Lydia
Llevaba horas dando vueltas por las calles. Necesitaba tiempo para pensar. No podía creer lo que me había atrevido a hacer con Jordan.
Aunque mi relación (o lo que fuese que teníamos Bruno y yo) estaba de mal en peor, sentía que había fallado porque no era así. Sabía bien que era la otra en su vida, pero hacer esto me sabía mal.
No me gustaba jugar con la gente, y en este caso ya serían dos a la vez. Yo decidí tomar lo que Bruno me iba a ofrecer. No tenía derecho a reclamarle nada. En primer lugar, fue mi culpa desde el principio por no acceder a hacer pública nuestra relación.
Apenas estaba comenzando en la empresa y me iba a casar con el jefe. ¿Qué diría eso de mí? Al final cuando Bruno me contó la decisión de ambas familias (la suya y la de Camila) de asociarse tuve que quedarme callada y soportar.
Por otro lado, aunque no quisiera hacerlo sentimental, el encuentro con J me había dolido más de lo que pensé.
Cuando le conté que tenía a alguien no le importó. Solo quería follar. No voy a negar que también me dejé llevar por el momento, pero, soy una mujer, no un objeto. Si creía que iba a ser una más, estaba equivocado. Ya bastante había tenido que soportar.
Decidí regresar a la mansión y actuar como si nada. No podía permitir que esto volviera a ocurrir.
En primer lugar, porque podría perder mi trabajo, y con lo mucho que me había costado abrirme paso en este mundo no podía permitirlo. Y en segundo era Golden J de quien estábamos hablando. Un promiscuo, problemático, inmaduro y además mi cliente. No debía olvidar eso jamás. Así me mantendría a raya con él.
Después de un par de cuadras llegué a la entrada del garaje de la mansión. Los seguratas de la puerta me abrieron el portón y me dieron las buenas noches cuando entré.
Aparqué mi coche y bajé, tomando mis llaves, mi bolso y me dirigí hacia la mansión. Necesitaba una ducha y una cama, urgente. La comida no era imprescindible.
A medida que me acercaba pude escuchar una música que provenía desde adentro acompañado de un bullicio ensordecedor. Unas luces de mil colores adornaban el interior de la casa.
— ¿Pero qué mierda? —maldecí por lo bajo y apreté el paso.
Cuando entré en esta me encontré con un espectáculo. La sala de estar estaba llena de chicas y chicos semidesnudos borrachos que bailaban alrededor.
Algunos lanzaban las bebidas hacia arriba, otros se besaban siguiendo las indicaciones de una botella de agua que seleccionaba a dos participantes en el juego.
En la isla de la cocina estaban colocados vasos desechables y lanzaban por turnos una pelota. El que fallaba en colarla se quitaba una prenda de ropa.
Un desastre total. Primero pensé en buscar a Jordan, pero no quería enfrentarlo, prefería a Dan, que era un poco más maduro. Subí hasta las habitaciones a ver si lo encontraba.
Busqué en algunas, abriendo las puertas sin tocar, no tenía paciencia para eso. Cuando iba por la tercera empujé porque escuché unos ruidos y ahí me encontré a Jordan con dos chicas que bailaban sobre la cama. Él sólo tenía unos bóxeres negros ajustados y cabe decir que era de los tres el que más ropa tenía. Ellas chillaron cuando me vieron en la puerta y se escondieron bajo las sábanas. En ese momento no pude evitar sentir una punzada en el estómago.
Me miró, sonrió con burla y colocó sus brazos detrás de la cabeza.
—¿Querías algo? —dijo desde su posición con tono arrogante —. ¿Unirte tal vez?
Le hice una mueca de asco y lo llamé con el dedo índice.
Se levantó de mala gana y me siguió por el pasillo. Cuando me detuve hizo lo mismo, me volteé y lo golpeé en el rostro. Inmediatamente sus colores cambiaron.
Sus brazos me apresaron por la cintura y atrapó mis manos entre ellos, inmovilizándome.
—¿Qué tienes, Lydia? —me dijo con sus labios pegados a mi oído —. ¿Son celos? Ya que no terminas las cosas debería buscar a alguien que lo haga ¿No crees?
—Suéltame —le dije mientras intentaba librarme de su agarre.Él acercó su rostro a mí, separé el mío lo más que pude y le atiné una patada en el lugar que los hombres más se cuidan.
Cayó sobre una de sus rodillas al suelo sosteniendo su miembro.
—Eres un niñato inmaduro, no te importa nadie más que tú —me agaché para estar a su altura —. Me da igual que te tires a una, a dos o a tres. Pero no lo hagas en una fiesta mientras estoy tratando de salvar tu mierda de carrera. Mantén el perfil bajo si no quieres terminar sirviendo mesas el resto de tu vida. Olvida el privilegio de tus tarjetas.
Seguidamente me puse de pie y le di la espalda.
—Y ahora voy a terminar esto antes de que salga otro escándalo a la luz.
Seguí buscando a Dan y Sandro hasta que los hallé jugando en el ordenador con unos audífonos puestos.
Terminamos la fiesta, quitamos la música y desalojamos el lugar. Llamé al servicio de limpieza para que arreglaran el desastre. Todos los invitados se iban y para mi sorpresa vi también salir a las dos chicas que estaban con Jordan en el cuarto.
¿Qué era esto? ¿Alivio? ¿Me alegraba saber que no se había acostado con ellas?
No, era algo más…eso creía.
ESTÁS LEYENDO
La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...