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El alcalde dejó las llaves en el recipiente que tenía en la entrada de la casa. Al entrar en la cocina, Sportacus estaba bebiendo agua y Stephanie estaba tirando la bolsa del vaso roto a la basura.

- Querida - dijo Milford mientras sacaba la compra -, está noche te preparé unos crepés o unos gofres.
Me preocupa que tengas más bajones de azúcar.

- Estoy bien, tío Milford.

El alcalde carraspeó mirando de reojo al héroe. Ante eso, Sportacus se apresuró en beber de un trago el agua.

- Me tengo que ir - Sportacus se puso nervioso -, gracias por el agua Stephanie.

Él se despidió del alcalde dándole la mano y la pelorosa lo acompañó hasta la puerta.

- Adiós, Sportacus.

- Adiós, Stephanie.

El héroe le guiño el ojo y ella empezó a sentir vergüenza. Sin embargo, aquella acción de Sportacus la llevo a otro recuerdo.

Mi tío te ha preparado un batido de frutas.

Aquella tarde, cuando regresaba del instituto, Sportacus estaba arreglando la valla del jardín del tío Milford y ambos nos quedamos mirando intensamente. Solo tenía dieciséis años y el 36...

- Stephanie - le habló el héroe -, te está saliendo sangre por la nariz.

La chica se tocó la nariz y, efectivamente, le estaba sangrando. Milford regresó a la puerta de la entrada y vio cómo su sobrina se fue corriendo al baño.

- ¡¿Qué le sucede a Stephanie?!

- Le ha empezado salir sangre por la nariz - explicó Sportacus -. No es nada, algún capilar se le habrá roto, pero si no le para la hemorragia, llame a un médico.

- Eso téngalo por seguro.

Stephanie regresó a la entrada con una bola de papel pequeña en la nariz.

- Antes de que digáis algo - advirtió mirando a ambos -, estoy bien.

Sportacus sonrió y se marchó a su nave. Mientras, Milford y su sobrina estaban en la cocina de nuevo hablando sobre el trabajo como alcalde de la ciudad y las clases como estudiante de instituto.

- Por cierto, querida, ¿sabes que edad tiene Sportacus?

- Si no me engaño tiene unos 38 años. ¿Por qué lo preguntas, tío Milford?

- Porque es muy mayor para ti.

La chica guardó silencio y cuando estuvo segura, habló.

- Soy mayor de edad, tío Milford. Entiendo que te preocupes por mí, pero Sportacus y yo solo somos amigos.

- ¿Y los amigos se desabrochan los botones del vestido?

Aquella pregunta golpeó con fiereza la mente de Stephanie y se dio cuenta que el tercer botón no se lo había abrochado.

- No es por nada, querida - continuó hablando el alcalde -, pero debes comprender que Sportacus es un hombre. Un hombre que ya tiene experiencia en muchas áreas de la vida y que esté con una niña tan pequeña, no me hace ni pizca de gracia.

- Tío Milford...

- Sé que te sientes atraída por él, lo noto, pero no quiero que tengas prisa por correr más rápido que los demás.

¿Tener prisa?

No quiero que vayas tan rápido, Stephanie... Si ves que hace algo raro, te vas.

Stephanie recordó que su tío la había advertido cuando quedó por primera vez con Pixel.

Tío Milford implantó un toque de queda porque... - la chica puso los ojos como platos - ¡Porque había un asesino suelto!

- ¡Stephanie!

- ¡¿Qué pasa?!

Milford estaba realmente preocupado por su sobrina. Algo le sucedía, pero ni ella sabía que responder a sus vagos recuerdos imprevistos.

- Querida - dijo el alcalde -, ¿por qué no me cuentas qué te está pasando? Te cuento cualquier hecho y te quedas en blanco, completamente en blanco.

- Solo estoy cansada, tío Milford.

¿Qué quieres que te diga si ni yo me entiendo?

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora