El lago (Segunda Parte)

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- Te dije Kökō - el aludido observó a su hermano malherido delante suya con aquella mirada de rabia que siempre observó de niño -, que si tocabas a Stephanie te mataría.

Kökō se levantó del suelo entre risas y sonriendo como un psicópata que pide a gritos morir por inyección letal. Delante suya tenía a Sportacus quien deseaba con todo su alma enviar a su diabólico hermano al infierno. Mientras, Stephanie tosía al coger un poco de aire. Sentía un dolor fuerte en su pecho. La herida dejó de sangrar, pero le dolía demasiado.

Ella observó a Sportacus que se encontraba cerca suya y a Kökō a un lado.

- ¿Vas a hacer algo, Sportacus? Siempre te comportabas como si fueras el maldito protagonista de esas putas historias de mierda, ¿entiendes? Todo el mundo te apreciaba como si fueras Dios y lo único que eres y has sido, aparte de ser una persona mediocre, alguien detestable e insoportable que siempre intenta «ayudar a los demás» para sentirse bien consigo mismo. En el fondo, estás igual de podrido que yo, Sportacus.

- No lo creo Kökō. Tú y yo siempre fuimos muy distintos hasta mamá lo dijo un día. Pero nunca entendí el por qué de tu diversión de causar daño te resultaba tan magnifico. Violar a menores nunca lo vi divertido ni tampoco cuando mataste a mamá ¡ni cuando acabaste la vida de papá!

- Está bien - sonrió Kökō -. La única razón es que hay personas que nacen con maldad y hay otras que lo van desarrollándolo con el paso del tiempo. En mi caso, siempre supe que mi única forma de pasármelo bien era acabar con la vida de aquel que se cruzara en mi camino. Sé que suena apoteósico lo que acabo de decir, pero mira Merodee, una zorra que solo busca valoración masculina. Desde el minuto uno lo supe y me empezó a aburrir enseguida, pero con Stephanie ya me había dado cuenta que ella ya sospechaba de mí y eso me ponía muchísimo. Qué una mujer me rechace me entran más ganas de hacerla mía y luego acabar con su vida como si fuera una sucia rata.

Ambos gemelos se miraban fijamente. Por su parte, Stephanie intentó huir de forma muy sigilosa arrastrándose por el suelo húmedo para llegar por lo menos hasta la tabla de madera que los niños utilizaban para saltar al agua.

- ¿A dónde va ella?

- Eso no es asunto tuyo, Kökō.

- Si lo es - respondió el joven con una sonrisa -, ella me pertenece.

- ¡NO ES TUYA!

Sportacus se abalanzó sobre su hermano golpeándolo en la cara. Sus puños empezaron a mancharse de sangre. Kökō no paraba de sangrar por la boca.

- ¡SPORTACUS, DETENTE! —Le gritó Stephanie.

- Comprendo que tu hermano sea un maldito criminal, pero no creo que matarle sea la solución.

- Que vaya a la cárcel tampoco es una buena solución, Stephanie - le dijo el héroe con el puño en alto -, él se merece morir.

Sportacus volvió a golpear a su hermano.

- ¡SPORTACUS, PÁRATE PEDAZO DE IDIOTA!

Robbie llegó al lugar de los hechos agotado porque llevaba años sin correr. El delgaducho hiperventilaba bastante a causa de hacer gran esfuerzo físico que no lo hacía durante más de diez años.

- ¡Detente!

- ¡¿Y Merodee?! - preguntó Sportacus nervioso - ¡¿Dónde está?!

- Se la ha llevado la policía, les he contado que vinieran a la zona del lago, pero los muy vagos me han respondido que mañana. ¡Jodidos holgazanes! —Gruñó Robbie.

- ¿Has oído eso, Sporty? - Kökō empezó a reírse de nuevo - Otra vez me voy a quedar impune.

- Ni lo sueñes.

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora