Cap 29: En el bosque

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Lydia

La música resonaba en mis oídos ayudándome a mantener el ritmo. A ratos miraba el GPS. De no haber sido por él de seguro me habría perdido más de una vez.

El bosque era muy extenso y mi sentido de la orientación era precario. Hubo un momento en que tuve que detenerme porque mis piernas dolían.

Tomé mi celular en la mano para ver la hora. Creo que había llevado mi cuerpo al límite. Coloqué mis manos en las rodillas y respiré profundo. Al hacerlo sentí unos pasos detrás de mí.

Me detuve y giré para ver quién era: Jordan, llevaba su chándal de gym y zapatillas de correr. Su cabello estaba despeinado y su rostro brillante del sudor.  Parecía sofocado y cuando se percató de que me había detenido lo hizo también.

—¿Qué haces? —pregunté mirándolo con recelo —. Creí que no te gustaba entrenar fuera del gym.

—Quería verte a solas. Sin todas las cámaras y el staff alrededor. Debemos hablar.

—¿Sobre qué? —en realidad sí tenía una idea. 

—Sobre nosotros —dijo señalándonos y se acercó un poco más a mí —. Necesito saber qué significó lo de la otra noche. Estoy muy confundido y…

—No hay un nosotros, J. Nunca lo ha habido. ¿Por qué no sigues con tu vida como antes?

—Porque antes no estabas tú.

Sus palabras provocaron que mis latidos se aceleraran, tragué grueso y sentía que mis piernas temblaban.

Cuando me giré para irme de allí mis zapatillas resbalaron con el musgo que se extendía. Caí de rodillas apoyando una de estas al suelo. Escuché un sonido de cristal estallando. ¡Mierda! Era mi celular, había reventado la pantalla con la caída.

Jordan corrió hacia mí y me ayudó a levantarme. Lentamente me zafé de su agarre. Levanté mi celular hecho añicos y lo lancé a un lado.

—Mi celular murió. Conecta el GPS del tuyo para salir de aquí —mi rodilla dolía como el diablo.

—No tengo el celular conmigo —dijo mirándome con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? —no podía creer lo que estaba pasando.

Estábamos perdidos en medio del bosque. Nos habíamos adentrado muchos kilómetros.

Cada segundo que pasaba mi respiración se iba haciendo más trabajosa. Comencé a caminar de un lado a otro y mi corazón se había acelerado. Jordan estaba mirándome sin saber que decir o hacer.

Sentía que iba a sufrir uno de mis ataques de ansiedad. No los tenía desde que era una niña.

Había aprendido a controlarlos durante mi adolescencia cuando me di cuenta de que se desencadenaban si sentía que las cosas no estaban bajo mi control.

Por eso era mi obsesión con la perfección, cada detalle debía estar en su lugar para poder estar en sintonía con mi mente.

Me senté en el suelo húmedo y coloqué mi rostro entre mis rodillas, comencé a mecerme hacia delante y atrás. Mis pies estaban intranquilos y golpeaba el suelo repetidamente con ellos.

De pronto Jordan se colocó de rodillas frente a mí. Tomó mi rostro y lo sacó de su escondite.

—Mírame —me ordenó —. Respira.
Obedecí y comencé a tomar pequeñas bocanadas de aire. Sus rodillas se apoyaron en mis pies y sostuvo mis hombros. Poco a poco el aire empezó a correr otra vez. Las palpitaciones fueron disminuyendo y mi respiración se fue controlando.

—¿Mejor así? —asentí. Jordan me miraba atento. Lucía preocupado, claro que ver a alguien en esa situación no debía ser muy gratificante. Pero no me preguntó nada, supongo que para evitar que me sintiera incómoda.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora