Lydia
Grace y yo yacíamos en el sofá, viendo una película aleatoria que estaban emitiendo, no me interesaba en lo absoluto, pero necesitaba su compañía. Mi cabeza descansaba sobre su regazo y con su mano acariciaba mi cabello.—Veintiocho —dije rompiendo el silencio, dejándola descolocada.
—Hmm…
—Andrew cumpliría veintiocho años.
—Ah, eso.
—No hay un solo día de mi vida que no me sienta culpable por todo.
—Lydia, no vamos a hablar de ese tema. No tuviste la culpa de nada, deja de torturarte con eso, por favor.
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación.
—Entonces ¿cuándo nos vamos? —dijo cambiando el tema, refiriéndose a lo que sucedería las próximas semanas.
—En una semana. Todavía hay cosas que preparar antes.
—¿Has hablado con Bruno? Aunque de seguro ya sabe lo que harán.
—Sí, dijo que vendría hoy a verme.
—Entonces debería irme — inmediatamente la tomé del brazo para que no se levantara.
—No, quédate un rato más. No quiero estar sola.
-—Vale —dijo volviendo a acomodarse —. Pero en cuanto llegue me voy. No quiero entrometerme en sus asuntos.
Unas horas más tarde el mensaje de: Estoy en camino asomó en la pantalla.
Grace recogió sus cosas y se marchó como había advertido.
El telefonillo pitó un rato después y procedí a abrir la puerta. Bruno usaba una camisa negra y unos vaqueros ajustados.
Su cabello rubio estaba perfectamente peinado y sus lentes lo hacían lucir como un estricto director.
—¿Estás seguro que vienes directo desde el trabajo? —pregunté en broma –—. Nadie sale tan arreglado.
Su respuesta fue tirar de mí por la cintura hacia él para besarme.
—Debería decir lo mismo de ti —comenzó a repartir besos por mi cuello —. No entiendo cómo puedes ponerme así con solo verte.
—¿Vas a entrar? ¿O dejarás que los vecinos nos vean?
—Primero muerto —respondió empujando nuestros cuerpos dentro.
Ambos perdimos la noción de las horas que habían pasado.
Desnuda, envuelta en el edredón peinaba mi cabello vagamente, esperando que Bruno saliera de la ducha.
Así era siempre que nos veíamos, horas haciendo el amor y luego comenzaba a cuestionarme si lo que estaba haciendo era lo correcto.
Por supuesto que la conclusión era la misma: No.
—Esa ducha era muy necesaria. Mi cuerpo siempre necesita redención cuando terminas conmigo. —Una gran nube de vapor lo rodeaba mientras salía envuelto en una toalla.
Se sentó a mi lado en la cama y ni siquiera lo miré.
—¿Lydia? ¿Estás bien?
—No, no lo estoy —respondí con sinceridad —. Esto no está nada bien. Tienes una esposa y …
—No, no y no —negó acercándome a su cuerpo —. Por favor, no vamos a arruinar este momento hablando de ese tema. Te lo he dicho cientos de veces, este matrimonio es una completa farsa. Fue un acuerdo entre mi familia y la suya hasta que su abuelo fallezca. Su cáncer es terminal. Sabes bien que él no puede saber que Camila quiere ser beata. Lo destrozaría. Solo debemos esperar un poco. Te prometo que seremos felices cuando esta pesadilla termine.
¿Acaso a ustedes también le suena fatal desear la muerte de alguien para poder ser feliz? ¿Sí? A mí también.
—Pero…
—Por favor, no podría vivir sin ti. Te amo demasiado —sus palabras hacen que mis brazos se relajen una vez más -—. Solo espera un poco más.
Y entonces vuelvo a caer en sus labios. Lo peor es que no sé si yo podría vivir sin él tampoco.
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La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...