Salgo de la oficina con mi cartera y con Estrella tomada de la mano, caminamos por los pasillos del edificio, nuestras pisadas resonando ligeramente en el silencio de la tarde. La luz del sol se filtra a través de las ventanas, creando patrones dorados en las paredes. Al llegar a la oficina principal, que es la de Arturo, no me detengo a tocar; abro la puerta de golpe. Este es un privilegio que me he ganado por ser su mujer.
La escena que encuentro al entrar me deja helada. Isabela está prácticamente encima de Arturo, sus manos acarician la tela de su camisa blanca, cuyos primeros botones están desabrochados. Arturo la sostiene por las muñecas, intentando apartarla, pero su expresión es de desconcierto. Los ojos de Isabela brillan con lágrimas no derramadas, su rostro muestra una mezcla de desesperación y desafío.
—¿Interrumpo algo? —digo, con una voz que corta el aire como un cuchillo.
Isabela da un respingo y se aparta de Arturo de inmediato. Su mirada se encuentra con la mía y en sus ojos veo el rastro de su atrevimiento. Quisiera abalanzarme sobre ella, pero contengo mi furia. Arturo se pone de pie rápidamente, tratando de recomponer su aspecto, alisando su traje con movimientos apresurados.
—Papiii —la vocecita de Estrella rompe el tenso silencio. Ella levanta su manita y tira de mi brazo, jalándome hacia su padre.
—Pregunté si interrumpo algo. —repito, clavando mis ojos en los de Isabela. Mi tono es glacial—. ¿Qué hacías casi encima de Arturo, Isabela?
Ella me sostiene la mirada, un desafío en sus ojos enrojecidos—. ¿Quieres saber la verdad?
—Cállate, Isabela, mi hija está aquí —dice Arturo con voz firme, su rostro endurecido por el enojo.
—Tú cállate —le respondo, levantando la mano y señalándolo con un dedo acusador. Mi ira es palpable, una llama viva que amenaza con consumirnos a todos.
—Habla, Isabela. Desde hace mucho tiempo te veo encimosa con mi marido. Soy una mujer que no está acostumbrada a rebajarse ante nadie, pero creo que si no te pongo un alto, seguirás —mi voz resuena con firmeza, cargada de una amenaza.
Isabela me mira con una mezcla de desafío y desprecio. —El que me debe poner un alto es Arturo, ¿no crees?
Suelto una risita fría, que se convierte en una carcajada amarga. —Lo hará, porque me conoce y sabe que no tolero coqueteos ni faltas de respeto. ¿No es así, Arturo?
Él se pasa la mano por el cabello, un gesto que denota su frustración y enojo. —Ya lo hice, Teresa. Le acabo de decir a Isabela que nuestro trato será sumamente profesional.
Mi sorpresa se mezcla con satisfacción mientras observo a Isabela. Una sonrisa triunfante se dibuja en mis labios. —Por favor, Arturo, necesito hablar contigo.
—No, Isabela. Arturo ya te dejó en claro que no quiere que estés aquí. Vete ya —mi tono es imperativo, mi mirada una orden silenciosa.
Isabela se endereza, sus ojos destilan veneno. —No te metas, Teresa. Una mujer como tú, sin escrúpulos, no tiene ni siquiera derecho a hablar.
Se agacha a la altura de mi hija, y el aire en la habitación se vuelve más denso, casi irrespirable.
—Espero que tu mamá te cuente todas las veces que engañó a tu papi y cómo se rebajó por dinero.La furia de Arturo se desata. —¡Cállate, Isabela! —exclama, acercándose a ella y levantándola de un jalón del brazo. Su voz se escucha con rabia contenida.
La tensión en la habitación es palpable. Mi corazón late con fuerza, el sonido ensordecedor en mis oídos. —Vete antes de que se me olvide que aquí está mi hija —le digo, mi voz baja pero cargada de amenaza. Mis ojos se clavan en los suyos, desafiándola a que diga una palabra más.
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Teresa 2
RomanceEsta historia es una continuación de la telenovela Teresa producida en televisa. Comienza a partir del final oficial.