Lydia
Bruno había aceptado mi decisión de terminar por completo, al final tuve que confesarle el motivo de todo. No tenía sentido ocultarlo, al fin y al cabo, era obvio que una bomba así explotaría en cualquier momento.
Le expliqué mi decisión de quedarme trabajando para Famous Land, como la representante de Jordan. Por supuesto, acompañado de un sermón de que estaba cometiendo un error al enrollarme con mi cliente y que él no era bueno para mí. En el fondo yo también tenía dudas, pero J se había encargado de eliminarlas. Nadie podría hacer que olvidara lo que había pasado días atrás.
Quedamos en realizar un contrato entre Famous Land y Premium Buddy para obtener parte de las ganancias de la película, ya que había sido un éxito gracias a la unión de las fuerzas de ambas empresas.
Bruno se despidió de mí y me aseguró que más tarde ese día vendría con el contrato personalmente.
Sobre las tres y media, Jordan debía tener una sesión de entrenamiento según su agenda. Habíamos habilitado un gimnasio justo al frente del edificio. Decidí acompañarlo, aunque no me dirigió la palabra en todo el camino.
El entrenamiento iba bien. Desde mi posición pude ver cómo Jordan golpeaba las manos de Dan enfundadas en guantes de boxeo. Tenía un pantalón de chándal y una camiseta gris. A lo largo de toda la espalda y el pecho corrían extensas manchas de sudor. Sus gestos y expresiones rudos mientras entrenaba era algo muy satisfactorio de ver. Muy, muy bien. ¡Mierda! Lo estaba haciendo otra vez. Contrólate, Lydia, por favor.
—Bien, chico —lo había felicitado Dan, mientras se quitaba los guantes —. Eso será todo por hoy.
Jordan se enderezó, suspiró y miró en mi dirección. Por un segundo nuestros ojos se encontraron y pude vislumbrar una expresión bastante conocida: enojo.
—Aún no. Luchemos de verdad —sugirió Jordan aún eufórico.
—J…
—¡Vamos a pelear dije! —gritó —. No es esto lo que mejor sabes hacer: llevarme al límite. Lo necesito hoy más que nunca.
Dan se enfundó una vez más los guantes y se dispuso a luchar. Tragué grueso.
En segundos comenzaron a luchar. La concentración era al cien por ciento. Las manos de J volaban hacia Dan y viceversa. Así duraron unos minutos, ambos estaban sudorosos y muy rojos. Pero al pasar un rato, J se estaba volviendo más y más violento. Me estaba preocupando y decidí que era hora de parar aquello. Cuando me puse de pie para ir hasta ellos la puerta del gimnasio se abrió de repente. Me volteé para ver quien era.
—Lydia —llamó la chica de la recepción —. Fuera está Bruno esperando.
Todo fue muy rápido, Jordan desvió la mirada un segundo y Dan lo golpeó en el rostro. Me giré hacia la escena. Salí corriendo de inmediato para hallarlo en el suelo, sangrando por la nariz. Dan tenía la mirada más angustiosa que había visto en mi vida. Los dos nos pusimos de rodillas para ayudar a levantarlo. Él se removió y quitó nuestras manos de encima suyo.
—No pasó nada —dijo colocándose de pie —. Me largo de aquí.
—J, eso debe doler. Déjame curarte —le rogué.
—No hace falta. Otras cosas me duelen más —y se marchó dándome la espalda —. Me voy a casa.
Me quedé de pie sin voz, sin moverme, mirando fijamente cómo desaparecía por la puerta. ¿Qué significaba eso? ¿Lo habrá dicho por mí? Me giré hacia Dan, estaba con las manos en los bolsillos de sus pantalones, viéndome preocupado.
—¿Qué fue eso? —inquirí señalando la puerta por la que Jordan había salido.Él respondió encogiéndose de hombros. Aunque creo que sabía más de lo que aparentaba.
Lo seguí hasta el apartamento que había rentado para él dos semanas atrás. Tenía la tarjeta y me sabía el código también. Entré y toqué dos veces en la puerta de la habitación de Jordan. Me di cuenta de que estaba entreabierta y la empujé. Él estaba sentado sobre la cama, se pasaba un pañuelo por la nariz ensangrentada.
—¿Por qué no me dijiste que pasara? —le reproché caminando hacia él y me coloqué de rodillas delante suyo, colocando el kit de primeros auxilios a mi lado.
—Porque no quería, hay que explicártelo todo —refunfuñó sin mirarme.
—Bien —y levanté con mi mano su barbilla para tener una mejor visión del daño.
Tenía el labio partido, y la nariz había dejado de sangrar, pero el tabique comenzaba a adquirir un color morado. Empecé a limpiar la sangre con una venda estéril. Trató de apartarme con su mano, mas me resistí.
—No seas cabezota —lo regañé —. Eso se puede poner peor y tienes una película que grabar. Por si lo olvidas.
Se quedó en silencio dejando que hiciera mi trabajo. Cerró los ojos y evitaba mi mirada.
—¿Qué quisiste decir antes? —me atreví a preguntar. No podía quedarme con la duda de lo que había querido decir con que había cosas que le dolían más.
—¿Qué mierda crees? —ahora abrió los ojos y me miró fijamente.
—Las palabrotas —le reprendí —. No es lo que crees. Sólo vino a verme por trabajo.
—Sí, claro. Pero aún sigue detrás de ti, y le sigues la corriente. No te imaginas lo que me duele tener que callar lo nuestro, fingir que no somos nada cuando alguien se me insinúa... o a ti. ¿A qué estamos jugando?
–No vamos a hablar más de eso —me puse de pie, coloqué mis manos alrededor de su cuello y me senté en su regazo —. Mejor hablamos de lo bien que te veías hoy entrenando. Quiero decir, uff. Eso fue… lo más caliente —y fingí abanicarme.
Él no pudo aguantar más y comenzó a reír. Orgulloso por mi halago. Una de sus manos golpeó mi trasero sonoramente. Mi mandíbula se desencajó fingiendo asombro.
—Vamos a la ducha —me dijo riendo —. Te voy a mostrar algo incluso más caliente.
Reí maliciosamente, apoyando mi frente a la suya.Desde cada rincón de la habitación se podía ver hacia los enormes edificios de la ciudad. Y quiero decir, literalmente de cada parte del apartamento. El baño poseía una ventana enorme, con un alféizar interior. Jordan tomó mis muslos y me colocó sobre este. Nuestra ropa se había quedado por algún lugar. ¿Importaba? No creo. Sentada con mis piernas abiertas para darle espacio entre ellas. Su boca viajaba de forma torturadora por mi lóbulo y mi cuello. Lamiendo con delicadeza.
—¿Alguien podría vernos de afuera? — señalé —. Hay edificios cerca.
—Bien por ellos. Le daremos un espectáculo excelente.
No podía entender en qué momento esto me pareció una buena idea, simplemente me dejé llevar.
ESTÁS LEYENDO
La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...