Lydia
—Me siento como un guardaespaldas — confesó Grace. Ambas apoyadas en la barra —. Esto no tiene nada que ver con las fiestas a las que asistía en Los Ángeles.
—Estamos haciendo de niñeras. Tengo que asegurarme que no cometa ninguna estupidez —ella levantó los hombros—. Aunque por mí, bien. Me encanta la vista.
Y no era para menos. Las celebridades que rodeaban a J eran como mínimo atractivos.
Aunque la verdad es que él se veía mucho mejor. Tenía el cabello oscuro y perfectamente acomodado. El traje que escogí era de un azul intenso y le quedaba tan bien que era injusto. No sabía cómo se podía ver tan bien con todo.
Era delgado, pero sus músculos estaban perfectamente definidos, sus piernas y muslos tonificados.
Jordan se acercó hacia la barra a pedir una ronda para los presentes.
—¿Qué beben las chicas? —dijo dirigiéndose a nosotras.
—Solo limonada, gracias. Debemos estar sobrias —contestó Grace.
—Dame dos limonadas —pidió él —. Agua para mí. Estoy sediento.
En cuanto tomó el agua en sus manos se la arrebaté y la bebí.
—Agua era lo que quería —le dije justificándome. Grace también robó un poco.
—Veo que estás bien acompañado —le dijo ella, señalando al pequeño grupo donde minutos antes había estado charlando J —. ¿Ese que está mirando hacia acá es Richard Floy? ¿El editor jefe de Cosmopolitan?
—El mismo —concordó J —. Me preguntó quién era la chica del vestido rosa. Deberías ir a presentarte tú misma.
—Claro, sería de mala educación no hacerlo —dijo arreglando su cabello y caminando en dirección al editor.
Nos quedamos solos en la barra.
—Es normal que llamara su atención, Grace es muy guapa y elegante —dije.
—Sí, aunque no es mi tipo —negó J.
Enarqué una ceja.—Entonces, hum… ¿Cuál es tu tipo? — pregunté dándole otro sorbo a la botella de agua. Dudando si en realidad necesitaba escuchar la respuesta.
—¿Curiosa, nana? —sonrió y repartió su mirada por todo el lugar —. Como ella — y señaló disimuladamente a una chica que yacía en uno de los sofás cerca de la ventana.—No me digas —la reconocí de inmediato por los titulares. Era una modelo y además la mujer de Darío Montana (un futbolista famoso) —. ¿En serio?
—Claro, no entiendes nada —negué y procedió a explicarse —. Es sexy, evidentemente. Y discreta. Verás, alguien así jamás dejaría arruinar su matrimonio con un millonario. Pasaría la noche conmigo y al día siguiente…si te he visto no me acuerdo. Solo una experiencia, placer para ambos y sin compromisos. Para mí suena como la ecuación perfecta.
—Y ¿si decide que le gustas más tú que su esposo? También podrías darle la vida que le da él.
—Mi reputación me precede. Nadie cambiaría alguien que decidió darte el título de esposa por uno que ni siquiera ha formalizado una relación con alguien en su vida. Y con las que no están comprometidas suelo hacer tríos. Algo de lo que no presumirían tampoco. Ellas son muy inteligentes.
—¿Ellas?
—La lista es larga. Además, no suelo repetir.
—Me da un poco de repugnancia. Pero es tu vida. Aquí es donde comienzan los problemas. Mantén tu polla lejos de los escándalos, por favor.
—Tampoco eres mi tipo en lo absoluto — dijo riendo, luego de mirarme de arriba abajo.
Levanté mi ceja, ofendida y añadí con descaro: —Dime eso luego de un año cerca de mí.
Mi mente viajó hacia Bruno, su matrimonio y nuestra relación. Sentí una punzada.
Hipócrita de mi parte reprender a J por enredarse con casadas. Regresé al presente y volteé el rostro para evitar seguir viendo a la modelo y a Jordan mirarse de la forma más indiscreta posible.
Aproximadamente una hora más tarde comencé a sentirme un poco mareada.
Culpé a las luces del lugar que no paraban de tintinear, el ruido excesivo y el calor.
Me dirigí hacía el baño y me mojé la nuca para aliviarme un poco, pero cuando levanté mi mirada al espejo todo se tornó oscuro.
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La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...