Capítulo 49: Un hermoso lugar

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Lydia

Luego de varias horas de vuelo, llegamos a nuestro destino. Es necesario confesar que el lugar era sencillo, pero muy hermoso a la vez. Entramos a la cabaña. Fuera había un chico delgado y de piel acanelada. Lucía una sonrisa cómplice cuando nos vio llegar. Inmediatamente nos dio la bienvenida. Les dije nuestros nombres y buscó en una especie de libro enorme por unos segundos hasta que los halló.
—Acompáñenme  —nos dijo por encima del hombro —. Les mostraré la cabaña. 
Todo estaba hecho de madera, ambientado como si fuese un hogar familiar. Daba la impresión por la decoración de que era rústico, sin embargo, los equipos eran modernos.
El chico nos dio un tour. Nuestra habitación era más que hermosa. Enormes plantas de plástico adornaban las esquinas, dando la impresión de que eran reales por unas gotas falsas que se reflejaban en sus hojas. Un sofá de color marrón reinaba en el centro, con una pequeña mesa de madera con naturaleza muerta dentro de un jarrón transparente y tapetes del mismo color. Una pequeña librería se escondía tras la puerta. La cama era King Size, con cubrecamas de color marrón y un cómodo respaldo de madera torneada. Tenía unos ventanales enormes de cristal que rodeaban toda la habitación, a través de los cuales se podía observar el paisaje. Además de todo esto poseía una hermosa terraza con sillones de mimbre y barandas de madera, desde dónde también podías disfrutar la vista de un enorme lago que se extendía hasta el horizonte y más allá.
—Es…hermoso —dije visiblemente impactada.
—Sí, lo es —el chico pelirrojo concordó y educadamente se despidió —. Los dejo para que se pongan cómodos. Lo que necesiten me lo hacen saber. Mi casa está a unos metros. Tenemos un restaurante justo al lado, además de un bar - nos alcanzó unos folletos con las actividades que se desarrollaban en el lugar, y también un mapa para llegar hasta el pueblo. Pueden cocinar ustedes mismos también. La cocina tiene todo lo necesario.
Luego de que nos quedamos a solas nos sentamos en la terraza admirando la majestuosidad del lugar.
—¿Te fijaste que sólo hay una cama? —le pregunté mirándolo por el rabillo del ojo —. ¿Qué haremos?
Él pasó la lengua por su labio inferior y esbozó una sonrisa descarada antes de contestar.
—¿No pueden los amigos dormir en la misma cama sin que signifique algo?
Lo miré levantando la ceja.
—Dormirás en el sofá y yo en la cama — y me puse de pie.
—Bien. Con estar cerca de ti me basta.
No pude evitar sonreírme.

El sol comenzaba a desaparecer tras las montañas que bordeaban el lago. Me había tomado una hora desempacar mis cosas. Claro, como una maniática del orden debía colocar todo en su preciso lugar para evitar estrés. Jordan hacía la misma actividad que yo, pero solo le tomó unos minutos.
—Creo que deberíamos cambiarnos para ir al restaurante. Aún no sabemos dónde es —sugerí —. Hoy no pienso cocinar.
—Claro, lo que quieras.

La etiqueta del lugar decía elegante – casual. ¿Elegante – casual? ¿Qué mierda significaba eso? No tenía claro aún qué iba a usar, cabe decir que había ido de compras por este viaje. Había investigado unas referencias y las lluvias en esta época del año eran muy frecuentes. 
Al final me decidí por un vestido negro, sencillo, ajustado al cuerpo, que dejaba toda mi espalda descubierta y me llegaba hasta un poco por debajo de la rodilla. Usé unos zapatos de tacón cuadrado transparentes.
Alisé mi cabello y me puse un poco de maquillaje.
Me miré al espejo y suspiré. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero se sentía tan bien que solo me dejé llevar.  
Cuando salí del baño vi a Jordan de espaldas con una copa en la mano, asomado en uno de los ventanales y apoyado en la pared. Tenía un pantalón de pinza gris, un polo de cuello alto negro ajustado colocado cuidadosamente por dentro del pantalón (que resaltaba su perfecta distribución corporal) y unos Oxford de color negro adornaban sus pies.
Aunque me costara admitirlo (y nunca lo haría en voz alta) era increíblemente irresistible. Además de su perfecto físico, emanaba una sensualidad embriagante. Desde mi lugar pude sentir el inconfundible perfume que usaba siempre: City Glam.
De repente se volteó al escucharme.
-—Lydia —dijo y por un segundo se quedó aparentemente sin aliento, al igual que me había ocurrido a mí segundos antes. Estaba mirándome y detallando mi atuendo —. Uff estás… increíble.
Bajé la vista y me miré yo misma.
—No es para tanto —levanté la vista hacia él – tú tampoco estás mal.
—¡Oh, vamos! —sonrió al techo —. Eras la primera de tu clase, creo que podrías encontrar alguna otra frase para definirme, ¿no crees?
—Ya quisieras.
Asintió, dejó el vaso sobre la mesa y salimos.

El restaurante se hallaba a pocos metros. Cuando estábamos a punto de entrar Jordan se detuvo y se giró hacia mí.
—Oye…yo quería disculparme por todo esto. En nombre de nuestros amigos.  Si en algún momento sientes que quieres irte me lo puedes decir.
Sus palabras sonaban sinceras, y sabía que tenía sentimientos por mí. Me lo había confesado en más de una ocasión. Pero antes de cualquier decisión que pudiese tomar debía aclarar lo que sentía yo realmente, y comprobar que no era sólo una atracción pasajera. Por eso había accedido a todo esto, necesitaba descubrir lo que realmente pasaba entre nosotros.
—Claro, sabes que quien manda aquí soy yo —le dije lo mismo que la primera vez que discutimos en mi oficina.
—Como siempre —me miró con la sonrisa más amplia que había visto en su rostro —. Algo más… por esta semana solo seremos Jordan y Lydia, no Golden J y su mánager. ¿Crees que podemos actuar como una pareja convencional mientras estemos aquí? Me encantaría saber qué se siente estar en esa posición con alguien como tú.
—Ni de coña —contrario a mis palabras me agarré de su hombro como una <<pareja convencional>>.
Él se limitó a sonreír una vez más y se irguió orgulloso llevándome de su brazo hasta el restaurante.

La comida estaba deliciosa. Aunque apenas me podía concentrar en nada cuando tenía semejante figura frente a mí. No sabía si era efecto del vino, pero cada segundo se volvía más atractivo. Cuando levantaba su brazo para pedir algo a los camareros sus músculos delgados se tensaban, sus ojos desaparecían cuando sonreía. Tenía que aflojar por ratos el cuello de mi vestido pues por algún motivo me costaba un poco respirar.
Terminamos, pagó y salimos de allí.
—¿Vamos a conocer el bar del que nos hablaron? Es muy temprano para ir a dormir —sugirió —. Además sería un desperdicio no presumir ese vestido un poco más —me hizo un guiño.
De ninguna manera podíamos hacer eso, en el restaurante nadie lo había conocido, pero a lo mejor allí sí. Además, ya tenía unos tragos y no era buena idea que continuara bebiendo.
—Claro —dije contrario a todo lo que mis pensamientos decían —. Pero vamos a un reservado. Me da miedo que te reconozcan y se provoque un escándalo.

Él asintió.

Entramos al bar, para mi sorpresa no había muchas personas dentro. Aunque mi propuesta de un reservado se mantenía. Jordan fue hasta la barra, le extendió un billete al señor que estaba allí y se giró haciéndome un gesto para que me acercara.
El reservado era pequeño, tenía una mesa con una especia de cubeta de metal, con hielo en el centro. Jordan había ordenado una botella de champaña. Al parecer quería impresionarme.
—¡Wow! Podría acostumbrarme a esto —bromeé.
—No seas modesta, seguro que con tu exnovio rico lo hacías muy a menudo — me dijo mientras servía en ambas copas.
Me quedé en silencio y bajé la mirada.
—Perdona, ¿dije algo malo? Lo siento por mencionar…
—No, está bien. Y la respuesta es sí, lo hacía todo el tiempo, pero no con él. Casado ¿recuerdas?
—Sí, claro.

La música del lugar era bastante aceptable, no el típico maratón de trap y reguetón que sonaba en todos lados. 
Estuvimos hablando de todo un poco. Me contó sobre su tormentosa adolescencia, cuando comenzó a asistir a audiciones y como sufría al no obtener los papeles que deseaba, la frustración lo volvió un poco violento. Y se metió en algunos líos. Odiaba a todos.
A cambio le conté sobre la enfermedad y posterior muerte de mi papá, la desastrosa relación con mi madre, y cómo comencé a interesarme por el mundo del marketing, la publicidad. Fue gracias a un profesor que se nos metió bajo la piel y era muy apasionado a eso. 
—¿Follaste con él? —me preguntó de sopetón. Ya casi terminábamos la segunda botella y ninguno de los dos estaba completamente sobrio.
—¿Qué? No, ¿por qué dirías algo así? —y comencé a reír.
Estábamos en la misma parte del asiento de vinil. Él estaba de lado, frente a mí, con uno de sus codos apoyado sobre el respaldo, su pie estaba doblado sobre su rodilla contraria.
Yo estaba también de lado, frente a él, con una pierna apoyada sobre la otra. 
Parecíamos dos viejos amigos poniéndose al día. Con la única diferencia de que los amigos no se miraban de la forma en que lo hacíamos en ese momento. No podía dejar de verlo, sus hoyuelos a ambos lados de su rostro, sus dientes perfectos, su cabello revuelto.
Al parecer a él le ocurría lo mismo, porque se quedó en silencio, mirándome, estudiando mis gestos. Se mordió el labio inferior.
—Sabes, debería ir a pedir otra botella, esta casi se acaba.
—Claro, hoy ninguno tiene que conducir —respondí un poco decepcionada. Pensé que iba a dar algún paso.
Lo vi ponerse de pie y salir. Toqué mi rostro, estaba caliente. Seguro era la bebida ¿no?
Unos minutos después regresó y antes de que pudiese girarme para mirarlo, se subió en el respaldo del sofá, tiró de mí y me besó.
—Ahora mismo no puedo… o mejor, no quiero controlar las ganas de besarte — dijo cuando se separó de mí —. Me gustaría ser yo quien tome la iniciativa esta vez. Así si mañana nos arrepentimos puedes culparme. 

La lluvia se ha detenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora