Kökō

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Un mensaje llegó al teléfono de Robbie Rotten. Alguien lo cogió y leyó en voz alta: Discurso del alcalde de Lazytown a las 12:45 del mediodía en la plaza mayor. Urgente.

- Será por los chicos muertos. —Dijo un chico rubio de ojos claros sentado en el sillón peludo anaranjado del villano.

- Me da lastima esos niños - Dee se encontraba en la cueva de Rotten -, pero fue divertido, ¿no crees, Kökō?

Kökō, el hermano gemelo de Sportacus, estaba sentado en aquel sillón sonriendo por la trágica noticia mientras veía la televisión.

Kökō se había hecho pasar por él, nadie había notado la diferencia entre un hermano y otro.

Merodee se acercó a él por detrás tocando su zona pectoral y besando su cuello.

- Anda ven aquí - dijo el chico cogiéndola del brazo para besar sus esponjosos labios -, eres tan sexy.

- ¡HEY! - gritó Robbie encerrado en una jaula colgada del techo - ¡SI VAIS A HACER ALGO IROS A OTRO SITIO! ¡ES MI CASA!

- ¿Y a este flaco qué cojones le sucede? —Preguntó Kökō entre risas.

- Siempre fue así conmigo, es tan malévolo. —Respondió Merodee con voz de dulce, como de niña buena.

- ¿Siempre fuiste así con mi chica?

Kökō se rio de nuevo y volvió a besar a Merodee, ella se puso encima de él y frenaron sus ganas de amor al escuchar de fondo: ¿Puedo beber un poco de agua?

El verdadero Sportacus se encontraba encerrado en una jaula en el suelo. Tenía un corte en su mejilla izquierda y un hematoma cerca de su boca, aparte de que por todo el cuerpo tenía unos cuantos moratones. Apenas podía mover su pierna izquierda por culpa de la paliza que le había dado su hermano gemelo.

- Kökō - dijo Sportacus -, por favor dame un poco de agua, tengo sed.

- Dale su jodida agua - gruñó Dee -. A ver si se calla de una maldita vez.

Kökō rodó los ojos y se levantó para darle un vaso de agua a su hermano que se encontraba encerrado en aquella jaula.

Sportacus cogió el vaso y le dio un sorbo. El vaso lo dejó a un lado por si más tarde tenía sed. En ambos antebrazos tenía varios cortes por culpa de los cuchillos que siempre llevaba su hermano. Era su arma preferida.

- Vaya - dijo Kökō -, pensaba que al comer sano, dormir a sus horas y hacer ejercicio haría que tuvieras una fuerza descomunal, Sporty.

- La tengo - afirmó el héroe -, pero si en vez de usar mis manos usara navajas siempre ganaría mil batallas.

Su hermano se puso de cuclillas viendo cómo había derrotado a Sportacus.

- Kökō - le llamo Dee -, no tardes mucho en irte, no vaya a ser que la chica del cabello rosado te busque.

- Cierto - sonrió él -, Stephanie es una chica muy guapa, ¿no piensas lo mismo, Sporty? Tiene un cuerpo que me vuelve loco con una cintura muy marcada y esos ojos, ¿y sus mofletes?

Sportacus golpeó la jaula mirando a su gemelo con desprecio deseando acabar con su vida. Kökō sabía que su hermano iba detrás de esa chica. Para provocarlo todavía más se acercó a él, susurrando: Ella es virgen, y ya sabes cómo me gustan ese tipo de chicas.

- Kökō - dijo con tono desafiante el héroe -, te lo diré solo una vez. Si le pones la mano encima a Stephanie te juro por las tumbas de nuestros padres que te enviaré al maldito infierno.

El aludido sonrió, le gustaba que su hermano fuera agresivo con él. Le resultaba divertido.

El joven se despidió de Merodee besándola una última vez.

- Luego, nos vemos, nena.

Dee sonrió como una idiota creyendo que Kökō la amaba de verdad.

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora