Jordan
Las grabaciones para la película habían comenzado por fin. Sin interrupciones, ni sesiones de fotos ni fiestas.Por suerte, el género era al que estaba acostumbrado: romance. No lo admitiría en voz alta, para no enaltecer al director de esta, pero me gustó mucho la historia. Sentía que estaba en mi zona de confort.
Por otro lado, habían pasado unas semanas desde el incidente con Lydia. Por suerte estaba muy ocupado en los ensayos, las grabaciones, el entrenamiento y el libreto como para pensar en eso…bueno, sí, es mentira.
No dejaba de rememorar un minuto lo que había ocurrido. Más porque ella no parecía afectada en lo absoluto. Actuaba completamente natural.
Claro, también estaba el hecho de que probablemente no recordara la parte de besar mi espalda y confesar su deseo por mí.
Me molestaba el hecho de que me importara tanto lo que pasó. En mis relaciones con las mujeres yo estaba al otro lado de la verja. Pasábamos la noche más intensa y al día siguiente actuaba como si nada.
Claro, que a ellas le convenía, ya sabemos mis preferencias, pero esto era frustrante. Creo que se trataba de orgullo y hombría.
El fin de semana tomamos un descanso. Los chicos y yo nos preparábamos para ir a nadar. Estaba haciendo un día muy soleado. Nos empujábamos por los pasillos de la mansión como críos.
Pasamos por la oficina de Lydia que tenía la puerta abierta. Me detuve. La jauría que me acompañaba también se detuvo un poco más allá. Me hicieron señas de interrogante. Les hice una con la mano para que continuaran.
Obedecieron maldiciendo. Ella estaba escribiendo algo en el ordenador.
—Buen día, Nana —me encantaba picarla. Quería sonar casual —. ¿No vas a mojar tu lindo trasero en el mar?
Me miró y levantó una ceja, además de añadir su característico gesto de asco con la boca.
—No me gusta el mar…y de paso tampoco me gustas tú.
Sonreí. Si supieras lo que sé yo.
—Tú te lo pierdes —y corrí a alcanzar a los chicos.
No entendía cómo una persona que tiene su escritorio lleno de fotos en el mar podría odiarlo.
Pasamos el día divirtiéndonos entre la multitud, había sol, cerveza y chicas. El sol tenía una especie de magnetismo, me hubiese gustado quedarme aquí para siempre. Jugamos vóley en la playa, bebimos y nos intercambiamos números con algunas fans que nos habían reconocido. Quedamos en salir más tarde esa noche.
Al caer la tarde Dan, Sandro y los demás se iban a comer en un restaurante que quedaba a unos pocos metros de donde estábamos.
Yo iba a acompañarlos, pero mientras me secaba el cabello con una toalla y caminaba detrás de ellos, pude ver una figura conocida a lo lejos: Lydia. Estaba sentada en una de las mesas del bar que quedaba frente al mar. Tenía las manos cruzadas sobre la mesa, con una cerveza acompañando su soledad.
No entendía porque sentí la necesidad de ir hasta ella. Decidí dejar ir a los chicos, me excusé diciendo que quería otro trago.
Fui directamente a la mesa donde estaba. Temía que se fuera en cuanto me viera llegar, pero para mi sorpresa esbozó una forzada sonrisa. Lucía triste.
—¿Puedo sentarme? —dije mientras movía la silla vacía.—Claro, pero pagas tú. Ya puedes —y tomó un sorbo de la cerveza. Al fin y al cabo, ya me habían devuelto mis derechos.
—Claro —le hice señas al mesero para que me trajera una a mí también —. Pensé que no te gustaba el mar y aquí estás, deleitándote con él.
ESTÁS LEYENDO
La lluvia se ha detenido
RomanceLa pasiva y organizada vida de Lydia Frey se ve sacudida cuando le proponen trabajar siendo la representante de Jordan Greg, actor y modelo. Quien pasó de estar en la cima de su carrera, al fondo de esta, provocado por varios escándalos y situacion...