Cap 22: ¿Qué sucedió anoche?

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Lydia

Un pequeño haz de luz me dio en los ojos. Poco a poco los abrí, mi cabeza dolía demasiado y tenía mucha sed.

Me fui reincorporando en la cama lentamente, pero en un segundo me di cuenta de que no era la mansión.

—¡Ay, mierda! —exclamé levantándome de un salto.

Tenía puesto una remera oversize, que me quedaba de vestido y unos calzones de hombre.

Miraba alrededor para entender dónde estaba hasta que otra duda me asaltó: Grace.

Habíamos salido juntas y esto no pintaba bien. Busqué mi celular por todos lados y nada. De pronto alguien abrió la puerta, era Jordan.

<<No, diosito, no. Por favor, no.>>

—Ah, ya estás despierta —dijo mientras colocaba una bandeja con el desayuno en la mesita aledaña a la cama.

—¿Qué hago aquí? ¿Cómo terminé así?

—Sí, buenos días para ti también.
Lamento decirte que anoche al parecer tomaste de más y terminaste encima de mí. Así que vinimos juntos para mi apartamento e hicimos muchas cosas — dijo y comenzó a reír.

—No digas estupideces. ¿Dónde está Grace?

—Ella está bien, los chicos la llevaron hasta la mansión.

—Entonces ¿por qué estoy yo aquí? — pregunté elevando el tono irritada.

—Porque estabas en un estado deplorable. ¿Acaso querías que todos los reporteros que acampan fuera de la mansión te viesen así? Ya me imagino los titulares al día siguiente.

Me di cuenta de que tenía lógica, comencé a buscar mi ropa por toda la habitación.

—Tu ropa era un desastre. Te aconsejo que uses alguna de las prendas que tengo en mi armario.

—No voy a usar ropa de ninguna de tus…—suspiré a punto de decir una atrocidad —. No lo haré y punto.

—No tengo ninguna ropa de mujer. No suelo traer ligues a mis apartamentos, y nadie sabe de este departamento, no hay riesgos de que venga alguien hasta aquí... Me refiero a ropa mía. Una camiseta que te sirva de vestido tal vez.

—Estoy esperando que digas que es una broma.

—No lo es.

Le di la espalda y me dirigí hacia la puerta.

—Mis guardaespaldas amarán la vista.

Me congelé por un instante.

—Búscame algo que me sirva para ir hasta el auto.

—Vale, métete en la ducha. Yo te lo alcanzo.

—Sí, claro. Voy a esperar aquí.

—¿Tímida? No puede ser —dijo en tono burlón.

Sí, fue una estupidez de mi parte. Solo estábamos los dos y amanecí aseada y la ropa cambiada, era obvio que me había bañado él.

Me alcanzó una camisa negra de mangas, con un cinto ajustado a la cintura tal vez parecería un vestido de mujer. Y mis zapatos altos darían la impresión de que estaba bien vestida. ¡Qué humillante!

Entré en la ducha y salí de allí como otra persona. Jordan se había vestido también y ahora lucía una camisa azul cielo con unos shorts blancos cortos.

—Deben tener más cuidado, alguien les puso droga en la bebida anoche. No sé con qué objetivo y no me lo quiero imaginar —me dijo.

—No tomé nada anoche… —respondí —.  ¡Mierda! Eso fue. El agua, la que te arrebaté. Fue lo único que bebí en toda la noche. El objetivo eras tú.

Él levantó la ceja, probablemente asombrado porque siempre lo reprendía por decir palabrotas y ahora se me había ido una.

—¡Vamos ya! —ordené.

Rápidamente comencé a recoger mis zapatos, mi cartera, mi celular (que estaba debajo de la almohada) por todo el lugar.

Estaba nerviosa y se me caían las cosas una y otra vez. Cuando logré organizarme intenté abrir la puerta. Ni girándola hacia atrás o hacia delante abría.

Me estaba comenzando a estresar porque mientras parecía una desquiciada Jordan sólo reía y estaba de pie mirándome.

—Pusieron droga en el agua, eso fue todo. Nadie puede saber lo que pasó aquí —seguí forcejeando el picaporte —. ¿Cómo se abre la puta puerta? —añadí histérica.

Él se acercó a mí, levantó su mano por encima de mi cabeza, colocó su palma en un sensor e inmediatamente esta cedió. Sonreí para mis adentros por mi ataque.

—¿Nosotros anoche no…hicimos nada? ¿Verdad? —pregunté de frente a la puerta. No tenía valor para mirarlo.

Me hizo girarme para quedar frente a él.
—¿Sientes algo?

—No, pero eso no quiere decir que no hayamos …

—Créeme, nana —me interrumpió acercando sus labios a los míos —. Cuando lo hagamos sí lo vas a sentir al día siguiente.

Me ruboricé, separándome de él empujé la puerta para salir de allí. Cuando lo hice me di cuenta de que no había nadie custodiando.

Me había engañado. Me había dicho que nadie conocía de este apartamento ¡Qué tonta!

—Eres un … —comencé a decir, pero él solo sonrió y continuó su camino hasta el ascensor.

Me quedé un poco por detrás, dejando que me guiara hasta allí. Mis ojos se perdieron en su cuerpo de espaldas. Simplemente perfecto. ¿Lo habrían hecho en un laboratorio? Me abofeteé mentalmente.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora