Inquietud y quedada

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En la cueva, Robbie iba de un lado a otro. Se sentía abrumado; ansioso; nervioso; sentía náuseas y el corazón le latía cada vez más rápido.

La idea de que Merodee, un fantasma de su época más humillante y oscura, estuviera en Lazytown no le causaba gracia alguna.

¿Por qué ha regresado Dee a la ciudad después de diez años? - suspiraba Rotten - Debe haber algún motivo. Es extraño que aparezca de la noche a la mañana con una sonrisa en el rostro... Ese rostro de «niña buena» que en el fondo es otra zorra del montón. Un montón lleno de hipocresía y mentiras y falsedades. Maldigo el día en que fui tu mejor amigo Merodee. Confíe en ti y todavía duele ese puñal.

Rotten necesitaba tranquilizar la mente, por lo que fue a ver con sus prismáticos el ambiente de la calle.

Al menos si veo a esos mocosos, tal vez deje de pensar en ella.

En las calles y en la plaza estaban decoradas con papelinas de colores. Quedaba poco para las fiestas.

Robbie siguió husmeando hasta que se percató de la presencia de la pelorosa en el patio del instituto junto con un chico alto y rubio. Ambos estaban conversando, se reían juntos y aquel chico puso su mano en el muslo de Stephanie. Por su parte, la chica solo se limitó a sonreír a pesar de que sentía incomodidad.

Aquella escena rompió algo dentro de Rotten.

Qué buenos amigos... ¿parecen?
A Merodee nunca la toque, pero siempre hablábamos en el patio, en la clase e incluso quedábamos por las tardes para hablar sobre las asignaturas, los compañeros del instituto y algunos profesores ineptos. ¿Qué pasó para que todo acabara tan mal?

Stephanie y Dolph tenían una hora libre. El profesor Mcgregor no había acudido a clase por motivos personales. La clase de química se había suspendido.

La clase de Stephanie decidió ir a la cafetería, algunos fueron a la biblioteca y tanto ella como su nuevo amigo fueron a sentarse en uno de los bancos del patio.

Ambos estuvieron charlando acerca de su futuro incierto.

- Entonces - dijo Dolph -, ¿no sabes si querrás ir a la universidad?

Stephanie hizo una mueca de disgusto. En el fondo, ella deseaba ir a la universidad para estudiar medicina, farmacia o veterinaria, pero le parecía un sueño imposible.

- No lo sé - respondió ella -. Estoy sacándome el graduado y, tal vez, en otra vida pueda ir a la universidad.

- ¿Y por qué en la siguiente y no en esta? - Dolph le sonrió, quería verla sonreír - Aunque nos estemos sacando el graduado y seamos un poco más mayores que los demás, eso no significa que no podamos ir a la universidad. Ahora, parece que estemos a años luz de graduarnos, pero el tiempo vuela y en un abrir y cerrar de ojos tendremos nuestro certificado académico y nuestro título universitario.

- La verdad es que sí, el tiempo vuela y nunca se detiene.

Ambos sonrieron. Dolph se moría por besarla, pero era muy caballeroso y siempre le pediría permiso para tocar sus dulces y suaves labios.

- Oye Stephanie, ¿te apetece quedar este viernes? Por si no tienes nada que hacer y te apetece dar una vuelta.

- ¿En el parque sobre las 17:30?

- ¡Claro!

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora