Flashbacks (Segunda Parte)

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- Sí - respondió confundida y algo mareada -, estoy un poco mejor.

La joven echó un vistazo a su alrededor. Todo seguía igual.
Se sentó en su silla favorita para comer y apoyó su cabeza sobre su mano derecha. Stephanie sentía que todo le daba vueltas.

- Stephanie, ¿quieres beber algo?

- Agua, por favor.

El héroe le dio un vaso de agua mientras que ella intentaba adivinar que es lo que le había sucedido.

- ¿Dónde está mi tío, Sportacus?

- Se ha ido a comprar huevos y harina, te va a preparar unos crepés porque piensa que has tenido un bajón de azúcar.

- Bajón de azúcar... —Susurró la chica.

- ¿Has dicho algo?

- ¿Cómo? - Stephanie volvió en sí - No, no, estoy bien.

Él la miraba extrañado por su comportamiento. Stephanie volvió a quedarse muda, solo reaccionó cuando el adulto le dio su agua.

Al dar el primer sorbo, se percató que Sportacus le miraba los pechos. La pelorosa llevaba un vestido ajustado de arriba con unos botones que parecían que iban a estallar por su busto. Por lo que, aquel instante se hizo incómodo y otro recuerdo nublo su mente.

¡Deja de mirarme así, Stephanie!

Sportacus golpeó la nevera porque le estaba mirando fijamente. Él sabía que estaba jugando con su misma baraja, ¡Se cabreo porque ambos sentíamos algo!

El vaso de agua se derramó cayendo al suelo. El ruido despertó a Stephanie de su recuerdo y miró por unos segundos la nevera, seguía intacta.
Los ojos de la chica volvieron al héroe y él estaba fregando el suelo.

- ¿Qué ha pasado?

Stephanie preguntaba algo confundida.

- Se te ha caído el vaso al suelo. ¿No lo recuerdas?

Ella negó con la cabeza y volvió a apoyar su cabeza en su mano cerrando los ojos. Mientras, Sportacus terminó de fregar el suelo y con un pañuelo recogió los cristales rotos.

La cabeza del héroe se encontraba a la altura de las rodillas de Stephanie. A la joven no se le veía nada, pero Sportacus no pudo quitar su mirada de los muslos de la chica.

Al coger un cristal, él se cortó su mano. La herida no era muy grave, pero le dolía. Stephanie abrió los ojos y ayudó a Sportacus a curarle la herida llevándolo al servicio.

En el lavabo, ella estaba curando su mano. No entendía esos pensamientos que se le aparecían de bote pronto. Mientras realizaba la cura, Stephanie se sentío muy incómoda con la presencia del héroe, a solas en el baño.

- Me gusta tu vestido - dijo él -, te queda muy bien. Además de marcarte la cintura.

- Gracias, Sporty.

Aquella última palabra que salió de su boca, la llevó a otro recuerdo en que ambos estuvieron a punto de hacer el amor, pero el cristal les interrumpió.

- ¿Stephanie?

- ¿Qué? ¿Qué pasa?

- ¿Seguro que te encuentras bien?

- Sí, sí, estoy bien.

- Te has incomodado con lo del vestido, ¿cierto?

La pelorosa terminó de curarle la mano, recogió el botiquín guardándolo en el armario y regreso de nuevo a la cocina. Él fue tras ella.

- ¡¿Por qué no me dices que te ha incomodado el comentario del vestido?!

- ¡PORQUE NO LO HAS CONSEGUIDO! - Stephanie le alzó la voz - No me ha molestado tu absurdo comentario.

Sportacus se puso de brazos cruzados con el rostro serio. Mantenía una postura fría.

Desde hacía dos años, el héroe tenía un deseo sexual enorme hacia Stephanie. La mayoría de las noches se levantaba sudado y con su «amiguito» despierto. Sportacus quería hacer suya a Stephanie. Deseaba desvirgarla en su nave o en su habitación. Para él, la pelorosa era su hermosa diosa.

- ¿Te ha fastidiado que no me haya acalorado por lo de mi vestido que marca mi cintura?

Preguntó Stephanie con ironía mientras terminaba de recoger el vaso roto junto con los cristales y guardándolo en una bolsa pequeña.

El héroe sonrió para sus adentros y se puso detrás de ella, susurrándole: ¿Quieres que te acalore de verdad?

- Hazlo - le reto la chica -, haber que sucede.

Se dio la vuelta y ambos se miraron fijamente. Sportacus seguía sin cambiar de pose y Stephanie dejó a un lado la bolsa y puso sus brazos detrás a su espalda.

Ella estaba abierta a la batalla y él se mantenía firme. Sportacus tenía la oportunidad de besar a Stephanie y romperle el vestido. Él deseaba que su diosa gritara su nombre mientras la penetrase con dureza. Él quería eso, era su sueño más húmedo que tenía con ella, pero se quedaba al margen.

- ¿A qué esperas, Sportacus?

- ¡A BAJARTE LAS BRAGAS Y HACERTE MÍA! —Gritó el héroe con rabia por hacerle mil cosas a su musa y no atreverse.

Stephanie sonrió con astucia. Se sentó sobre la mesa de la cocina y separó un poco sus piernas mordiéndose el labio.

- ¿Quieres que lo ponga más fácil, Sporty? - se desabrochó los tres botones del vestido mostrando su sujetador - ¿Mejor?

Sportacus se lanzó. La beso con ansias. Los labios del héroe bajaron al cuello de la chica. La devoraba. Su mano derecha tocaba sus pechos y su mano izquierda la puso entre sus piernas haciendo que ella soltase algún que otro gemido.

- He llegado. —Dijo Milford cerrando la puerta de la casa.

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora