9 ⌘ La Rueda de la Fortuna

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Tai entró por la puerta de la cocina por la noche para encontrar a Niki junto a la estufa.

Niki no era un chef condecorado, pero al menos sabía unas cuantas recetas decentes para no morir de hambre. Tenía varios días con antojo de algo dulce, así que tomó los ingredientes de la alacena y comenzó a preparar el postre que su madre solía hacer cuando se sentía decaído.

—«Hola» —lo saludó Tai, acercándose hasta Niki para ponerse de puntillas y depositarle un beso en la mejilla, sin interrumpir lo que Niki estaba preparando—. «¿Y Antoine?»

—«Hola, cariño» —Niki siguió amasando mientras Tai abría el refrigerador para sacar una botella de jugo de naranja—. «Tuvo que irse. Me ayudó a sacar los ingredientes y me enseñó a domar a esta estufa del demonio.»

Tai soltó una risita antes de tomar de la botella, observando a Niki batallar en la isla de la cocina mientras se dividía entre amasar y cocinar el pan en la sartén.

—«¿Qué haces?»

—«Medovik.»

Niki sacó la lengua mientras pasaba el rodillo por una de las bolas de masa que había separado. Tai recargó sus codos en la superficie fría del granito de la isla mientras observaba a su novio trabajar. Una pequeña sonrisa se asomó entre sus labios, olfateando el aroma de la miel tostada en la masa que se estaba cocinando en la sartén.

—«¿Quieres que te ayude?» —se ofreció Tai, acercándose al cajón donde sabía que Antoine tenía los delantales.

Sin dejar de amasar, Niki le correspondió la sonrisa, señalando con la cabeza los ingredientes para el betún del pastel.

Ambos trabajaron en silencio. Cuando Niki dejó de amasar, se dedicó a cocer los panes y cortarlos con la tapa de un sartén, dejándolos redondos. Una vez que Tai terminó con el betún, se lo entregó a Niki para que pudiera comenzar a armar el pastel.

Desde el primer día que Niki vio a Tai entrando por la puerta del salón de clases, obtuvo toda su atención.

En primera instancia, Tailime destacaba por su corto cabello rojo, como si acabara de cortarselo, algo diferente al montón de rubios y castaños claros que predominaban en el alumnado. Las pecas en sus mejillas eran muchas, pero apenas perceptibles si no se acercaba lo suficiente para notarlas, a diferencia de las que se tupían en su nariz, que se podían ver desde lo lejos. Sus ojos esmeraldas se movían de un lado a otro intentando encontrar un lugar vacío en el aula, y había terminado de sentarse en la fila aledaña a la de Niki, dos lugares más adelante.

La observó por un buen rato hasta que el profesor entró al aula y anunció la integración de Tailime como alumna de nuevo ingreso. De inmediato notó la incomodidad de Tai por tener la atención de sus compañeros, y Niki sonrió cuando escuchó que le gustaba tocar el violín.

La gente en el colegio en el que Niki cursó la preparatoria era cerrada con su círculo social; y considerando que los Nazarova provenían del extranjero, los hizo presa fácil de los dimes y diretes.

Nadie les dirigía la palabra en clases. Cuando había que hacer trabajos en equipo y sus compañeros se movían para trabajar en grupo, Tai se quedaba sentada, trabajando por su cuenta sin esperar que alguien se acercara.

Niki no tenía miedo de admitirlo: él formaba parte del grupo de los inadaptados, y a pesar de que siempre era elegido al último, no llegaba al extremo en el que la gente incluso fingía que no existía.

A pesar de eso, Tai entregaba los trabajos en tiempo y forma, sin quejarse. Siempre que había tiempos muertos, la podía encontrar sentada leyendo un libro. En los pasillos, caminaba acompañada por su hermano, o sola con sus audífonos puestos, y se hacía a un lado cuando estaba en el camino de alguien.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora