Capítulo 46: Yo me encargaré

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Lydia

El anciano productor se sentó y nos miraba atentamente. Nos había costado horas de viaje ir en auto a verlo. No podíamos dejar pasar la oportunidad. En el momento que la noticia del juicio se divulgó, nos comentó que lo más sensato sería que J no participara en la secuela de Royal. Debíamos ir a verlo en persona.
-Eres una mina de oro, y lo sabes. La audiencia aumentó tres veces desde que divulgamos que estarías en esta película -dijo refiriéndose a J -. Pero saben bien que si sus escándalos salen a la luz no podremos tenerlo -en ese momento se refería a mí -. Este negocio es muy complicado, por cualquier pequeño error puedes perder mucho...o todo.
-Estamos conscientes de eso. Le aseguro que todo fue mentira y la chica lo ha admitido. No se atreverá a armar un revoltijo.
Se quedó en silencio por unos segundos hasta que al fin agregó:
-Bien, voy a confiar en ustedes...solo tengo una condición: comenzaremos el rodaje mañana mismo.
-¿Mañana? -gritamos al unísono.
-Sí, a partir de mañana. No puedo arriesgarme a que salga a la luz alguno de sus chanchullos y detengan la filmación. Si ya está grabado no habrá nadie que lo pueda detener.
-Pero... -comenzó J. pero toqué su mano.
-No hay problema, señor. Estaremos listos para mañana.
Él asintió satisfecho.
-Nos vemos mañana a las diez.
Ambos giramos y nos fuimos de allí.
Ya en el auto J conducía demasiado rápido y sus manos se aferraban al volante de forma agresiva.
-J, ve más despacio. No queremos morir...
-¿Cómo voy a aprenderme un guion de cien páginas en un día? ¿Has perdido la cabeza? ¿o solo es por hacerme sufrir?
-Yo te ayudaré. Vamos, que a Golden J no le puede vencer esto. Estaremos despiertos toda la noche si hace falta. Esta es tu oportunidad de remontar tu éxito.
-Vale, esto va a ser duro.
- Seguro que sí.

Era pasada la una de la mañana. Estábamos solos J y yo en la sala de estar. Todos habían ido a dormir. Alrededor de las diez habíamos pedido comida y luego seguimos con los ensayos. El avance que había tenido J era impresionante. Todo en él había mejorado: su dicción, su memoria para las líneas, sus gestos. Realmente estaba creciendo.
Sin hablar de lo sexy que se veía caminando de un lado hacia otro y gesticulando mientras recitaba las frases. El pantalón negro le abrazaba las piernas tonificadas y lo hacía ver mejor aún. Su camisa blanca tenía varios botones abiertos que dejaban a la vista el pecho, la corbata estaba también abierta y le colgaba del cuello. Era difícil verlo tan guapo, tan cerca y tan lejos. Dios, me iba a volver loca.
Yo por otro lado, era un completo desastre: mi cabello era una maraña negra, recogido con una pequeña coleta, mis zapatos perdidos por algún lugar de la habitación, mi falda alta tenía dos botones desabrochados por detrás y mi camisa de satín estaba atada con un nudo al frente.
-No puedo creer las cosas que me has hecho hacer -dijo desviando los ojos del papel.
-Es por tu bien -sonreí -. Vamos, que ya nos queda menos de una página. Y le arrebaté el libreto -. Venga, vamos a ensayar esta última parte que ya debes haberla aprendido.
-Vale.
Nos colocamos de frente.
Esta era la última parte, la chica se está despidiendo para regresar a su mundo, pero lo que no sabe es que él se irá con ella. Se asombra porque lo ve entrar unos minutos después a través del portal.
-¿Qué haces aquí? Esta es la última vez que podíamos cruzar el portal. No podrás regresar a tu reino. No puedes renunciar a tu vida solo por mí -dije actuando mi parte.
-No hay nada sin ti -respondió él -. ¿De qué me vale un reino si la única persona que quiero proteger y guiar eres tú? O ser inmortal si tu ausencia me va a matar, mi vida ahora eres tú... Casi te pierdo una vez y no quiero volver a sentirme así. Me di cuenta de que te amo más de lo que creía.
Bajé la vista al papel. Tragué grueso. Esto último no aparecía ahí. Levanté la vista y él me miraba fijamente, con la respiración entrecortada.
-¿Has improvisado? -dije y él asintió.
Dios todopoderoso, ayúdame en esto ¿vale?
-Creo que al productor le encantaría agregarlo. Bien, ya terminamos entonces... -dije fingiendo indiferencia y aunque mi corazón iba a estallar, le di la espalda.
-Dime que tú no sientes lo mismo -me atrajo hacia sí, mi espalda chocó con su pecho y me hablaba al oído -. Dímelo y te dejo en paz. Dime que esa noche cuando nos perdimos en el bosque no sentiste todo lo que dijimos -con cada frase frotaba su nariz contra mi nuca, provocándome escalofríos -. Dime que cada vez que colocas tu cabeza en la almohada no te acuerdas de todo lo que hemos hecho una y otra vez, porque la verdad yo me estoy volviendo loco pensando que no te afecto.
Me giré y me coloqué de puntillas, agarré ambos lados de la corbata atrayéndolo hacia mis labios. Lo besé sin prisas, saboreando cada centímetro. Mordiendo suavemente. Hacíamos una ecuación perfecta.
-A eso me refiero -dijo y continuó besándome -. Me deseas tanto como yo a ti.
-Aún no te perdono -le dije separándonos.
-Lo harás. Yo me encargaré -besó mi frente con dulzura. Abracé su cintura. Sintiéndome bien por primera vez después de todo lo que había pasado.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora