Cap 25: Un favor

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Jordan

Cuando el efecto del alcohol se disipó de mi organismo logré colocarme de pie y salir en busca de algo de comer. Esperaba no encontrarme con nadie en el camino.

Luego de que terminé me dispuse a revisar mi horario y me percaté de que ya estábamos en abril, bueno, ya casi finalizando. Debía ir a la clínica a más tardar mañana. Necesitaba dinero y a uno de mis guardaespaldas.

Lo malo es que para hacer esta gestión necesitaba contar con Lydia. Entonces me tragaría mi orgullo e iría a hablarle. No podía ser tan insensible, ¿no?

                                       (…)
—No —dijo sin mirarme desde atrás del ordenador.

—¿Qué? ¿Por qué no? Necesito ese dinero.

—¿Para qué? ¿Para montar otro fiestón y acabar de una vez con todo lo que hemos logrado? No lo creo.

—No es por eso…es algo más…

—¿Qué es? —dijo ahora mirándome.

—Es…es algo que hago y…

—Mira —se puso de pie, cerró la puerta tras de mí —. No sé si crees que me vas a manipular con estas historias absurdas porque me lancé sobre ti anoche, pero estás equivocado. No vengas a darme órdenes porque no estás en esa posición.

¿Alguien puede explicarle a mi entrepierna que esto no es un juego preliminar? Es sólo una discusión, entonces ¿por qué mierda está despertando el chico de mis pantalones?

—Eres lo primero que me viene a la mente cuando escucho la palabra “idiota”—me soltó con desprecio una vez vio lo que ocurría conmigo. Traté de disimularlo, pero fallé.

—¿Cómo así? ¿En serio? —pregunto fingiendo incredulidad. Me pongo más cerca de ella y bajo un poco la cabeza para estar a la altura de su mirada. Me di cuenta de que había elevado un poco el tono y lo bajé para añadir: – Bueno, anoche era el mismo “idiota” y no pareció importarte.

—Eres un pervertido, engreído y asqueroso.

—¿Perdona?

O sea, ella es quien me besa primero, me deja chupetones por todo mi cuerpo, me calienta al punto de hacerme venir en mis shorts, para luego dejarme abandonado como una basura ¿y el pervertido soy yo? De ninguna puta manera.

—¿Perdona? —repito al ver que giró el rostro para evitarme —. ¿Dónde están las marcas que te dejé durante el calentón? No veo ninguna y las mías están por aquí —levanté las mangas del suéter —. Y por aquí —bajé el cuello de este —. ¿Era yo quien metía la mano en tus pantalones prácticamente rogando que me follaras? Porque según recuerdo fue todo lo contrario.

—Cada frase que dices me hace tenerte más asco.

—Me vale, pero tengo claro que anoche te tenía dispuesta para mí. Hubieras dejado que te hiciera cualquier cosa. Lucías exactamente como el día que me tocó ducharte, como una zorra necesitada. —Una mano rápida golpeó mi rostro. 

El lugar ardía y era consciente de que mi rostro estaba tornándose rojo. Por segunda vez.

—No recuerdo lo que pasó ese día. Y bien, tal vez anoche actué como todo menos una profesional de respeto, pero será mejor que guardes esa imagen para siempre porque nunca más me verás en esa situación. Por lo menos no contigo.

¿Auch? No sabía qué me había dolido más, la cachetada o esa última frase. Descarté la idea de mi mente porque definitivamente no me iba a importar si repetía con alguien más nuestras indiscreciones de anoche, ¿verdad?

No importa ya buscaría el dinero por otro lugar.

Ustedes son testigos de que vine por las buenas.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora