Capitulo 32

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—¿Qué pasó? ¿Quién era?", pregunto a Alexa, tratando de comprender la situación. sumamente confundida, ella me mira y noto preocupación en su mirada —Era liana, me dijo que necesitaba hablar urgente contigo pero le dije que estabas aquí conmigo.

Miro directamente a los ojos de Alexa, buscando alguna pista sobre lo que está a punto de decirme. Una pausa tensa llena la atmósfera, y puedo sentir mi corazón latir con fuerza en mi pecho. Finalmente, Alexa rompe el silencio con una pregunta que me deja sin aliento. Mi intuición nunca falla y sé que algo está mal.

—¿Estás engañando a Arturo con Fernando? me pregunta con seriedad, su mirada fija en la mía.
—Sabes que eres mi mejor amiga nunca te juzgaría, añade. La impactante pregunta resuena en mi mente, sacudiendo mi mundo de forma inesperada.
—¿Engañar a Arturo? La idea me resulta tan ajena y abrumadora que apenas puedo procesarla.

—No, claro que no. ¿Por qué piensas eso?, respondo de inmediato, con una mezcla de incredulidad y preocupación en mi voz. Mis pensamientos están en un torbellino mientras intento comprender cómo mierda dicen eso. —Antes de venir aquí miré a Fernando después de meses, pero no para lo que dices, sabes que amo a Arturo, Alexa no podría engarñarlo.

Alexa comienza hablar nuevamente , y cada palabra que pronuncia solo aumenta mi confusión y mi temor.
—Que más te dijo liana. En mi voz se escucha preocupación —Te miro en el restaurante con Fernando, y bueno tú sabes que liana no tiene idea de tu vida personal y de lo del pasado pero ella estaba con Ernesto y sabes que el es muy amigo de Arturo y está al tanto de todo lo que pasó con ustedes en el pasado, este te tomó fotos y se las mando Arturo. Liana me dijo que no esta al tanto de la situación pero te quiere mucho y no quiere que tengas problemas con Arturo.

Cuando Alexa termina de hablar, siento como si el mundo se me viniera encima. Una oleada de miedo me recorre, y un nudo se forma en mi estómago. No quiero que Arturo malinterprete la situación ni que esto traiga consecuencias graves para nuestra relación. La incertidumbre y el temor se apoderan de mí mientras trato de procesar la situación y encontrar una manera de resolver este problema sin dañar lo que tengo con Arturo.

La única palabra que viene a mi mente es MIERDA SOY UNA ESTÚPIDA. Me levanto de la mesa y Alexa igual lo hace —Tengo que irme antes que esto sea peor.

Por Arturo

Observo y analizo minuciosamente cada palabra que me envía Ernesto. Con cada mensaje, mi ansiedad se dispara al percatarme del contenido. Es difícil de asimilar: Teresa, nuevamente, está traicionándome. Maldita sea, siento cómo la ira empieza a consumirme, me invade un profundo sentimiento de rabia. Me reprocho a mí mismo, me considero un idiota por haber confiado en ella después de todo lo que hemos pasado juntos. Mi mente se queda en blanco, pero el enojo que siento es abrumador, una mezcla de decepción y furia que me consume por dentro.

Con mucha ira y frustración, arrojo todo lo que está sobre mi escritorio. La idea de matar a Fernando se apodera de mis pensamientos mientras me atormento con la posibilidad de que Teresa me haya engañado. Me siento como un completo idiota por haber creído que me amaba. Mi corazón se despedaza una vez más al enfrentar la cruel realidad de su traición. Estoy dispuesto a darlo todo por ella, y ella, ¿me engañaba con Fernando? La rabia nubla mi visión y solo deseo liberarme de este amor maldito que siento por ella. No se lo merece, nunca lo ha merecido.

Mi teléfono no para de sonar, y al revisar los mensajes de Ernesto, encuentro un atisbo de esperanza entre el caos emocional. —Después de que terminaron de hablar, Teresa salió rápidamente, y noté que Fernando salió dos minutos después. No estoy seguro si iban juntos, Arturo, pero tal vez deberías hablar con Teresa. Quizás estamos malinterpretando todo, reza el mensaje.

Agradezco a Ernesto con un simple —Gracias, aunque mi pecho arde con un dolor que no logro definir. ¿Es decepción, dolor o la aceptación de que ya no quiero a Teresa en mi vida?

Al salir de mi oficina, cierro la puerta de un portazo, dejando atrás el tumulto de emociones que me abruman. El rostro de Isabela se cruza con el mío, pero decido ignorar su presencia mientras camino a paso rápido, con la determinación de alejarme lo más posible de ese lugar. A lo lejos, escucho su voz llamándome, intentando calmar la situación, pero me limito a seguir adelante, sin prestarle atención.

El eco de sus tacones resonando tras de mí se mezcla con el bullicio de la calle, pero me concentro en avanzar sin mirar atrás. Al llegar a mi auto, abro la puerta con brusquedad y me subo, dejando escapar un suspiro cargado de frustración. Conduzco a toda velocidad hacia casa, sin detenerme a pensar en las consecuencias.

Las lágrimas comienzan a brotar, traicionando mi intento por mantener la compostura. Una vez más, me enfrento a la cruel realidad de sus mentiras, y caigo en la trampa como un ingenuo. La sensación de haber sido manipulado y engañado me consume, mientras me sumerjo en un mar de dudas y desilusiones.

Al llegar a casa, mi corazón late con fuerza, miro que Teresa todavía no ha llegado. Un nudo se forma en mi garganta mientras me dirijo al despacho, tratando desesperadamente de contener las lágrimas que amenazan con brotar nuevamente. La tentación de buscar consuelo en el alcohol es abrumadora, pero sé que no es la solución. Mis manos tiemblan mientras alcanzo la botella, debatiéndome entre el deseo de olvidar y el miedo a perder el control.

Finalmente, cedo a la tentación y tomo un trago, sintiendo el ardor del licor en mi garganta. Pero en ese instante, la imagen de Teresa se proyecta vívidamente en mi mente, recordándome todas las veces que me ha pedido que no abuse del alcohol. Con un gesto brusco, lanzo la botella al suelo, escuchando el sonido de cristal romperse en mil pedazos. Las lágrimas que he estado conteniendo finalmente se desbordan, mezcladas con una profunda sensación de ira y frustración.

Busco refugio en mi celular, deslizando frenéticamente por las fotos que capturan momentos felices compartidos con Teresa. Mi corazón late con dolor, destrozado en mil pedazos por lo engañado y echo mierda que me siento.

La puerta se cierra con un clic suave, seguido por el distintivo sonido de los tacones resonando por la sala. Que reconozco al instante sé que es Teresa. Me tenso en mi silla, esperando el inevitable enfrentamiento que sé que se avecina. La puerta del despacho se abre lentamente, y allí está ella, de pie en el umbral, con una expresión que no puedo leer completamente, pero que sé que está llena de preocupación. Nuestros ojos se encuentran en un silencio tenso que lo llena todo.

Teresa 2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora