Capítulo 44

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Unos minutos después la junta se termina, la veo y observo como sus mejillas están rojas, ella me mira entre cerrando lo ojos, simplemente le sonrío con el mismo brillo de victoria que ella hace un rato, después me voy directo a mi oficina, comienzo a trabajar.

Decido dejarle un mensaje a Luisa, los últimos meses hemos hablado pero muy poco todavía sigue resentida conmigo por lo de Teresa.

Hace unos días, decidí enviarle una fotografía de Estrella para que pudiera conocerla virtualmente, y su reacción fue muy positiva. Expresó un sincero interés en conocer a Estrella en persona, lo cual me llenó de alegría y alivio. Luisa es mi hermana y la adoro, no quiero seguir distanciado con ella, pero haré todo lo posible para que las cosas mejoren.

"Luisa, estaba pensando si podría llevar a mi sobrino a comer, llevaría a estrella para que puedan pasar tiempo juntos"

Presionó el botón de enviar, colocó mi celular sobre mi escritorio y vuelvo a trabajar, por un segundo pasa por mi mente lo que sucedió con Teresa y un sonrisa se me dibuja en el rostro.

Pov Teresa

Salgo de la sala de juntas y siento que mi cuerpo muere de calor, voy directo a mi oficina y suelto un suspiro al entrar en esta, tomo un poco de agua, y trato de relajarme, maldito Arturo, está provocándome, pienso mentalmente, pero el inicio ese jueguito entonces que se aguante, tomo compostura y me voy directo a su oficina, como ahora Isabela va ser parte de nuestro equipo al menos ya no va ser la secretaria de Arturo eso me deja mucho más tranquila. Toco la puerta pero no obtengo respuesta a si que decido entrar.

Nuestros ojos se encuentran en un breve pero intenso intercambio, y con un movimiento cargado de seducción, me acerco a su escritorio, notando cómo frunce el ceño al mirarme. —¿Por qué tantas risitas con Isabela?, le pregunto con un tono ligeramente molesto, dejando claro que aunque no estemos juntos, no toleraré ese tipo de insinuaciones. Él me mira con cierta confusión, tratando de descifrar mis palabras.

—Habla, Arturo, le insisto mientras camino decididamente hacia su asiento. —Teresa, tú y yo no estamos juntos, responde con desinterés, como si no le importara lo más mínimo. Su respuesta indiferente me irrita y lanzo una mirada cargada de ira en su dirección.

—Está bien, tienes razón. Tú puedes salir con quien quieras, incluso con Isabela, así como yo puedo salir con quien me plazca, afirmo con firmeza. Su semblante cambia y puedo notar cómo comienza a tensarse. Se levanta de su silla y toma mi brazo con fuerza, quedando a escasos centímetros de mí. Trago grueso al sentir su aliento tan cerca del mío. Dios, ha pasado tanto tiempo desde que no lo beso, una necesidad imperiosa de hacerlo se apodera de mí. Pero solo lo miro directamente a los ojos.

Con un tono autoritario, presiona mi mejilla, causando que mis labios se frunzan involuntariamente. —Tú no vas a salir con nadie, ¿me oyes?, sus palabras resuenan en el aire con una mezcla de posesividad. Me siento aprisionada entre sus brazos, su cercanía casi abrumadora, que obviamente me encanta.

De repente, suaviza su agarre y me sorprende al darme un rápido beso en los labios. Quedo momentáneamente atónita ante el gesto inesperado, pero antes de poder reaccionar, él se separa de mí.

sin pensarlo dos veces, tiro de su corbata hacia mí, impulsada por un deseo abrasador. —Bésame de verdad, le exijo con un tono entre desafiante, ansioso y coqueteo, pasó la lengua por mis dientes porque sé que eso le prende.

Nuestros labios se encuentran en un beso que comienza suave, pero rápidamente se vuelve intenso y apasionado. Siento la suavidad de sus labios contra los míos, pero también la fuerza con la que me besa, como si estuviera desesperado por más. El beso se vuelve un torbellino de emociones, casi despeinando mi cabello.

Mis manos se aferran con suavidad alrededor de su cuello, mientras nuestros labios continúan fundiéndose en un beso que parece desafiar al tiempo mismo. En ese instante, el mundo entero parece detenerse, dejándonos a él y a mí atrapados en nuestro propio universo de pasión y deseo.

Siento el calor de su cuerpo contra el mío, cada roce de sus labios contra los míos envía una oleada de electricidad a través de mí. Cuando una de sus manos desciende hasta mi trasero y lo aprieta con firmeza, un estremecimiento placentero recorre mi espalda. Todo en este momento parece perfecto: la forma en que me besa, cómo me toca, cada gesto cargado de deseo y anhelo.

Cierro los ojos por un momento, dejando que la sensación de sus labios contra los míos se filtre en cada fibra de mi ser. Nos separamos unos segundos y  Me muerdo el labio inferior con suavidad, provocándolo sutilmente, y puedo sentir cómo responde pegándome aún más a su cuerpo con un deseo que yo también siento. Me besa y toca mis senos.

Después de un momento que parece una eternidad, nos separamos, y en ese instante puedo ver el deseo ardiendo en sus ojos, las pupilas dilatadas que me indican claramente que me desea, que ansía hacerme suya. Con un gesto rápido, paso mi mano por mi boca, consciente de que mi labial podría haberse corrido durante nuestro ardiente beso.

Él se aleja unos pasos y, con determinación, se dirige hacia la puerta de la oficina. Sin mediar palabra, la cierra con llave, asegurándose de que nadie nos interrumpa. Cuando se vuelve hacia mí, nuestros ojos se encuentran en un juego silencioso lleno de promesas. Una sonrisa traviesa se forma en sus labios, y yo no puedo evitar devolvérsela, porque ambos sabemos lo que está por suceder.

Con paso decidido, se acerca nuevamente a mí y toma mi muñeca con firmeza, guiándome hacia el baño. Yo lo sigo sin protestar, dejando me llevar por la excitación y el deseo.

Entramos al baño y el sonido de la puerta al cerrarse tras de nosotros resuena en el pequeño espacio, creando una especie de burbuja de intimidad. Con un impulso irresistible, lo empujo suavemente contra la puerta, mientras nuestros labios se encuentran en un beso cargado de anhelo y necesidad acumulada durante los interminables meses que no los
pudimos disfrutar.

Con cada beso, cada caricia, la tensión que había estado palpable entre nosotros parece disolverse en el aire. Él se despoja de su saco con una elegancia natural, mientras seguimos explorando nuestros cuerpos con avidez. Mis manos recorren sus brazos musculosos y bien definidos, explorando cada centímetro de su piel con un deseo insaciable.

Teresa 2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora