Malas noticias de buena mañana

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- ¡CARAMBOLAS! ¡QUÉ TRAGEDIA! ¡QUÉ TRAGEDIA!

Milford iba de un lado a otro con el teléfono pegado en su oreja escuchando lo que le estaba contando Betsy.

- ¡¿Cómo es posible esto, Señorita Corre Corre?! ¡¿Cómo?!

Los gritos despertaron a Stephanie. La joven, medio dormida, salió de su habitación viendo que su progenitor no se estaba quieto. Fue a la cocina a desayunar e intentaba oír la conversación entre su tío y Betsy.

- ¡¿Cuántos niños ha encontrado la policía?!

- Unos... hay uno...

- ¡¿UNO DECAPITADO?!

La última frase hizo que Stephanie escupiera la leche que estaba tomando.

Decapitado, ¿quién? ¿Roger o alguno de sus amigos? - la chica se estaba poniéndose nerviosa porque apenas podía escuchar la conversación de su tío con su secretaria - ¡Maldita sea! ¡¿A quién le han encontrado decapitado?!

- Está bien, Señorita Corre Corre - Milford iba a colgar el teléfono -. Haremos un discurso en la plaza mayor dentro de una hora y media o dos horas para que nos de tiempo de organizarlo todo. Tenemos que explicar la situación a los ciudadanos. Me veo que, por desgracia, tendremos que suspender las fiestas de la ciudad. Si la policía no ha encontrado a ningún sospechoso todavía y siguen trabajando en ello... - Milford escuchaba el consejo de Betsy -. Está bien, como última medida se pueden anular las clases de los centros académicos, debemos hallar quién ha podido cometer tal atrocidad. En diez minutos, nos vemos en el ayuntamiento. Adiós, Señorita Corre Corre.

Milford colgó el teléfono y suspiró con una amargura que nunca lo había visto de ese modo Stephanie. Bueno, quitando cuándo estuvo en coma y apareció «en teoría» descuartizado Rotten.

El hombre entró en la cocina y vio a su sobrina limpiando el suelo.

- ¿Te encuentras bien, querida?

- ¿Qué ha sucedido, tío Milford?

- Una desgracia, hija - confesó el hombre -. Una gran desgracia.

- ¡¿A quién le han encontrado decapitado?!

- Al hijo de los White - respondió Milford -. Roger White, su cabeza estaba encima de una piedra llegando casi a las afueras de la ciudad. Bueno, mejor dicho, a unos veinte kilómetros de la ciudad de Kansas.

- ¡¿Kansas City?! 

- En efecto.

La hipótesis de la policía era que el presunto asesino era de la ciudad de Kansas City, pero la incógnita era por qué un ciudadano de otra ciudad había viajado desde tan lejos para asesinar a unos mocosos. El total de cadáveres eran nueve niños incluido el pobre diablo de Roger White.

- ¿Y ahora qué vais hacer?

- La policía ha encontrado los cuerpos de las víctimas, pero todavía están rastreando la zona haber si encuentran alguna pista sobre el paradero del asesino. Es imposible que esa persona sea de Kansas City.

- ¿Por qué lo dices, tío Milford?

- Porque de Kansas City a Lazytown tardas unas seis horas hasta llegar al centro de la ciudad y la cabeza de ese chico estaba a unos veinte kilómetros de Kansas City. ¿Quién en su sano juicio conduciría seis horas para acabar en otra en lugar con el propósito de matar a nueve niños?
Es algo que no tiene ni pies y, en con perdón de lo que voy a decir, ni cabeza. El maníaco que ha cometido este crimen se encuentra en Lazytown. Pongo la mano al fuego, que no me quemaría, que ese monstruo está en nuestras calles.
Lo que vamos a hacer será finalizar las fiestas y las clases hasta que se encuentre al sospechoso.

- ¿Habrá toque de queda?

- Espero que no, pero pensándolo mejor, creo que hará falta que los menores estén en casa lo más pronto posible y que no se acerque nadie a la zona del algo - el alcalde miró su reloj -. Stephanie me tengo que ir al ayuntamiento, si vas a salir ve con cuidado y no quiero que estés mucho tiempo fuera de casa.

- Esta bien, tío Milford.

El alcalde se marchó lo más rápido posible de la casa, mientras Stephanie no se quedaría de brazos cruzados. Tal vez, el hecho de permanecer en coma durante cinco años le había dado el poder y el olfato detectivesco.

Sportphanie IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora