Capitulo 45

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De repente, con un giro rápido, él me da la vuelta y me veo atrapada entre su cuerpo y la sólida puerta, una sensación embriagadora de vulnerabilidad y excitación me embarga. Una de sus manos desciende con una delicadeza casi reverencial hasta mis muslos, acariciándolos con una suavidad que me hace temblar de anticipación. En un movimiento fluido y cargado de determinación, me levanta en volandas, dejándome encajada en sus caderas, mi vestido subiendo hasta mis caderas en el proceso.

Mis manos se aferran instintivamente alrededor de su cuello, buscando un punto de apoyo en medio del torbellino de sensaciones que nos envuelve. En este momento, no hay espacio para la racionalidad ni las dudas, solo existe la certeza abrumadora de que nos pertenecemos.

Después de que nuestras bocas se separan, las palabras que salen de mi boca son como un vendaval, cargadas de celos y frustración. —Dile a esa perra de Isabela que no quiero verla cerca de ti, o me veré obligada a decírselo yo misma, y sabes que no soy precisamente amable, lanzo con determinación, dejando claro mi disgusto.

Su respuesta, sin embargo, me golpea como un balde de agua fría. —Isabela es mi amiga, no quiero que se aleje de mí, murmura, como si no entendiera mi frustración. Abro los ojos sorprendida ante su respuesta, y en un arrebato de ira, me suelto de su regazo y lo empujo con fuerza, dejando claro mi disgusto. "¡Estúpido!", escapo entre dientes, sintiendo cómo la rabia hierve dentro de mí.

Pero él simplemente suelta una risita y se acerca a mí nuevamente, su mano se posa con suavidad en mi cuello, sin lastimarme, y susurra en mi oído con una intensidad que me deja sin aliento. —Me muero por hacerte mi mujer de nuevo, sus palabras son como un torrente de emociones.

Quisiera resistirme, mantenerme firme en mi postura de indignación, pero simplemente no puedo. El deseo arde en mi interior con una fuerza que no puedo ignorar, y lo único que anhelo en este momento es sentirlo dentro de mí. Con un impulso irrefrenable, lo empujo y lo veo caer sentado en el borde del lavabo. Sin pensarlo dos veces, me subo encima de él y lo beso con una mezcla explosiva de rabia, frustración, pero sobre todo, con una necesidad desesperada y ardiente.

Sus manos, expertas y ávidas, recorren cada centímetro de mi cuerpo, explorando con una intensidad que me hace estremecer. Siento sus labios suaves y cálidos en mi cuello, dejando un rastro de besos que despiertan cada fibra de mi ser. Con un movimiento decidido, desciende la tela de mi vestido, revelando mis senos desnudos a su mirada hambrienta.

Cuando sus labios encuentran mis pechos, una oleada de placer recorre mi cuerpo y pequeños gemidos escapan de mis labios sin control. Siento el calor de su aliento sobre mi piel mientras los succiona con una pasión desenfrenada, enviando oleadas de placer directamente al centro de mi ser.

Me levanta ligeramente y, con manos diestras, comienza a bajar el cierre de su pantalón, Cada movimiento es calculado, lleno de anticipación y deseo. Con un gesto hábil, desliza uno de sus dedos por el costado de mi tanga, apartándola con delicadeza para dejar al descubierto mi intimidad, aumentando aún más la tensión que se ha ido acumulando entre nosotros.

De repente, siento el roce de su miembro contra mi intimidad. Un gemido incontrolable escapa de mis labios ante la sensación embriagadora de deseo. La tensión entre nosotros es evidente, ambos deseábamos esto.

Con manos firmes pero gentiles, él coloca sus manos en mis caderas, ejerciendo una presión reconfortante mientras me guía suavemente hacia abajo. Cada movimiento es calculado, lleno de una urgencia contenida, su miembro se hunde en mí, y lo besó nuevamente.

El contacto entre nosotros se intensifica con cada movimiento, cada roce, cada gemido compartido. En este momento, solo existe el deseo abrasador que nos consume por completo, llevándonos hacia un lugar de puro éxtasis y satisfacción.

Cierro los ojos por un instante, dejando que el calor del momento se apodere de mí. Con movimientos rápidos muevo mis caderas, siento cómo el deseo se intensifica, volviéndose más urgente y necesitado con cada roce.

Siento la excitación fluir por mis venas mientras tomo el control, moviéndome más rápido . Siento un deseo ardiente que nos consume a ambos. Nuestros besos son hambrientos, necesitados.

Los gemidos escapan de mis labios sin restricción, una sinfonía de placer que se mezcla con el sonido de nuestros cuerpos. Siento sus manos deslizarse con destreza debajo de mi vestido, explorando cada centímetro de mi piel con una urgencia. Cuando sus manos encuentran el borde de mi tanga y la deslizan con suavidad, un estremecimiento de placer recorre mi cuerpo, haciéndome gemir aún más fuerte.

Él presiona mi trasero contra su miembro con un deseo ardiente y apenas puedo contener un gemido de satisfacción. En ese momento, el mundo entero se desvanece,

En un abrir y cerrar de ojos, su energía cambia y de repente me encuentra apoyada contra la puerta, mis piernas se elevan al aire y se enrollan alrededor de sus caderas, dejándome completamente vulnerable a su dominio. Siento la calidez de su aliento en mi cuello mientras sus labios trazan un camino de besos y pequeños chupones a lo largo de mi piel sensible, enviando escalofríos de placer por todo mi cuerpo.

Cada embestida es poderosa, parece emanar a lo más profundo de mi ser. —Ahhhhh.. Mmmj... Mis gemidos se escuchan fuertemente en todo el baño junto con el sonido de nuestros cuerpos chocando. Mis manos se aferran desesperadamente a su cuello.

A medida que el ritmo se intensifica, siento cómo el éxtasis se acumula dentro de mí. Gimo su nombre entre jadeos entrecortados, mi cuerpo temblando con anticipación. Y entonces, en un instante de éxtasis absoluto, el placer me abruma y me estremezco con el orgasmo, sintiendo cada célula de mi ser vibrar con la intensidad del placer.

Pero él no se detiene, sigue embistiéndome con una determinación feroz, llevándome al borde una y otra vez con cada movimiento poderoso. Apoyo mi cabeza en su hombro, dejando que las sensaciones abrumadoras me envuelvan por completo, mis piernas temblando con la intensidad del placer mientras me sumerjo en un mar de éxtasis y anhelo incontenible.

El finalmente alcanza el clímax, y puedo sentir cómo se derrama dentro de mí con un suspiro ahogado de placer. Nuestros ojos se encuentran en un momento de intimidad sin igual. Mi respiración está agitada, al igual que la suya, mientras nos recuperamos del torrente de sensaciones que acabamos de experimentar juntos.

Con un gesto suave, él me besa, esta vez con una ternura y delicadeza nada que ver con lo que acabamos de hacer antes. Nos separamos lentamente, y regresamos a la realidad. Me suelto de su agarre con determinación y lo miro con el ceño fruncido. Me coloco bien mi vestido y acomodo mi tanga, —Que hayamos hecho esto no quita mi enojo por tu maldita amistad con Isabela, le digo con voz firme, sin perder la intensidad de mi mirada. En mis ojos arde una mezcla de frustración y deseo.

Las palabras que salen de su boca me golpean como un puñetazo en el estómago. —Tú puedes ser amiguita de Fernando, con quien ya te has besado y quién sabe qué más. Y yo no puedo ser amigo de Isabela, a quien nunca la he visto con otros ojos más que los de una amiga, dice con una firmeza que hiela mis venas.

La incredulidad y la ira se apoderan de mí. Mis ojos se llenan de furia y sin pensarlo dos veces, lo empujo con fuerza, dejando claro mi disgusto. —¡Eres un imbécil, Arturo! ¡Quédate con la zorra de Isabela!, escapo de sus brazos, casi gritando, mientras salgo del baño y luego de la oficina.

El calor de mi enojo nubla mi vista mientras camino a paso rápido hacia el elevador, sintiendo cada paso resonar en el suelo con la intensidad de mi frustración. "Estúpido", murmuro para mis adentros, mientras las palabras de nuestra discusión retumban en mi mente una y otra vez.

Teresa 2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora