El camino hacia Santa Mónica fue ambientado por el panorama de mar del Pacífico. El sol se encontraba en el punto más alto del cielo cuando bajaron del autobús dentro del estacionamiento del muelle.
Niki fue el primero en correr hasta la orilla del aparcadero, admirando como un niño pequeño la vista del mar reflejando los rayos de sol.
—«¿Habías visto algo más hermoso, cariño?»
El sonido de Anna lanzando un grito de emoción hizo que Tai mirara detrás de ellos. Anna se encontraba sentada en los hombros de Serge, riendo mientras intentaba mantener el sombrero sobre su cabeza, que amenazaba con volar con el aire salado de la playa.
Alek y Arizona la observaban desde abajo, y Alek estiraba la mano hacia uno de los costados de Anna para molestarla y que perdiera el equilibrio adrede. La sonrisa en sus labios fue lo que hizo que el estómago de Tai se revolviera ante el panorama.
—«No, creo que no.»
Cuando Tai volvió a mirar a Niki, éste le sonreía de oreja a oreja, ajeno a lo que sucedía a sus espaldas. Tai devolvió una sonrisa parcial hacia su novio, que se encargó de colocar ambas manos en las mejillas de Tai para atraerla hacia él, aportándole un suave beso en los labios.
—«Me alegra poder compartir esto contigo.»
Posando sus manos sobre las de Niki, Tai se dio un par de bofetadas mentales. Era tiempo que pusiera en orden su cabeza, y de sentenciar a su corazón para que dejara de galopar como un caballo desbocado cada vez que veía Alek. No era sano. Eran amigos. Y nada más. No tenía porque sentirse así cuando lo viera sonreír. Lo había visto hacerlo una infinidad de veces. Esta vez no tenía porque ser diferente.
—¡Vamos, abuelos! —Harry les gritó en la orilla de la arena, donde comenzaban las escaleras para subir al muelle—. ¡Los estamos esperando!
—¡Ya vamos! —Niki le respondió, tomando la mano de Tai para tirar de ella hacia la arena—. «¡Tenemos que ir a la montaña rusa, cariño!»
Para ser solo medio día, el muelle de Santa Mónica estaba lleno de transeúntes disfrutando del calor. La playa se veía llena de bañistas a ambos lados, y las atracciones en el pequeño parque de diversiones en el muelle estaban a reventar.
Decidieron recorrer el muelle de primera instancia, dejando que el sol bajara un poco antes de instalarse en la playa. Mia, Emma y Tai se perdieron en las tiendas de ropa, probando nuevos trajes de baño y lentes de sol con formas extravagantes y ridículas que hicieron que el vendedor cuestionara sus corduras. Emma terminó comprando unas gafas, Mia un bikini nuevo, y Tai modeló un bonito sombrero de ala ancha que iba a juego con su vestido floreado.
Aunque claro que Kai tuvo que fungir como ropero cuando aclaró que él no se subiría a ninguno de los juegos del parque. Y no pasó mucho tiempo para que Niki y Max terminaran acompañándolo cuando se marearon en el primer juego.
Tai se estaba acomodando el cabello en una coleta al salir de la tercera vez que se subían a la montaña rusa, cuando Mia la tomó a ella y a Emma de la mano para correr de nuevo hacia el muelle, emocionada.
—¡Oigan! —Tai escuchó a Luka gritar cuando lo pasaron en la fila para subir al Dragón Marino—. ¿A dónde van?
—¡Hay una cabina de fotos afuera! —le informó Mia sin detener su marcha.
Entre risas y empujones, llegaron hasta la cabina de fotos, escondida en las delimitaciones del parque. Mia no dudó en correr la cortina, metiendo a Emma y Tai con ella.
Tuvieron que practicar las poses varias veces antes de acomodar la cámara e insertar el dinero para comenzar a tomar las fotos. Pero eran tantas, que Mia las hizo hacerlas todas para tener una fotografía de cada una. Gastaron unos buenos treinta billetes cada una antes de tener una colección extensa de caras y gestos graciosos que las mantenía riendo cada vez que las veían.
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Ruleta Rusa [Libro #2]
RomanceBilogía «Russkaya ruletka». Libro #2. Alek Ivanov se fue a Tokio esperando regresar para saber qué decisión había tomado Tailime Nazarova respecto a su relación. Pero ella nunca volvió de Moscú, dejando el corazón de Alek destrozado. «Dos por uno» s...