Capítulo 33: Nunca debí confiar

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Lydia

—¿Qué crees que pasa con estos dos? — pregunté mirando fijamente a Jordan junto a Denise, sin percatarme que no estaba prestando la más mínima atención a lo que Grace me decía.
—¿Perdona? —me dijo levantando una ceja —. Si yo fuese tú, me preocuparía más por lo que está ocurriendo entre ustedes dos.
—No sé de qué hablas.
—Ay, por favor. Es obvio. Se ven y es como si el resto del mundo desapareciera.
—No es así —y le di un sorbo a mi bebida, sin dejar de mirarlos.
—Sí, lo es.
—Es...complicado.
—Complicado debe ser estar aquí mirando esta escena sabiendo que en cuanto le digas dejará todo y vendrá hacia ti.
Jordan se volvió hacia mí, una sonrisa pícara se dibujó en su rostro y me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. ¿Era buena idea? No, seguro que no. Pero ¿a quién le importaba ya? No tenía suficiente alcohol como para estar borracha, aunque sí el suficiente para seguirlo.
Lo seguí escaleras arriba y cuando estaba a punto de regresar por haberlo perdido de vista, unas manos se apoderaron de mi cintura tirando de mí dentro del baño de hombres.
Con su mano libre bloqueó la puerta, apoyó mi espalda en esta y me encerró entre sus brazos y ella.
—¿Qué haces? —le pregunté mirando sus labios —. Creí que estabas ocupado allí fuera.
—Podría haber dicho lo mismo de ti — replicó.
—Puede ser —asentí —. Pero igual me molesta que se sabroseen lo que es mío.
Él sonrió divertido y acercó su rostro aún más, pude sentir su aliento contra mi oído.
—Y ¿Qué se supone que es lo tuyo?
Un beso calló mi respuesta. Al principio solo fue un toque, pero en segundos tenía mi lengua buscando frenética la suya. Mis manos buscaban su cintura y acariciaban su espalda. Apretó su cuerpo contra el mío y pude sentir su creciente erección contra mí. La tensión del momento me hizo darle un pequeño mordisco en el labio. Él se apartó de mí por un segundo y tocó su labio lastimado donde se había depositado una pequeña gota de sangre. Sonrió y volvió a arremeter contra mí. Esta vez con una de sus manos agarró mi trasero. Sin desprenderse de mis labios abrió su camisa, tomó una de mis manos y las hizo deslizarse por su abdomen. Bajo mi tacto su piel se puso de gallina, el mordió su labio inferior cuando mi mano bajó hasta su bragueta. Acaricié por encima de la ropa su miembro, que se tornaba cada vez más duro. Ambos gemimos por el contacto.
De repente alguien intentaba abrir la puerta. Corrimos a escondernos dentro de uno de los baños. Jordan me colocó de espaldas a la pared y me puso una mano en los labios. Temía que nuestras respiraciones agitadas se escucharan fuera del cubículo.
—¿Dónde se habrá metido Jordan? Me dijo que tomara cuanto quisiera sin preocuparme que él me llevaba a casa — reconocí la voz de Dan.
—No puede creer lo ingenuo que eres, después de tantos años de conocerlo — Sandro lo acompañaba —. Apuesto mi ojo izquierdo a que se fue con esa actriz ¿No los viste coqueteando? Y las cosas que se susurraban. Anda, yo te llevo, que estás tan borracho que ni de eso te diste cuenta.
Los ojos de Jordan se abrieron como platos y estudiaba mi reacción. En ese momento quité su mano de mi cara de un tirón y le di un codazo.
—Muévete. Y no te atrevas a volver a acercarte a mí.
—Lydia, no es lo que crees. No estaba coqueteando con nadie.
—No me interesa. Me lo merezco. Nunca debí confiar en alguien como tú.
—No, escucha...
Apenas Sandro y Dan se marcharon abrí la puerta y me desaparecí de la fiesta.

Luego de haber huido despavorida de la fiesta, me senté en un pequeño restaurante. Los presentes miraban con atención mi atuendo elegante que no combinaba para nada con el lugar, después de varios minutos evadiendo las miradas curiosas, decidí que lo mejor sería irme de inmediato hasta la mansión para adelantar unos informes sobre la maestría. Apenas llegué a mi habitación me metí en la ducha y me puse lo primero que encontré y me senté frente al ordenador. En un punto me di cuenta que me faltaban unas referencias que había extraído la noche anterior. Las había dejado en el escritorio de mi oficina. Debía ir a encontrarlas para poder continuar.
Cuando llegué allí pude ver que alguien descansaba sobre mi silla giratoria. Me acerqué solo para descubrir que era Jordan. Como siempre dejaba la puerta abierta, pasaban estas cosas.
Me aclaré la garganta para hacerme notar. Ni se inmutó.
—Mañana darás una entrevista para el show de Chris Travis. Mueren por escucharte hablar de tu nueva película —dije.
Él se giró, cerrando los ojos apoyó su cabeza al respaldo del asiento, ignorándome completamente.
Estaba muy cansada para lidiar con él.
—Hazte a un lado —dije agachándome para buscar los documentos en el cajón inferior del escritorio.
Movió la silla a un lado para darme espacio.
—Se averió el aire acondicionado de mi habitación y no tenía donde más dormir —explicó.
—Ok.
—No me gusta ese tipo —me dijo sin abrir los ojos.
—Pues muy mal, porque ese "tipo" tiene una audiencia de más de un millón de espectadores y ahora es lo que necesitas —seguí rebuscando en el cajón hasta que hallé los documentos —. Mira, no estoy de humor para discutir contigo esta noche.
—No lo quiero cerca de ti.
Me puse de pie y lo miré unos segundos. Tenía puesta la misma camisa de la fiesta. Era verde militar y los primeros tres botones estaban sueltos. Su cabeza apoyada en el asiento, los ojos cerrados, el color blanco extremo de su piel, su cabello oscuro desarreglado sobre la frente y su cuello algo sudado eran una combinación mortal. Se veía increíblemente sexy en esa posición. No sabía que estaba pasando conmigo, era incapaz de apartar la vista del cuadro que tenía enfrente.
Tragué en seco y sin pensarlo mucho bajé mi torso y lo besé en los labios. Él reaccionó inmediatamente abriendo los ojos. Se quedó mirándome estupefacto y se puso de pie. Yo me aparté, poniéndome de espaldas a él. La vergüenza del momento era indescriptible. Sentí que sus pasos se alejaron de mí y luego escuché la puerta cerrarse. Morí en ese momento, no sabía que había salido a hacer.
De repente unas manos me agarraron de la cintura. Era él.
—Tienes que aprender a cerrar las puertas de una vez, enana —dijo casi en un suspiro y tomó mi cara entre sus manos (nuestra diferencia de estatura era increíble).
Solo asentí sin dejar de mirar sus labios ansiosa.
Me besó con delicadeza, dejando que nuestros labios se acostumbraran al tacto. Aunque su respiración agitada me decía que esto no iba a ser por más tiempo. Tomó mi cabello y lo enredó entre sus dedos empujando más mi rostro contra el suyo. Su lengua buscó ávida la mía y saboreaba cada centímetro. Su otra mano fue a parar a mi trasero, apretándolo con urgencia y pegándome a su cuerpo.
Cuando las cosas estaban a punto de pasar a más, alguien abrió la puerta de la entrada principal. Nos quedamos inmóviles, escuchando el murmullo. Era el resto del personal que aparentemente habían regresado.
—Debería irme —dije.
Él me miró sorprendido, pero su expresión cambió a enojo cuando tomé mis documentos sin mirarlo siquiera.
Salí de la oficina sin mirar atrás.
¿Qué mierda estábamos haciendo?

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora