7 ⌘ La Fiesta De Té

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Culpa. [f. Psicol. Acción y omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado.]

Cuando Tai estacionó el Jeep en la acera, descendió con la tarta que había horneado junto con Antoine por la mañana, mirando la casa como si fuera un enorme monstruo, cuando no era más que la casa de los Ivanov.

Fiel a su promesa, Tai había contactado a Anya para acordar un día para visitarla. La mujer estaba sumamente emocionada por la propuesta, sin perder la oportunidad de quejarse sobre lo sola que se sentía desde que Alek se había ido a la universidad y lo poco que la visitaba.

Tai suprimió una risita durante la llamada, no queriendo desmentirla, porque sabía que Alek regresaba a Sacramento cada fin de semana para hacerle compañía.

Era por eso que también Tailime había escogido estratégicamente hacer su visita entre semana: porque así estaría segura de que Alek no estaría en la casa.

No era que tuviera miedo o se sintiera intimidada.

Para nada. Ambos habían hablado las cosas y estaban en los mejores términos.

Pero la conciencia de Tai se estaba carcomiendo viva cada que recordaba las dos veces que Alek había trepado por su balcón para pasar un tiempo con ella, a solas en su habitación. Aún y que no había sucedido nada malo, sentía que estaban cruzando una línea no tan sana para su amistad.

El hecho de que Tai pusiera un pie en la casa con Alek presente podría enviar mensajes erróneos. Mensajes que ella en definitiva no quería generar. Así que había decidido irse por la segura y quedar de ver a Anya un jueves por la tarde, después de su turno en el asilo donde trabajaba.

El clima estaba agradable para ser finales de enero. Por primera vez, el sol se dejaba ver por las tardes, calentando un poco los hogares y permitiendo que la gente realizara actividades al aire libre sin congelarse. Por eso Tai había optado por un vestido que llegaba hasta las rodillas, complementándolo con unas botas sin tacón por debajo de las rodillas, y cubriéndose con una gabardina afelpada. Su cabello estaba recogido en una larga trenza, descansando sobre su hombro.

Subió y bajó en la punta de sus pies cuando llegó a la puerta, tocando el timbre para anunciar su llegada.

Tai miró hacia la acera. Del otro lado de la calle, estacionada bajo la sombra de un árbol, la Suburban del Escuadrón de la Muerte aparentaba ser un vehículo más de la cuadra. A excepción de su conductor, que mantenía el vidrio abajo, con la cabeza recargada contra el marco para ver hacia su encargo.

Dmitri mascaba goma de mascar, con los lentes de sol puestos para intentar disimular el semblante de aburrición que siempre portaba cuando se quedaba esperando en el auto. Por mucho que estuviera acostumbrado a seguir a Tai de arriba para abajo, el tema de los tiempos muertos lo aburría de sobremanera.

Cuando Dmitri se dio cuenta que tenía la atención de Tailime, le dedicó una seña de amor y paz, antes de subir el vidrio.

Tai jamás dejaría de decirlo: Dmitri era raro, pero agradable a su manera. Había aprendido a tolerarlo con los años de ser su sombra, y hasta cierto punto habían congeniado en la órbita del otro, entendiendo que el que Dmitri la siguiera a todos lados era algo a lo que tenía que acostumbrarse le gustara o no.

Desvió su atención cuando se abrió la puerta detrás del mosquitero, donde Anya la recibió con una sonrisa.

—Hola, Tai.   

—Anya —Tai alzó la tarta a manera de saludo—. Traje algo para compartir.

—¡Ah, mi niña! No te hubieras molestado.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora