Capítulo 44: Esa noche

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Jordan

La habitación estaba casi en penumbras. Las maletas aún sin desempacar estaban a un lado del sofá.
—Voy a darme un baño y cambiarme. ¿Crees que puedes esperar aquí sin causar un incidente? —dijo en tono irónico.
Rodé los ojos.
Ella se dio vuelta y se dirigió hasta el baño. Pude escuchar la puerta de este cerrándose. Comencé a caminar por la habitación, la paciencia no era una de mis virtudes. En el fondo estaba muy preocupado, sabía que lo que había hecho se había pasado de la línea, pero ¿qué mierda? Ella fue quien se fue a los brazos del otro, dejándome como un imbécil después de confesarle mis sentimientos. Aún sentía una rabia que me hacía hervir la sangre. Solo de imaginar lo que habían hecho quería…mejor ni pienso en eso.
Me senté en el respaldo del sofá. La contestadora anunciaba que tenía dos mensajes nuevos.
—Hey, Lydia. Tienes unos mensajes aquí —le anuncié.
–Sí, ponlos en altavoz para escucharlos.
Presioné el botón, de inmediato una voz sonó al otro lado de la línea.
—Amor, tenemos que hablar. Esto no puede acabar así.
Ahora la confusión se apoderaba de mí. Presioné una vez más para escuchar el otro mensaje.
—Lydia Sofía Frey Hernán. Explícame eso de que terminaste con Bruno. ¿Qué…?
De repente una Lydia semidesnuda cruzó la habitación a toda velocidad. Desconectó la contestadora y la sostuvo sobre su pecho. Por un segundo, nos miramos fijamente. Sus ojos ámbar me miraban con una mezcla de vergüenza y reproche. Ahí fue cuando me di cuenta. Ella se había marchado para terminar lo que tenía pendiente. No quería hacernos daño a ninguno de los dos y por eso no me correspondió cuando me confesé. Me sentí el imbécil más grande del mundo.
—Tú y Bruno… —comencé a decir. Mis palabras estaban atascadas. Su rostro se había coloreado de rojo —. Lydia, yo…
—Déjalo ir.
—No puedo. Necesito saber. ¿Fue por mí? –en este punto me había colocado frente a ella. Su cabello goteaba y la toalla que tenía sobre su cuerpo también estaba mojada. Sus ojos estaban inundados en lágrimas, al igual que los míos.
—No fue por ti. Simplemente ya no siento nada por él. Creí que era lo mejor —dijo bajando la mirada y depositando la contestadora de vuelta en la mesa. Dio vuelta para regresar a la ducha, no sin antes añadir —: Desde el momento en el que admití que me gustabas, Bruno no era una opción. No tenía que escoger porque eras solamente tú.
Sin pensarlo fui corriendo hasta su encuentro. Me coloqué de rodillas frente a ella, y sostuve sus manos.
—Escúchame, amor. Perdóname. Entiéndeme, yo creí que te habías ido con él. Pensé que mis sentimientos no te importaban en lo absoluto y que habías jugado conmigo todo el tiempo —dije con mi voz estaba rota.
—Yo también dudé de ti a veces. La diferencia es que yo jamás me metería en la cama de alguien para sentirme mejor conmigo misma, y mucho menos para vengarme.
—Escúchame, por favor —supliqué —. Esa noche no sabía lo que estaba haciendo. Estaba muy dolido y quise desquitarme (no suena muy bien, pero tengo mi punto) —. ¿Sabes por qué no pude hacer nada? ¿Ni siquiera tocarla? Porque en el momento que entré en esa habitación de hotel y prendí las luces, pude ver su rostro con claridad. Ahí me di cuenta que no eras tú. Era a ti a quien buscaba en todos lados. Era a ti a quien quería besar, abrazar. Y en este punto, eres tú. No hay segunda opción ni la habrá. Te amo y te juro que, si me perdonas y me das una oportunidad, nunca, jamás en la vida volverás a sentirte así.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora