Capítulo 69: La decisión

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Jordan

Días después...

—Hola —la saludé desde la puerta.
—Hola, ¿podrías cerrar cuando entres? Por favor.
Obedecí. Me dirigí hasta ella con las manos en los bolsillos de mi sudadera de gorro. Los nervios amenazaban con derribarme, pero de alguna forma llegué. Estaba sentada en la cama. No sé si alguna vez han tenido ese presentimiento de que algo malo está a punto de pasar, como si tu pecho estuviese encogido y te fuera imposible respirar. Bueno, pues así mismo me sentí. Ella vestía unos jeans de caqui, una blusa blanca de mangas y en los pies las sandalias de color beige que le había comprado un día en el pueblo de Las Cabañas.
Ella se percató de que me había quedado mirando sus pies más de la cuenta.
—¿Las usaba mucho? —preguntó, y me alivié porque en ese momento mi mente viajó a los recuerdos de todo lo que vivimos en ese lugar y dolió.
—Eh...sí. Yo mismo las escogí.
Bajó la mirada y suspiró.
—Yo...lo siento. Tienes buen gusto. Mira, sé que esto debe parecer surreal, no puedo imaginar qué se siente cuando alguien borra completamente tu existencia, y más si teníamos...algo.
¿Algo? Mierda, esto iba a terminar mal.
—Quiero que sepas que lo siento mucho —continuó. Aparentemente no escuchó el estallido que hizo mi corazón al partirse en dos —. Siento que me quieres de verdad porque no te has ido de mi lado desde que desperté. Pero creo que me conoces el tiempo suficiente para saber que soy alguien muy precavida y no podría volver a vivir contigo sin saber quién eres.
—Lydia —dije prácticamente rogando —. Escúchame, vamos a intentarlo. No voy a hacerte daño y tendré toda la paciencia del mundo. No tengas miedo de mí.
—No es solo eso —dudó un segundo —. Es que simplemente esto no es lo que quería en mi vida. No eran mis planes. Aparentemente cuando te conocí algo en mí cambió, pero ahora que volví a ser yo misma no creo que eso sea lo mejor para mi carrera y mi futuro.
Antes dije que mi corazón se había partido en dos, pues ahora se deshizo en miles y diminutos pedazos. Sentía que debía decirle algo, convencerla, pero nada salía. Estaba muriendo por dentro. Tragué grueso. Este era el fin.
—Siempre decías que temías estar conmigo porque podría hacerte daño — le dije sorprendido de haber podido formular una frase —. Al final terminaste haciéndomelo tú.
Ella abrió los labios para responder algo, pero en ese instante, Bruno entró en escena. Saludó con un "Buenos días". Caminó hasta la cama y le extendió a Lydia una bolsa con comida.
<<Buenos días, mi culo>> pensé.
—Debes desayunar antes de irnos -le dijo a ella y a mí me brindó el café que traía en la mano.
Negué, nada pasaría por mi garganta ahora mismo.
Ella había escogido a Bruno. Claro, la Lydia de hace un año atrás estaba enamorada de él, y le habría encantado el detalle de que había renunciado a su esposa rica, al contrato de ambas familias de mantenerse unidas y a su reputación solo para estar con ella.
Mierda, hasta a mí me hubiera puesto de rodillas. Esto era lo mejor para ella y siempre lo había sido. Lo único que la había hecho cambiar de parecer era todo lo que habíamos vivido juntos. Pero eso sólo estaba en mis recuerdos.
No podía resistir más, sentía que iba a comenzar a llorar como una nena frente a ellos dos.
-Yo...debo irme.
Dije y salí corriendo de allí.

—Jordan… —una voz me llamó, no era necesario voltearme para saber quién era: Bruno. Venía con rapidez hacia mí. Se colocó por delante cerrándome el paso.
Le hice un movimiento de asentimiento.
—Escucha, sé que ahora mismo me quieres muerto —comenzó diciendo. Pasé mi lengua por la parte delantera de mis dientes (en mi mundo eso era un sí) —. Pero creo, por su bien debemos respetarnos. Ella ha tomado una decisión. Cuando te escogió a ti, yo retrocedí y no intercedí más entre ustedes. Ahora es tu turno de retroceder.
En ese momento quería…no, no quería, necesitaba golpearlo con todas mis fuerzas, aplastar su cara contra la pared. Gritarle que no, que no pensaba rendirme como lo había hecho él tan fácil. Que no tenía ni idea de cómo nos entendíamos, cómo había cambiado todos y cada uno de los aspectos de mí, cómo se sentía cuando hacíamos el amor, cuando la tocaba. Todas esas palabras murieron en mi garganta. No podía hacer nada más. Ahora que había dejado a su esposa, ya nada le impediría hacer feliz a Lydia, y además de que ella había escogido no recordar. Mis sentimientos ya no eran motivos para interceder.
—Vale, lo haré —admití derrotado. Me dispuse a irme de allí y cuando estábamos de espaldas giré mi rostro —.  Solo nunca hagas que se arrepienta de esto.
—Nunca —fue su respuesta.
Tuve que salir corriendo de allí sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas y un nudo en la garganta. Debía salvar los retazos de corazón que aún estaban intactos.

Pasé por la recepción a toda velocidad cuando una voz me llamó.

—Jordan —mi madre llamó desde la recepción. Me acerqué sin dejar de mirar la habitación de Lydia y a Bruno ayudándola a empacar. Me extendió una pequeña caja con las pertenencias de ella que tenía durante el accidente. Entre ellas estaba el collar de plata cubierto de sangre. Lo tomé y lo metí en mi bolsillo.
—Esto no lo va a necesitar.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora