Capítulo 68: Que me escogiera a mí

1 0 0
                                    

Jordan

Una semana después...
—En unos días le daremos el alta, queríamos esperar que estuviesen los resultados para estar seguros de que todo marcha bien —el doctor era un hombre de mediana edad, con canas adornando los lados de su cabeza, arrugas alrededor de los ojos y tenía unos gruesos lentes —. Aunque parece que su salud física está mejorando, su memoria tal vez le tome más tiempo, deben ser pacientes. Yo mismo la chequearé semanalmente.
—Le agradecemos por todo, doctor. Cuidaremos de ella —dijo mi madre. Se había comportado como si Lydia fuese una hija más. Me gustaba ver esa faceta de ambas, cediendo ante la otra.
—Y por los gastos no se preocupen, todo va a mi cuenta —interfirió Bruno —. Es lo menos que puedo hacer.
—No es necesario, yo lo pagaré. Es mi novia, en caso de que lo hayas olvidado.
—No soy yo quien lo ha olvidado — comentó con un toque de arrogancia.
Mi madre me había tomado del brazo al verme avanzar hacia él, sí que me conocía. Me había invadido la ira y mis oídos se colorearon.
El doctor bajó la mirada avergonzado. Se disculpó y salió de allí. Debía tener mucho trabajo como para perder el tiempo con nuestros dime y diretes.
—También creo que lo mejor será que se quede en el apartamento donde solía vivir antes de todo esto. Yo estaré cerca para cualquier cosa —sugirió Bruno mirando a mi madre como si yo no estuviese allí. Con cada palabra que salía de su boca me invadían unos deseos incontrolables de golpearlo.
—¡Y una puta mierda! —rezongué y mi madre me apretó más fuerte el brazo.
—Jordan, por favor —suplicó ella —.  Estamos en un hospital.
—No me importa —me liberé de su mano —. De ninguna manera va a ir allí —me acerqué más a él y coloqué el dedo índice sobre su pecho —. Irá a nuestro apartamento, conmigo. Donde ella escogió estar.
—No digas tonterías, además eso fue porque yo no estaba cerca, de lo contrario...
—¡Oh, vamos! —dije moviendo mis manos de un lado a otro —. ¿Te dices eso para consolarte por imbécil? ¿Ahora no te importa que la gente sepa lo de ustedes? Un poco tarde ¿no?
—Mira, niñato —y me tomó por el cuello del suéter. Ajusté mis manos alrededor de sus muñecas –. No me hagas perder la paciencia.
—Perder es lo tuyo.
—¡Basta yaaa! —Lydia había gritado desde el otro lado de la habitación. Todos nos giramos hacia ella. Tenía los oídos cubiertos con sus manos —. Paren ya de discutir. Mi cabeza va a explotar.
Todos corrimos hasta allí y nos quedamos mirando fijamente su reacción.
—No estoy en coma así que parad de elegir lo que es mejor para mí. Quiero analgésicos y estar sola, por favor.
Todos asentimos y mi madre llamó a una enfermera para que le suministrara el medicamento. Seguidamente la dejamos sola en la habitación.

Tuve que salir de allí, con lágrimas en los ojos, por un lado, enfurecido y por otro dolorido. Sabía que en cualquier momento ella tomaría una decisión, ya que estaban a punto de darle el alta. En el fondo no sabía si me escogería a mí y eso era lo peor.
En ese momento miré al cielo, llevaba tiempo sin hablar con dios, pero ahora mismo lo necesitaba. Pedí con todas mis fuerzas que Lydia recordara lo que nos habíamos prometido, que me escogiera a mí.

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora