El sonido de las sirenas retumbaba en mis oídos mientras intentaba mantener la calma, pero mis pensamientos estaban desordenados y confusos. Entonces, escuché las palabras que tanto necesitaba oír:
—La niña está en la ambulancia.
Mi cuerpo se tensó, y una mezcla de angustia y alivio comenzó a abrirse paso en mi pecho. Apenas podía procesar la información, pero aún así logré preguntar, con la voz temblorosa:
—¿Está... está bien?
El paramédico asintió con una seriedad tranquilizadora. —Sí, señor. Está en buenas manos. Pero ahora lo prioritario es su esposa. La llevaremos al hospital. Puede acompañarnos.
Sin dudarlo, asentí. Mi mirada buscó inmediatamente a mi hija, y entonces la vi, entre los brazos de una paramédica que intentaba calmarla. Su llanto era suave, pero desgarrador, y su carita reflejaba el miedo que acababa de vivir. Al verme, sus ojos se iluminaron y, sin pensarlo, extendió sus pequeños brazos hacia mí, buscando refugio.
Me acerqué, tomando su delicado cuerpo en mis brazos y revisándola de inmediato, buscando cualquier señal de herida, cualquier indicio de dolor. Pero estaba ilesa. Al darme cuenta de que estaba físicamente bien, una ola de alivio recorrió mi ser.
—Mi princesa... no sabes cuánto te amo —murmuré, apretándola contra mi pecho.
Ella escondió su carita en mi hombro y me abrazó con fuerza, aferrándose a mí como si yo fuera el único lugar seguro en el mundo. Le di un beso en la cabeza y acaricié su cabello, intentando consolarla y, al mismo tiempo, calmar mis propios nervios.
Mierda... No quería volver a sentir esta sensación jamás, esa aterradora idea de perderla. Me juré en silencio que haría todo lo posible para protegerla, siempre.
Finalmente, llegamos al hospital. Los paramédicos bajaron a Teresa y la llevaron de inmediato a una habitación. Yo me quedé en el pasillo con Estrella en mis brazos, quien seguía acurrucada, susurrando su llanto en mi hombro.
Con suavidad, le aparté un mechón de cabello de la cara y saqué el celular para hacer una llamada. Marcando el número de la señora Lorena.
—Necesito que venga al hospital —dije con la voz cargada de preocupación—. Teresa tuvo un accidente y necesito que cuide de Estrella mientras estoy aquí.
La señora Lorena, sin dudarlo, aceptó. Agradecí su comprensión y colgué, sintiendo un peso menos sobre mis hombros. Poco después, ella llegó al hospital y se llevó a Estrella, quien seguía aferrándose a mí, pero al ver a Lorena, se calmó un poco. Les observé alejarse hacia la cafetería mientras yo permanecía en el pasillo, solo, aguardando con ansiedad noticias de Teresa.
El tiempo parecía pasar lentamente, cada minuto cargado de incertidumbre y temor. Finalmente, después de lo que se sintió como una eternidad, un médico se acercó. Su expresión era tranquila, lo cual me dio algo de alivio.
—Puede pasar a verla —me dijo con tono profesional.
Respiré hondo y me dirigí a la habitación. Al abrir la puerta, vi a Teresa en la cama, con su rostro ya limpio y sin rastros de sangre. Una pequeña venda adornaba su frente, y un suero estaba conectado a su brazo. Su piel, pálida y serena, contrastaba con el caos de las últimas horas.
Sus ojos permanecían cerrados, aún descansando. Me acerqué despacio, observando cada detalle, intentando comprender la magnitud de lo que había ocurrido y sintiendo un profundo alivio al verla ahí, viva, respirando.
El doctor, quien me había seguido hasta la habitación, comenzó a explicarme con calma:
—Ella está bien. El golpe fue fuerte y alcanzó una vena, lo que provocó el sangrado excesivo. Pero ya la hemos estabilizado, hicimos radiografías y no hay daños internos. Todo está en orden. El impacto del golpe causó que se desmayara y quedara inconsciente, pero estará en observación unas horas más. Si todo sigue bien, le daremos el alta por la noche.
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Teresa 2
RomanceEsta historia es una continuación de la telenovela Teresa producida en televisa. Comienza a partir del final oficial.