierdo el aliento. Y cuando me dedica una de esas sonrisas (la más bella que he visto) siento que voy a explotar en cualquier momento.
—¿Sucede algo? —me miró ladeando la cabeza. Al no tener respuesta continuó—: ¿Lydia? ¿Te sientes bien?
Mi única respuesta fue avanzar hacia él.
—Lydia —había un toque de advertencia en su voz, pero lo ignoré. Lo único que tenía en mente era sentir su piel bajo mi tacto.
Extendí mi mano hacia su pecho y comencé a deslizar esta por su abdomen, levantando un poco la tela que lo cubría. Él cerró los ojos disfrutando la sensación. Tomó mi mano y la guiaba desde arriba hacia abajo. Podía ver cómo luchaba por controlarse.
—Lydia —su mano que estaba sobre la mía hizo presión para detener mis movimientos —. Ya estuvimos aquí una vez. Y salió todo mal.
—Esta vez va a ser diferente —le confesé —. Porque ahora sí sé lo que siento.
Me atrajo hacia sí de un delicado movimiento.
—Y ¿Qué es lo que sientes exactamente?
—Me gustas, eso lo sabes. No quiero arrepentirme por haber desaprovechado esta oportunidad.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora