¿No te olvidas de algo? (Segunda Parte)

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Las chicas iban hablando sobre las fiestas de Lazytown, los supuestos conciertos que se iban a realizar y alguna nueva atracción que estaban montando en la feria.

- La cosa pinta guay - comentó la pelinegra -, pero con este tiempo no se si tu tío las suspenderá.

- No lo creo - dijo Stephanie -, está niebla no es muy espesa. Por lo menos, podemos ver a las personas que tenemos delante.

- Pues espérate a que se haga bien espesa que salir sin chocarte es un jodido milagro.

Stephanie se rio por la respuesta genuina de Trixie. Siempre tenía alguna que otra contestación con un pequeño toque de humor negro o roto.

Mientras seguían hablando sobre las fiestas, una persona que iba en bicicleta casi se lleva por delante a Trixie.

- ¡MALDITO HIJO DE PUTA, TEN MÁS CUIDADO!

Trixie gruñó como un perro rabioso. En cambio, la persona con bicicleta siguió con su camino.

- Será imbécil - bramó Trixie -, casi me atropella y ni siquiera me pide disculpas.

- Hay gente que no tiene dos dedos de frente y les da igual si le hacen daño a los demás.

- Lo extraño es que no haya aparecido Sportacus.

- ¿Por qué?

- ¿Cómo que por qué? - la pelinegra se sorprendió ante la pregunta de su amiga - Sportacus tiene un cristal que siempre le avisa cuando alguien está en peligro, es raro que no haya aparecido en el momento del atropello.

- ¡Cierto! - exclamó la pelorosa - ¿El cristal lo tendrá roto?

La conversación de ambas se declinó a la teoría del cristal roto del héroe.

- Tal vez, deberíamos enviarle un mensaje.

- Esta tarde le puedo escribir uno - dijo Stephanie -, supongo que será rápido en responderme.

Las chicas siguieron comentando sobre las fiestas de Lazytown y de los conciertos.

En la nave, Sportacus se levantó de la cama para ir al servicio. Al entrar, se miró en el espejo con una mirada incomprensible de su ser.

¿Qué te pasa? ¿Acaso ya no eres suficiente? Eres un fracaso, Sportacus.

La última frase lo hundió en su miseria. Se sentó en la tapa del váter apoyando su cabeza en sus manos recordando lo activo y optimista que era antes.

Tras hacer sus necesidades y salir del baño, sobre la cama observó que tenía correo. Abrió el tubo y leyó el mensaje:

«Querido Sportacus,

Como alcalde de Lazytown me otorga comunicarle que a la semana que viene, vamos a celebrar con gran orgullo las fiestas de nuestra querida ciudad. Por lo que, me gustaría ofrecerle una recompensa de 1000$ por su labor como policía infiltrado o de incógnito para evitar cualquier altercado posible.

Recibirá la recompensa mañana viernes o durante la semana de las fiestas, cuando usted quiera recogerla.

Gracias por su labor y un cordial saludo,

El alcalde de Lazytown».

Sportacus rompió el mensaje y lo echó a la basura. Se tumbo en la cama de nuevo.

¿1000 jodidos dólares? ¿Qué hago yo con tanto dinero?

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora