Capítulo 62: No te alejes de mí

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Jordan

Lentamente, bajé los tirantes de su vestido para tener mayor acceso. Llevé mis labios hasta su clavícula y comencé a deslizar mi lengua de arriba abajo lentamente mientras succionaba con cuidado de no dejar marcas (ya que me había dejado claro que las odiaba, por las innumerables que le dejé durante nuestra estancia en las Cabañas). Mis manos acariciaban su espalda trazando círculos en esta y apretándola aún más contra mí. Cuando nuestros cuerpos se toparon, levantó la mirada asombrada.
—Sí, lo sé. No respeta ni siquiera un momento romántico —le dije, refiriéndome a mi erección que amenazaba con atravesar mi ropa interior.
Ella sonrió, bajó la cremallera, introdujo su mano y la tomó, comenzando un vaivén de abajo hacia arriba.  Con su mano libre levantó mi polo y llevó su boca hasta uno de mis pezones. Comenzó a succionarlos con violencia. La sensación fue directo a mi pene, poniéndome más duro que antes. Al sentir la sacudida de este, sonrió sin dejar de lamerme. Así duró minutos en los que pensé que iba a correrme de un momento a otro.
Coloqué mi mano sobre la suya.
—¿Quieres hacerme venir antes de comenzar? —pregunté jadeante.
—En lo absoluto. De hecho, tengo una sorpresa para ti —dijo tomando algo que no pude ver de su bolso.
Me mordí el labio inferior, para luego tirar de ella hacia arriba y hacerla caer de espaldas en la cama, retiré su vestido completamente. Comencé a trazar un camino de besos y succiones desde su cuello hasta uno de sus pezones. Disfrutaba verla retorcerse debajo de mi en busca de cualquier fricción con mi cuerpo. Cuando mordí suavemente su abdomen, su espalda se arqueó.
—Házmelo ya —demandó.
Sonreí y alcancé un condón del cajón contiguo a la cama. Para mi sorpresa lo retiró de mi mano y lo lanzó lejos. Tomó algo y lo puso en su lengua.
—¿Qué es? —pregunté desconcertado.
—No puede ser —dijo exasperada —. La primera vez que voy a hacer algo así con alguien y ni sabe lo que es una píldora anticonceptiva.
Mis ojos se abrieron en sorpresa, tragué grueso y mi polla tembló de excitación.
—¿Me vas a dejar que… me corra dentro de ti? —pregunté jadeante.
Estaba mucho más nervioso de lo que admitiría. Nunca en mis veinticuatro años lo había hecho.
Las mujeres nunca entenderán lo que significa para un hombre una propuesta de ese tipo. No es solo el hecho de lo que se sentirá (que debe ser como estar en el cielo por lo que he escuchado) es además la confianza de acceder a algo así. Ella creía en mí lo suficiente como para permitirme hacer el acto más íntimo que habíamos hecho jamás con alguien. Respiré hondo y me concentré una vez más.
—Sí —respondió a mi pregunta —. No se me ocurre una sorpresa mejor.
—Ni la hay —dije y volví a besarla, ahora sin control de ninguna índole.
Tomé la base de mi pene y comencé a frotarla sobre su entrada, torturándola por varios segundos hasta que la penetré de un profundo empujón. Ambos gemimos ante el contacto e inmediatamente comencé a embestirla, tratando de entrar en su cuerpo tan duro como nadie había hecho jamás. Abrí sus piernas, enredándolas alrededor de mi cintura, sus talones se clavaron en mis nalgas, instándome a ir más profundo.
Me senté en la cama, agarré con fuerza sus caderas, tirando de ella para que quedara sobre mí, a horcajadas y comencé a levantarla para que me montara, me enderecé para tener mejor ángulo. Sus uñas se clavaban en mi espalda por debajo de mi pulóver hasta que dolió, sentía el ardor deslizándose desde la parte trasera de mi cuello hasta donde llegaban sus manos. Aunque la mezcla entre el dolor y placer profundos me encantaba.
—Pon las manos y las rodillas sobre la cama —ordené. 
Se colocó en la posición que dije, inclinándose hacia delante para darme una completa visión de su trasero perfecto, alzándose ante mí en forma de corazón.
La vista era más que suficiente para hacerme venir, aunque no podría…aún no.
Tomé en mi boca la parte inferior del pulóver, deslizando la tela hacia arriba, sosteniéndolo con esta para dejar mi abdomen desnudo y la tela entre mis dientes. La embestí, comenzando un ritmo constante y profundo. La sutileza no era algo que tuviera en mente por ahora. Clavé mis dedos en sus nalgas, pegándole en ellas ocasionalmente y guiaba su movimiento desde adelante hacia atrás. Se sentía más apretada y caliente que nunca. Sin hablar de la sensualidad de sus gemidos que se podrían escuchar a un kilómetro. Con mi mano tomé su cabello y tiraba de él.
—Jordan…No pares, por favor. Me voy a venir —dijo entre jadeos cargados de deseo.
Escuchar la forma en la que decía mi nombre era aún más excitante. Pude sentir como su interior comenzó a sentirse más húmedo y a contraerse, indicándome que ya había acabado.
El cuadro completo frente a mí: espalda y nalgas enrojecidas, cintura delgada, interior húmedo, cabello sudado y despeinado enredado entre mis dedos me llevaron en un estado de euforia total y comencé a empujar sin piedad.
—Yo también voy a acabar, nena. Y lo haré dentro de ti —pude sentir que su cuerpo se estremeció y mordí su espalda un poco más fuerte de lo que había planeado.
Fue la sensación más profunda que había experimentado. El escalofrío que recorrió mi cuerpo en el momento que me corría no tendría adjetivos para describirlo. Llenando su interior con cada empuje, corrientes de placer atravesaban mi torrente sanguíneo. Tan intenso y fascinante que quería llorar. intentaba controlar mi respiración, los espasmos me recorrían una y otra vez, pareciera que no se detendrían. 
Finalmente, abandoné su cuerpo con pesar, delgadas líneas de semen resbalaban por sus muslos, no quería que se terminara nunca. Mi corazón latiendo con violencia. Ambos nos dejamos caer de lado en la cama, uno frente al otro.
—¿Qué sucede? —inquirió pasando su mano por mi mejilla, preocupada —. ¿Por qué lloras?
En ese momento me percaté, apenas estaba respirando y gruesas lágrimas corrían por mi rostro, cayendo sobre la almohada. ¿Cómo podría explicar lo que estaba pasando por mi mente en ese instante? Además de haber tenido la experiencia sexual más increíble de mi vida, algo se apoderó de mí y me incliné a darle un casto beso.
Nada sería igual que antes…y me parecía bien. Sentía que necesitaba estar con esta mujer el resto de mi vida. Haría lo que fuera porque no se alejara jamás. Sería lo que fuese solo para ser suficiente para ella. Deseaba tenerla a mi lado, hacerla mi esposa y tener mi familia. Lydia era lo único que faltaba en mi vida, y al fin lo sabía.
—Es solo que…no puedo creer lo mucho que te amo —respondí.
Ella me sonrió y acarició mi barbilla.
—Eso está bien. Porque yo te amo tanto que ni sabría explicarlo —se pegó a mi cuerpo y abrazó mi cintura —. No te alejes de mí. Nunca. Por favor.
—Jamás.

Desperté temprano, un poco adolorida y aún adormilada. Al parecer Jordan quería probar si la píldora realmente funcionaba o probar todas las posiciones existentes.
Abandoné la cama y para mi sorpresa este no estaba.
—¿Cómo se le ocurre dejarme sola en su propio apartamento?
Balbuceé, pero recordé la propuesta de la noche anterior y me sonrojé. Dejó una nota en la nevera, con una llave adherida al papel.
No prepares desayuno. Ven a Sandy’s. Te envié la dirección al GPS.
Me arreglé y me dirigí hacia el local. Cuando llegué me asombró ver una camioneta conocida fuera, pero solo pude pensar que era coincidencia. Jordan estaba dentro, hablando con alguien en una de las mesas en el balcón que daban al exterior.
—Hola —lo saludé y por un momento me quedé quieta. Mi madre estaba sentada junto a él y una mirada de súplica se dibujaba en su rostro.
—Lydia, siéntate, por favor —suplicó ella.
—No tengo nada que hablar —dije y Jay me tomó del brazo.
—Por favor, hazlo por mí. Escucha lo que tiene para decir. No puedes evitar esta conversación por siempre.

Suspiré, la miré y tomé asiento junto a ella. Jordan se marchó con la excusa de que iba a hacer el pedido de los tres.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora