36 ⌘ Estocolmo

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EL DÍA DEL SECUESTRO

Se suponía que tenía que ser un domingo cualquiera. Kai se había levantado tarde, ya que no tenía planeado nada que hacer. Lisa se pasaría el día estudiando para sus exámenes finales, por lo que distraerse con ella no era una opción. Después de desayunar, Kai se entretuvo en la sala de películas, poniéndose al corriente con la última serie que estaba en tendencia.

La mansión estaba en relativo silencio, ya que Hedeon no conocía la palabra "descanso", encerrado en su oficina en la parte norte de la mansión. La Torre del Dragón, como la llamaban Tai y él.

Tai había pasado la noche en casa de Mia, así que solo quedaba Kai pausando la serie cada vez que tenía que ir al baño.

Kai a veces creía que una mansión era demasiado para tres personas viviendo en ella, pero toda su vida había sido así. Hedeon había comenzado con un pequeño taller tecnológico cuando las computadoras ni siquiera eran comerciales, estudiando una carrera que pocos veían futuro, y trabajando tiempo parcial en un restaurante de comida rápida.

Conoció a la abuela, se casaron. Apenas tenían para comer. Clásica historia de superación.

Y entonces Hedeon descubrió el hilo negro de la seguridad electrónica, y el resto fue historia. Fue el pionero en proponerlo al gobierno ruso, por lo que sus competidores apenas estaban instalando los antivirus en sus computadoras cuando el viejo Hedeon abarcaba la mitad de Rusia con su sistema de defensa anti-espionaje.

Tal vez era un trauma de la infancia, Kai nunca lo había preguntado. Pero en cuanto el negocio floreció, Hedeon se dedicó a invertir en propiedades. Igual no lo iba a llamar loco, ya que fue un movimiento listo de su parte, pero así fue como la fortuna Nazarova comenzó a tener forma.

Kai no conocía otra vida. Siempre había alguien en la esquina ayudándolo con algo o proveyendo lo que necesitara. Lo más normal que se había logrado sentir era cuando estaba en la escuela. Al menos hasta antes de que llegara el Escuadrón de la Muerte.

Después de ver el equivalente a tres temporadas de su serie de suspenso —Kai exageraba, pero así lo sentía— decidió tomar sus cosas e ir al gimnasio para matar el tiempo en lo que daba la hora de la cena. Tal vez así haría más espacio para comer dos rebanadas del strudel de manzana que había visto a Antoine preparar por la mañana.

Aunque claro que ser arrastrado del gimnasio por Yoan y Liam hacia la limusina, y ponerse al tanto de la situación tan delicada de su hermana, hizo que el estómago de Kai se corroyera con bilis.

Cerró de un portazo la puerta del auto, subiendo apresurado las escalinatas de la entrada, y empujó con fuerza la puerta principal.

—¡¿EN DÓNDE ESTÁ?!

El silencio en la mansión era sepulcral, y la estructura se cimbró ante el grito de Kai.

Dragos fue quien estaba parado en medio de la recepción, señalando con la cabeza en dirección hacia donde estaban establecidas las oficinas de seguridad. Sin esperar algo más, Kai caminó a zancadas hasta el final del pasillo, y abrió una puerta de madera donde estaba la oficina de Ted.

Sentado en una silla frente al escritorio, Alek estaba recargado con los codos sobre las rodillas, moviendo los dedos en su afamado tic nervioso. El rubio alzó la cabeza cuando escuchó a Kai entrar a la habitación. Se levantó para recibirlo, pero no hizo ningún intento por acercarse a él.

Kai frunció el ceño en cuanto lo vio parado en medio de la oficina como un imbécil. Dando cinco pasos, alzó el puño y conectó sus nudillos con la mejilla de su mejor amigo.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora