Capitulo 61

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Al entrar a la casa, noto que Arturo aún no ha llegado. Siento una leve punzada de preocupación, pero enseguida la desecho; es mejor concentrarme en Estrella. Llevo a mi hija hasta su cuarto, decido darle un pequeño baño antes de acostarla.

—¿Papi? —pregunta Estrella con su voz suave y llena de inocencia.

—No ha venido, mi amor. —Le respondo mientras le acaricio el cabello, notando lo suave y sedoso que es. Sus ojos, de un tono azul claro casi idéntico al mío, me miran con curiosidad. Siempre me sorprende lo hermosa que es, bueno era obvio que iba salir a si de hermosa teniéndome a mí como mamá , su papá le dio un plus.

Termino de bañarla con cuidado, disfrutando del momento de intimidad y cercanía. La envuelvo en una toalla suave y la seco con delicadeza, prestando atención a cada pequeño detalle. Luego, aplico sus cremas. Me divierto mucho comprándole ropa a Estrella, colores vivos y alegres que resaltan su espíritu juguetón. Antes, solía obsesionarme con los relojes de colores, pero ahora ella es mi prioridad, ¿En qué momento cambió tanto tu vida Teresa?.

Mientras estoy absorta en mis pensamientos, una risita escapa de mis labios, y Estrella me observa con una sonrisa radiante.

—Telesa —balbucea mi pequeña.

Abro los ojos de par en par, sorprendida. ¿Acaso me ha llamado por mi nombre?

—No, mi amor, mamá —le corrijo con ternura.

—Telesa —repite ella, con ese tono dulce e inocente que solo un niño puede tener.

Río, incapaz de contenerme ante su encanto. —No, mi cielo, mamá —insisto, y comienzo a hacerle cosquillas. Su risa es contagiosa, llenando la habitación de alegría y amor. Cada carcajada de Estrella es un recordatorio de lo afortunada que soy, y en ese momento, todo lo demás parece desvanecerse.

Arturo aparece en la puerta, y los ojos de Estrella se iluminan al verlo. Su carita se transforma con una sonrisa mucho más radiante, ella levanta sus bracitos y Arturo la levanta en un abrazo, dándole besos por toda su carita mientras ella ríe y se agita de felicidad.

Estrella ríe fuertemente , su voz llenando la casa con una melodía de alegría.

Arturo se acerca a mí con una sonrisa cálida y me da un beso en la boca, suave pero lleno de amor.

—Ñooo —protesta Estrella, su tono cargado de una ternura infantil.

—Siempre de celocita, mi amor —le digo, acariciando su mejilla—. Tu papá es mío.

Estrella hace un pequeño puchero, frunciendo el ceño de una manera tan adorable que no puedo evitar sonreír. Arturo y yo reímos juntos, compartiendo un momento de complicidad y amor mientras nuestra hija nos mira con sus grandes ojos curiosos.

Pasamos el rato jugando con Estrella, haciéndola reír con juegos tontos y cosquillas. Su risa es una melodía que llena la casa, haciéndonos olvidar por completo el estrés del día. Finalmente, la llevamos a su cama, arropándola con su manta favorita. Arturo le cuenta una breve historia mientras se toma su biberón, yo acaricio su cabello, y poco a poco, sus ojos se cierran, cayendo en un sueño profundo y tranquilo.

Nos dirigimos a nuestro cuarto, y mientras camino delante de Arturo, siento una nalgada juguetona en mi trasero.

—¡Arturo, no! —exclamo, fingiendo indignación, aunque una sonrisa se asoma en mis labios.

—¿Por qué no? Eres mi mujer —responde él, con una sonrisa traviesa.

Arturo me toma de la mano y me atrae hacia él, envolviéndome en un abrazo fuerte y reconfortante. Me siento segura y amada, y por un momento, el mundo exterior desaparece, dejando solo el calor de su cuerpo y el sonido de nuestras risas compartidas.

Teresa 2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora